No todo es como piensas.

Isabella Albornoz, una chica de 20 años de edad muy poco agradable en su forma de ser. Decide emprender un viaje a las ciudades más reconocidas de toda Argentina, esperando a que su vuelo saliera se encontraba en una de las salas del aeropuerto , como su viaje duraría algunas horas toma la decisión de comprar un paquete de galletas y una revista para tener que leer durante su viaje. Toma asiento en una de las salas VIP del aeropuerto para descansar y poder leer un poco con tranquilidad, en el puesto de al lado colocó la bolsa donde se encontraba el paquete de galletas. Algunos minutos luego, llega un hombre de algunos 40 años y se sienta justo al lado del puesto donde se encontraban las galletas, el señor saca un libro y comienza a leerlo.

Isabella abrió el paquete de galletas y comenzó a comer una, el señor también tomo una galleta. La chica estaba verdaderamente enfadada, sin embargo no le dijo nada y solo en su mente pensaba "Este hombre es un abusador, si quisiera decirle algo se lo hubiera dicho. Pero no vale la pena pelear". Cada vez que la chica agarraba una galleta el hombre hacia lo mismo. Isabella no sabia como reaccionar o que decirle, el acontecimiento la tenia perpleja. Al mirar el asiento, en el paquete de galletas solo quedaba una. La chica solo pensaba "Pfff veremos que hará ahora", el señor tomo la ultima galleta y la partió por la mitad, comiéndose el una parte y dejandole a Isabella la otra. Después de terminársela el señor recoge su maleta y se retira al sitio de embarcar.

Ella no podía creerlo, como el señor podía haberse comido sus galletas y ser tan cara dura y dejarle la mitad de una galleta. Minutos luego llaman a todas las personas de su vuelo para que comiencen a embarcar, Isabella todavía indignada recoge su maleta y agarra la bolsa del asiento. Para su grata sorpresa, su paquete de galletas estaba intacto cerrado y en la bolsa donde se las entregaron. Se dio cuenta que había abierto las galletas del señor y que sin refutar el señor había compartido cada una de sus galletas con ella. La chica se sentía avergonzada, sin poder si quiera ofrecerle una disculpa, pero ya no había tiempo debía subir a su vuelo.

Reflexión: Muchas veces nuestro orgullo no nos permite ver que estamos haciendo mal, y preferimos no perderlo que afrontar una realidad. Cuántas veces no habremos comido de las galletas ajenas sin estar conscientes, es por esto que no todo lo que pensamos es así, debemos observa mejor antes de propinar algún comentario