(6) La princesa encantada

in #nsfw7 years ago (edited)
En su cabeza ya no existía ningún otro desenlace. Volvió a cubrir las piernas con la misma delicadeza con la que las había descubierto. Entonces se situó a la altura de la cintura de la chica y busco algún tipo de cierre. No tardó en encontrar una hilera de cinco botones en un costado de la falda. Inmediatamente se dio a la tarea de desabrocharlos. Cuando terminó, miró a la princesa como si esperara algún signo de desaprobación a su conducta. Pero la princesa seguía en su limbo. Élija decidió seguir con lo planeado. Puso una mano en la parte baja de la espalda de la chica y sin demasiado esfuerzo elevo unos centímetros la parte central del cuerpo ahora semidesnudo. Con la mano libre tiró suavemente de la falda hacia los pies de la chica. La falda quedó cubriendo desde las rodillas hasta los pies. En ese momento pudo contemplar la prenda blanca que jamás hubiera soñado llegar a ver. Era consciente de que el solo hecho de estar allí viendo lo que veía podría costarle la cabeza. Aquellas braguitas que cubrían el monte de Venus y poco mas, eran de un blanco radiante. Las admiró y se fijó en que la tela era cada vez más menguante en el recorrido que hacía desde la parte frontal hacia la parte posterior. Pensó, mientras miraba aquella tira de tela que desaparecía bajo el cuerpo de la princesa, que difícilmente podrían ocultar la mayor parte de aquellas principescas nalgas. A pesar de que Elija se encontraba en un estado de pensamientos semioníricos Elija se sobrepuso y decidió que no podía perder mas tiempo.

Pasó de nuevo la mano bajo los muslos desnudos de la chica y los elevó para dejar libre a las piernas de la prisión de la falda. Esta se encontraba finalmente en los tobillos, pero Elija ya no quería ni verla. Así que levantándole los pies acabo de sacar la falda y sin mas atención la dejo caer en el suelo. Con delicadeza bajó de nuevo los pies de la princesa, pero tuvo el cuidado de dejarle las piernas un poco abiertas para poder admirar la joya de la corona todavía cubierta por aquella nube blanca.

Élija se inclinó y besó por segunda vez los pies que tenían su admiración, acarició las piernas y acto seguido beso la parte interna de las pantorrillas. De nuevo gozó durante unos instantes del esplendor de aquel cuerpo ya casi desnudo. Aquella mujer reposando sobre una mesa de roca como un lujo de manjar para el rey de los dioses. Casi sin pensarlo Élija se desprendió de sus botas al tiempo que desabrochaba su pantalón y lo dejaba caer al suelo. Ahora sus cuerpos estaban iguales.

Lentamente y con sumo cuidado se acostó junto a la princesa. Le acarició el vientre y le besó la mejilla; pasó a acariciarle la oreja mientras le besaba los ojos. Fue inevitable que las bocas acabaran encontrándose y ocurrió en el mismo momento que el dedo pulgar exploraba la suavidad de las cejas. La lengua de Élija cosquilleaba aquellos labios rojos y cálidos, mientras las caricias ya se encontraban en el cuello. La lengua recorría aquellos labios lentamente, desde la comisura, por todo el labio superior hasta la otra comisura y de vuelta al inicio pero por el labio inferior. En un momento se introdujo entre los labios y exploro el tacto de los dientes fue recorriéndolos como el señor que saluda a su servicio formado en el hall de la mansión. Pero pronto se sorprendió al encontrar un pasaje al interior que no dejo de aprovechar. Conoció así aquella boca, retozaron lengua con lengua y probó el sabor de la saliva real. Ya el recorrido de las caricias habían llegado al hombro. Cuando los dedos se deslizaron por el brazo las bocas se separaron, no sin disgusto. Tanto fue así, que en un intento vano de impedirlo los dientes se aferraron al labio inferior con desesperación, pero tuvieron que acabar soltando su presa para no dañarla.

Élija le besó la barbilla y se fue escorando para besarle el cuello. Desde allí el camino de besos alcanzo el hombro. En esta zona quedaron jugando boca y lengua mientras las manos iniciaban las caricias de los pechos. Primero circunvalando el perímetro. Acariciando la base del pecho como si los dedos buscaran la ruta de ascenso. Segundo apretando y magreando la rotundidad de aquellos pechos lozanos para finalmente situarse en la cumbre y jugar a caricias y pellizquitos con el pezón. Élija disfrutaba, sin duda, de aquel momento único de su vida, cuando de repente un deseo se iluminó en su mente.

Deseaba sentir el contacto de de la piel desnuda en un abrazo. Solo tuvo que incorporarse un poco más sobre ella para que los pechos se encontraran. La sensación le resulto electrificante. El contacto de la piel fría de la princesa con la suya a una temperatura muy superior le produjo escalofríos. En esa posición inició unos movimientos circulares con su torso mientras la boca seguía repartiendo sus atenciones a cuello y hombro. La boca que se vio despojada de lo que ya creía su pecho se fue bajando en busca de nuevas aventuras. Llegó a la cintura y disfruto recorriendo aquella curva de guitarra de arriba a abajo.

Quizás quiso saber si en el centro encontraría las seis cuerdas pero lo que encontró fue la suave declinación del ombligo y decidió volverse para jugar con la cintura estrecha y firme que acababa de descubrir. Pero aquellos dedos osados no se quedaron allí y siguieron bajando hasta encontrar el inicio de la única prenda que restaba ocultando una parte esencial del cuerpo. (Continuará)

Fuente de imagen: https://twitter.com/firecrackers_/status/403146219717152769
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«La mayor parte de aquellas principescas nalgas» :D Estás inspirado @valki :D Qué tengas buen día :D

¡Gracias, me alegra que te esté gustando!
Feliz día para ti también.

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