"La abogada de la muerte" [Diálogo/historia corta]

En el vagón del tren sólo había un hombre hasta que una figura femenina con el rostro cubierto se subió.

—¿Le molesta si me siento a su lado?—Preguntó la mujer.

—No hay problema, adelante.

—Es usted muy amable, señor— la mujer tomó asiento. —¿Sabe usted, señor, acerca de un perro muy curioso que se encuentra en la última estación?

—No, no sé nada— dijo el hombre mirándola muy apenado, y respondiendo en tono amable.

—Es una lástima, en verdad— dijo la mujer. —Es un perro blanco que todos los días va a la última estación y por alguna razón, se pone a bailar. ¿No le interesa verlo?

—No, para nada. Odio a los perros. Son sucios, asquerosos, y el sonido que producen, es decir, el ladrido me resulta de lo más patético y lamentable.

¿En serio le parece?— Preguntó la mujer muy asombrada. —¿Que no sabe que fue un perro el que le dijo a Alejandro Magno que le estorbaba?

—Sí, precisamente por eso no me gustan los perros— dijo el hombre después de un rato. —El ladrido del perro es la vergüenza de la naturaleza. Yo prefiero a los gatos. Pero si usted le divierte ver a un perro bailar, bien por usted.

—Entiendo su punto de vista, señor. Lo que sucede es que usted ha pagado a muchas prostitutas que a otros les han salido gratis.

—Yo pago por el placer mío, no me interesa lo que gocen los demás.

—¿Qué edad tiene usted, señor?

—Cincuenta años.

—Yo tengo 100 años— dijo la mujer quitándose la capa y mostrando un rostro decrépito y maltrecho. —¿Me permitiría verle la polla?

—Lamentablemente, señora, mi polla fue cortada hace mucho, mucho tiempo. No queda nada allí abajo.

—Supongo que sus amantes no lo aman, señor.

—Yo no amo ni al vino ni la carne que consumo, y aún así son míos y los devoro a mi voluntad. Tengo diez dedos y un ano a disposición de cualquier amante.

—Ahora que lo pienso, odio a los dueños de los perros y de los gatos cuando convierten a sus mascotas en humanos— dijo la vieja. Ambos se quedaron en solemne mutismo después de pasar por la siguiente estación; nadie subió, ni nadie bajó.

—¿Quiere saber una cosa, señor?— La mujer preguntó, el hombre asintió con la cabeza mientras miraba a la anciana con interés. —Muy bien, usted me recuerda a cierto que rey que en el pasado quiso reinar pero no tenía ni poder, ni castillos ni nada. Sin embargo, tenia ansias, y con el tiempo, traicionó a todas las grandes casas del reino, las manipuló y acabo con todos los posibles reyes hasta que sólo este mismo hombre pudo ser rey. Y cuando se convirtió en rey, todo el país ya había sido quemado. Por consiguiente, le tocó gobernar las cenizas. Y sin embargo, ese rey estaba feliz porque nadie podría jamás meterse en su camino.

—Me parece, mi señora, que su relato va encaminado a hacerme una sola pregunta: ¿'ha matado usted a alguien'?— El hombre interrumpió. Sin embargo, la anciana lo miró recalcando que en efecto ese era su punto.
—Sí, he asesinado a un par de personas en el pasado. Nada muy extraordinario. No lo pensé demasiadas veces. Fue sólo coger un revolver y leer un libro mientras esperaba a quienes quería asesinar. Tenía una lista de víctimas, pero tuve que asesinar a los que tenía más cerca de primero. Por eso digo que no lo pensé. Una cosa es tener cerca a alguien, otra es darle prioridad. En esos momentos, una parte de ti eres tú, y la otra es el diablo. Matar es sólo difícil porque debes tomar la decisión más ominosa de todas: quitarle la vida a alguien. Pero después de que tomas esa decisión, todo se vuelve cuestión de voluntad.

—«En la vida no se puede hacer todo lo que se quiere, y lo que se va quedando sin hacer sale así de tiempo en tiempo, como una locura». Palabras de un poeta cubano— dijo la anciana.

—Precisamente, mi señora, yo jamás podré ser las personas que asesiné. Antes de hacerlo, quería ser como ellos— dijo el hombre. Entonces el tren se detuvo. —Esta es mi estación. Aquí me bajo.

—Ha sido un placer habla con usted.

—El placer ha sido todo mío… Perdone. ¿Cómo se llama usted?

—No tengo nombre. Pero todos me conocen como la abogada de la muerte— dijo la anciana. El hombre sonrió y se fue.

 

---

Posted from my blog with SteemPress : http://seifiro.timeets.xyz/2018/12/15/la-abogada-de-la-muerte-dialogo-historia-corta/

---

Fuente