No es difícil imaginar que las navidades del año 1976, cuando Rosita sufrió una terrible caída partiéndose el incisivo superior izquierdo y aunque ella es la mayor de tres hijas era siempre la última en la distribución de los regalos. Pues ese año le asignaron la muñeca más grande que en todo caso sería de la hermana menor, según lo acostumbrado en casa.
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Habiendo sido educada en un hogar donde el enfermo es el rey no es nada raro buscar en el servicio al enfermo la realización del más alto ideal.
Con estos antecedentes y otros que en adelante conocerán es fácil imaginar que donde se requiere el servicio a un enfermo, allí y en primera fila encontraremos a Rosita. Incluso se entendería la somatización como recurso estratégico para llamar la atención.
Quedémonos con la primera.
Episodio # 1… Rosita sirve a su verdugo.
En la apasionante vida de Rosita ha habido muchas situaciones que algunos podrían tildar de injustas, sin embargo la vida le ha mostrado que tales experiencias, aleccionadoras y sencillas, han sido necesarias, según la divina pedagogía, para forjar un alma grande y pura.
Dícese verdugo de aquel que trata en forma fiera a otro o de aquel a quien le corresponde ajusticiar a un condenado.
Visto así aquella mujer no hizo otra cosa que cumplir con su deber.
Sucedió que aquella denominada verdugo o, mejor dicho, la denuncia que realizara contra Rosita fue la causa de expulsión de esta del Noviciado de una congregación religiosa. Lo cual a los 17 años de edad era el ideal de vida de nuestra protagonista.
Así, pasados unos días de la referida denuncia, llegó la orden del Arzobispado: “Saquen a esa joven del noviciado que ella no tiene vocación religiosa.
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La injusticia consiste no en la denuncia o la remisión del ingreso, sino en que estuvo fundamentada en un acto de valentía realizado por Rosita y mal interpretado a posteriores, dando lugar al regreso a casa, la frustración y el resentimiento a tan temprana edad. Marcando drástica-mente los acontecimientos juveniles.
El tiempo lo cura todo. Así cicatrizadas las heridas y a vuelta de 7 años Rosita y su verdugo vuelven a encontrarse. Esta vez el verdugo yacía en estado de coma producto de una enfermedad catastrófica, y Rosita se prestó a brindarle cuidados, atención y compañía.
Rosita hizo alarde de su mística de trabajo, de su entrega y su alta vocación atendiendo incansablemente a aquella mujer. Ya no era la mujer que cometió tamaña injusticia, ya no era verdugo. Simplemente sufría y un servicio requería.
No hubo en aquella escena resentimiento ni reproche, sólo dolor y auxilio oportuno para el sufriente.
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Horas enteras de celo y de cielo para escuchar las primeras palabras de una mujer que ha vencido a la muerte y anuncia victoriosa: “Rosita tiene vocación de servicio”.
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Les diré amig@s Steemit que aquella gloriosa mañana Rosita acabó su labor tan feliz que nadie sabría si pasó 24 horas de guardia o fue que salió por la puerta trasera del cielo para tomarse una taza de cotidianidad.