Mi primera vez... Como maestra

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Hoy fue el día en que, técnica y formalmente, di mi primera clase a un grupo de adolescentes. Digo técnicamente porque ya había hecho una incursión temprana en la docencia en mi trabajo de campo hace ya más de cinco años. Y formalmente porque, a pesar de haber sustituido por solo un día a una amiga mía, sentía los nervios a flor de piel.

Y eso que era un grupo de seis jóvenes con las hormonas más alborotadas que los mosquitos cuando anochece. Al menos un pequeño comienzo.

Ahora bien, ¿cómo me fue en esa (nueva) primera vez como maestra? 

Seré franca: Al principio fue una situación incómoda para mí; había preparado la clase con tanto esmero el día anterior, leyendo la introducción y el primer tema, haciendo diapositivas y planeado unas pequeñas actividades. Se entendía que los alumnos tenían una especie de tarea de investigación marcada por la tutora (mi amiga, la profesora titular, tuvo un contratiempo, por lo que me pidió de favor que la supliera por el día de hoy), tarea que mi amiga no supo cuál era porque, vaya, la misma tutora estaba muy despistada al no acordarse la semana pasada qué fue lo que les marcó.

La incomodidad (y el terror) llegó cuando me enteré por parte de la tutora que les marcó leer las primeras 40 páginas, abarcando prácticamente 4 lecciones seguidas.

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Literalmente estuve así de cerca de darme un facepalm en vivo y a todo color. Y sin embargo, decidí continuar adelante con la misión encomendada, por lo que le pregunté a la tutora sobre si el aula tenía un pequeño proyector en donde insertar el USB para pasar las imágenes. La tutora, quien amablemente me acompañó al aula, me respondió que no tenía nada de eso el salón, pero que se solucionaba con acudir al audiovisual, en donde tenían una suerte de televisión especial en el cual se podían pasar las diapositivas.

Malas noticias: La televisión no leía PowerPoint. Pero sí imágenes. Genial... Fui a la sala de cómputo nada más a perder mi tiempo al convertir las diapositivas en imágenes.

Al final, eso no sirvió de nada: No logré encontrar cómo diantres funcionaba el aparatejo ese.

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Fue ahí que decidí improvisar la clase al encontrarme desarmada. Una oportunidad que me hizo ver que, si bien al principio parecía destinarse al fracaso unánime en medio de una lucha por vencer mi timidez, relajarme y, como dicen, a pensar en mil cosas que no fuera dar la clase, al final la situación resultó favorable.

Los chicos empezaron a participar en la clase; cada uno daba sus puntos de vista sobre el tema que pretendía abordar hoy. Incluso armamos un interesante debate sobre si la mitología es o no una forma de arte y una actividad de apreciación artística en el que ellos tenía que observar una pintura y redactarlo. 

Ahora bien, ¿qué aprendí de todo esto?

• Que debo estar preparada para lo inesperado, por no decir crear un plan B en caso de que el plan A se vaya derechito a la fregada. Es bueno anticiparse a una situación como la descrita ahí arriba.
• Aprender a dominar la timidez y, de ser dable, practicar un poco antes de ir a la escuela.

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GIF creado por @fabiyamada