El Hombre Radiactivo

in #steempress6 years ago (edited)


En el año 1898, Marie Curie junto a la inestimable ayuda de su marido Pierre, descubrió un tipo de elemento químico muy raro y desconocido hasta aquel momento al que se le bautizó con el nombre de radio, palabra derivada del latín “radius”, cuya traducción sería rayo (ello es debido a la luminosidad que desprendía cuando fue descubierto).

El radio es un elemento que se suele encontrar en cantidades extremadamente insignificantes en el interior de rocas que contienen uranio. Su principal característica es que tiene una elevada radiactividad, hasta un millón de veces superior a la radiactividad que desprende el propio uranio.

La exposición de un ser vivo a la radiactividad de forma controlada supone un riesgo moderado; sin ir más lejos, la radiactividad forma parte de nuestras vidas en el día a día más cotidiano: en la naturaleza está presente de forma común en muchos minerales, el Sol la emite y llega a nosotros a través de las radiaciones solares, y en los hospitales y centros de investigación se utiliza para realizar pruebas médicas.

Sin embargo al exponer a un ser humano a los efectos del radio indiscriminadamente, dicho elemento se deposita en los huesos debido a que el organismo lo confunde y lo asimila como si fuese calcio; una vez se deposita en los huesos produce su deterioro, y al mismo tiempo daños en la médula espinal, que a su vez provoca una mutación de las células de diferentes órganos, generando células cancerígenas y fallos orgánicos.

Se puede decir por tanto que la radioactividad aplicada sobre un ser vivo de forma adecuada provoca efectos positivos, mientras que su uso de forma desproporcionada y descontrolada puede ser muy nociva e incluso mortal.


Tras el descubrimiento del radio por parte de Marie Curie, también se observó que sus radiaciones atacan y destruyen preferentemente a las células malignas, motivo por el cual el radio se empezó a utilizar para combatir el cáncer; es la que en aquel momento se denominó como “terapia Curie”, o también como “terapia intensiva con radio”.

Pero también surgieron teorías que afirmaban que el radio, administrado a dosis muy bajas, era eficaz contra enfermedades derivadas del mal funcionamiento del sistema endocrino, que es el sistema encargado de liberar hormonas en la sangre, y responsable de regular funciones tales como el metabolismo, la regeneración celular o la actividad sexual.

En este marco es donde se postula la llamada “terapia suave con radio”, que surge como un nuevo tipo de medicina alternativa, al igual que la homeopatía o el empleo de aguas medicinales, y que plantea la exposición en dosis pequeñas al radio para estimular el metabolismo humano.

Desde hacía mucho tiempo antes del descubrimiento de Marie Curie, era habitual el empleo de aguas termales y medicinales para el tratamiento de muchas enfermedades, como la artrosis, la neumonía o el reuma.

También se había descubierto que muchas de estas aguas contenían pequeñas proporciones de un gas llamado radón, que tenía la particularidad de incorporar un tipo de partículas que también contiene el radio; en realidad, el gas radón procede de la degradación del radio, y está muy presente en el suelo y las aguas; al ser un gas que no tiene color, ni olor, pasa totalmente desapercibido, a pesar de que una presencia importante puede ser muy perjudicial para la salud.

De esta forma el descubrimiento de Curie parecía haber destapado la caja de los truenos; si la “terapia intensiva con radio” servía para curar el cáncer, y las aguas medicinales también curaban porque contenían partículas radiactivas, que mejor que utilizar la radiactividad para curar todo tipo de enfermedades. Además el radio no era un medicamento sino un elemento que se encuentra en la naturaleza, así que podía utilizarse libremente y ser comercializado.

A principios del siglo XX se lanzaron al mercado numerosos productos radiactivos que prometían curar enfermedades y revitalizar el organismo humano; lo que se hacía era mezclar agua destilada con una pequeña dosis de radio y embotellarla para su venta.


Evidentemente la ingesta de este tipo de productos mataba en lugar de curar, así que no tardaron en ocurrir casos de intoxicaciones y problemas médicos que hicieron saltar las alarmas; se conocían los efectos adversos que la radioactividad podía ocasionar, pero nadie sospechaba de la gravedad de los mismos.
Tuvo que acontecer un estremecedor caso para que los políticos, científicos y médicos decidieran regular este tipo de productos y tomaran conciencia de sus consecuencias.

El supuesto medicamento en cuestión se llamaba Radithor, del cual se estima que se llegaron a vender en torno a un millón de frascos. Su creador afirmaba que Radithor curaba todo tipo de enfermedades y además era un vigorizante, es decir, se podía tomar como si fuera una bebida energética.

Corría el año 1927, cuando un famoso y millonario personaje de la vida pública americana llamado Eben Byers, sufrió un accidente que le provocó una lesión en su brazo; esta lesión le impedía practicar el golf, al cual era muy aficionado.

Alguien le habló a Byers de las maravillas del Radithor, así que durante tres años decidió tomar un frasco diario, convirtiéndose en adicto y dependiente de su consumo. Tras ese periodo había ingerido una cantidad de radiactividad tres veces más elevada de lo que se considera como una dosis mortal.

La consecuencia es que, tal y como habíamos descrito anteriormente, el radio se fue acumulando en sus huesos, degradando su médula espinal, descomponiendo gran parte de sus huesos y piel, y provocándole numerosos tumores y fallos orgánicos. A su muerte parecía un zombi, un monstruo, un engendro, cualquier cosa menos un ser humano.


Su cadáver tuvo que ser enterrado en un ataúd que estaba recubierto de una plancha de plomo para evitar que la radiación que emitía su cuerpo contaminase el medio ambiente; hoy en día se sabe que los elementos radiactivos tardan miles de años en degradarse, y para evitar sus efectos, los residuos y desechos de industrias, centros de investigación, hospitales y centrales nucleares, se almacenan en bidones especiales recubiertos de plomo que se depositan en los llamados cementerios nucleares.

Treinta años después de su muerte, el cuerpo del hombre radiactivo fue exhumado para medir los niveles de radiación, comprobándose que no había ninguna disminución. Hoy en día Byers sigue enterrado en su ataúd de plomo, víctima de la insensatez y la codicia humana.

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Atribución de las imágenes:
By Sam Larussa (https://flickr.com/photos/96712513@N07/25799475341)
By U.S. Food and Drug Administration (https://www.flickr.com/photos/fdaphotos/29085951668)

 




Referencias:
http://www.info-farmacia.com/historia/el-fraude-de-los-medicamentos-radiactivos-el-caso-del-radithor
https://www.labrujulaverde.com/2017/02/el-caso-radithor-y-la-moda-de-los-medicamentos-radiactivos-de-los-anos-veinte
https://www.abc.es/ciencia/abci-radon-radiacion-viene-suelo-y-puede-entrar-casa-201802012132_noticia.html
https://www.lenntech.es/periodica/elementos/ra.htm




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Muy interesante información, amigo @torkot.
Sin duda que el descubrimiento de las propiedades curativas del Radio, ha sido de gran ayuda para casos como el cáncer -aunque aplicado solo en determinadas zonas del cuerpo-.
Pero deja afectaciones secundarias de otra índole. Mi esposo fue tratado con radioterapia por un carcinoma de laringe.
Recuperó la voz, pero las consecuencias de las quemaduras son bastante invasivas; en este caso anulando las funciones de papilas gustativas y glándulas salivales.
Imagino que el progreso seguirá y cada vez se descubrirá mejores maneras de aplicar estos tratamientos.
Mi saludo llegue hasta ti con un abrazo.

Si, evidentemente no es la panacea. Siempre he pensado que la radioterapia y la quimio no son otra cosa que veneno para el cuerpo, pero en ocasiones cumple con la función de matar al maldito cáncer a pesar de sus secuelas.
Lamento lo de tu esposo.
Saludos!

Gracias amigo.

Cuántas veces las medicinas sin ser probada han resultado ser un problema más que una solución recuerda el caso de la heroína de Bayer y del ácido lisérgico que era usado para combatir las adicciones al alcohol

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