Cervantes Magazine - Vol. 13: Noticias Desincronizadas

in #spanish7 years ago

[Cervantes Magazine - Vol. 13]



Una nueva arma química en la que estaba trabajando en secreto el Pentágono se descontrola provocando la muerte de al menos sesenta y tres civiles. Este desastre destapa lo que parece ser un virus tremendamente agresivo, que estaba a punto de ser probado en el campo de batalla en los próximos meses.


El gobierno de los Estados Unidos se enfrenta estos días a graves acusaciones. El caso, que ya ha dado la vuelta al mundo, es el mayor escándalo que se recuerda en la historia reciente. La popularidad del ya controvertido Donald Trump ha caído en picada y miembros de la oposición piden su cabeza en el congreso. El presidente electo no ha querido hacer declaraciones todavía, aunque ha emitido un comunicado ofreciendo todo su apoyo a las víctimas y sus familiares.

Al parecer, un problema en los laboratorios del Pentágono, provocó el escape de un agente químico aún por determinar. Los medios norteamericanos se refieren a él como “El virus de la ira”, pero a día de hoy se desconoce si realmente era un agente biológico o un compuesto químico.

Varios de los trabajadores del laboratorio fueron expuestos a esta sustancia cayendo inmediatamente enfermos. Según revelan las grabaciones de las cámaras de seguridad, la infección se producía en sólo unos segundos, imposibilitando así cualquier tipo de reacción por parte del personal especializado.

El llamado virus de la ira provocaba en los afectados una desmedida agresividad contra toda persona que se cruzase en su camino. Los infectados atacaron sin piedad al personal que trabajaba en esos momentos en las instalaciones del Pentágono. La epidemia no tardó en extenderse y en cuestión de sólo unos minutos la ola de ira salió del edificio extendiendo sus tentáculos por las calles adyacentes. Numerosos accidentes de tráfico acompañaron este horror que aún estamos intentando asimilar.

Los testigos están recibiendo atención psicológica por el fuerte impacto que la situación les provocó. Cuando les tomaron declaración se refirieron a lo sucedido como “apocalipsis zombi”. Era como estar presenciando el fin del mundo, decían.

Debido a que los infectados no atendían a razones y que era absolutamente imposible controlarlos, la policía local no tuvo más remedio que abrir fuego contra esa pobre gente. El jefe de policía dijo en rueda de prensa:


Muerto el perro, se acabó la rabia.


Lo que este agente dejó pasar por alto es que no se trataba de perros sino de seres humanos, víctimas de un experimento militar.

Las víctimas de la ira ascienden en estos momentos a sesenta y tres personas, entre infectados, personas atacadas por éstos y víctimas de los accidentes de tráfico.

Los responsables de esta catástrofe tienen mucho que explicar sobre qué tipo de sustancias se están utilizando en su investigación militar.

Una vez más, se pone de manifiesto la enorme ignorancia en la que los ciudadanos de a pie nos vemos inmersos. Queda, por tanto, abierto el debate sobre, si es lícito o no, que nuestros gobiernos utilicen los impuestos que pagamos para fines tan oscuros y malintencionados como este.

El edificio sigue precintado y está siendo objeto de una minuciosa investigación por parte de una agencia privada. Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos ha prometido dejar a un lado estas prácticas y toda la documentación y las muestras de esta nueva arma van a ser destruidas.

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