Siempre has sido tú | Soy suficiente, primera parte

in #spanish7 years ago (edited)

Siempre has sido tú

Soy suficiente, primera parte

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Antes de comenzar quiero decirte de que esto es bastante largo, razón por la que he decidido dividirlo en primera y segunda parte, pero es una de las experiencias más bonitas de mi vida y si puedes apartar unos minutitos de tu tiempo para leerlo tendrás mi completo agradecimiento.


Mi mejor amiga es, como me gusta pensar a veces, un pichón de psicóloga, es decir, una estudiante de psicología. Estudiamos en la misma universidad aunque en diferentes carreras, y para septiembre del 2016 yo estaba en mi último semestre mientras que ella estaba en el cuarto y veía una materia que del nombre sólo recuerdo la palabra “dinámica”.

Y se trataba de eso, dinámicas para aplicarlas a grupos, provocar y recibir ciertas emociones/reacciones para promover como meta final el bienestar de todos (Aclaro que ese “concepto” sale de una observadora a kilómetros de distancia que NO estudia la carrera, así que si la materia tiene otro fin, lamento no explicarlo correctamente, pero esa fue mi percepción).

Entonces, sucede que esa materia era súper genial porque realmente disfrutaban a la vez que aprendían. El profesor es uno de esos que no se olvidan y el ambiente en el aula es bastante cálido y fresco, cómodo y relajado.

A esa clase se le permitía a los alumnos llevar invitados (personas que NO estudiaran esa carrera) y mi amiga desde que comenzó a tomar esa clase me hablaba de ella e insistía para que fuese y bueno, faltando unas pocas semanas para acabar las clases accedí ir.

Yo me considero el sinónimo de la timidez y la pena, tipo que si buscan en google esas palabras aparecería una de mis fotos como ejemplo, jajaja.

Pero ya en serio, sí pienso en mí como una persona bastante tímida e introvertida, así que el asistir a lugares donde hay MUCHAS personas y solo conozco a UNA de ellas… es un paso bastante grande (por eso acepté a ir faltando tan poquito para que acabara el semestre).

Casi no pude dormir la noche anterior porque estaba nerviosa. No porque no quisiera ir sino pues sí quería pero, como lo mencioné antes, eso significaba exponerme a un nivel de incomodidad social bastante único.

Sinceramente tenía altas expectativas acerca de esa clase porque justo el miércoles de esa semana yo había ido a una cita con un psicólogo a hablarle de ciertas cosillas que no vale la pena mencionar y me hizo darme cuenta de muchas cosas que había mal en mí. Pero en buen plan, del tipo “no culpes a otros por esas cosas, tú puedes ser mejor persona y no dejes que eso te encierre ni te consuma”.

Por lo que ese viernes de la clase aún estaba bastante sensible.


Llegué súper fría a la universidad y caminar sola hasta el edificio donde estaba el salón se me hizo eterno, me provocaba regresarme al estacionamiento y agarrar un taxi hasta mi casa para huir rápido sin importar lo costoso que pudiera ser.

Encontré a mi amiga hablando con uno de sus compañeros mientras esperaban que abrieran las puertas del salón. Dado que la clase es supervisada por el profesor pero la dirigen los alumnos, ellos son quienes realizan y aplican las dinámicas según la directriz que les dé el profesor, basándose en un tema específico y etcétera.

El grupo al que le tocó esa semana estaba preparando el aula. No pasó mucho tiempo cuando por fin abrieron las puertas del salón y nos dejaron entrar. Recuerdo claramente que mi amiga me vio y me dijo de forma burlona “Ya no te puedes escapar” y yo “por supuesto que sí, abro la puerta y tal como entré, salgo”.

Para mi tortura, los invitados debían “presentarse”, y no, no era de la manera tradicional de “Mi nombre es xxx, tengo xx años de edad, y estudio xxx” ¡no!

Los muy ingeniosos colocaron una silla en el centro del salón y decidieron esa semana de que los invitados debían decir nombre, edad, signo zodiacal, carrera que cursaba y quien lo invitó a esa clase, y luego debían ESCOGER A ALGUIEN DE LA CLASE PARA QUE SE SENTARA ALLÍ Y BAILARLE DE MANERA SENSUAL (aún escucho mi grito interno de desesperación cuando los escuché decir eso).

Así que tuve que sudar frío mientras pasaban unas cuatro personas antes de que fuera mi turno, recoger toda la fuerza del universo para levantarme y decir “Mi nombre es Rebeca Mendoza, tengo 19 años y mi signo zodiacal es libra. Estudio Imagenología y me invitó Génesis”. Luego respire profundo y mirando al profesor dije “no conozco a nadie así que no quiero escoger” y él llamó a un chico y el muchacho se sentó en medio del aula con aire de autosuficiencia mientras yo me moría de pena y “bailaba” para él.

Catástrofe, desastre, caos total.

Mi amiga se moría de la risa y yo de la pena, qué horror.


Avanzando ya un poquito hicieron una dinámica como para quitar el estrés y divertirse. Nos dividieron en dos grupos y todos debían buscar un lápiz o una pluma y lo sujetaríamos con nuestras bocas, nos colocamos en fila y desde el primero hasta el último pasar un anillo por todos los lápices. Fue divertido.

Luego ya si entrando en la materia nos pidieron que nos acostáramos en el suelo, muchos logramos agarrar un cojín súper cómodo de los que tenían allí y otros usaron sus suéteres como almohadas. Mi amiga y yo tratamos de no hablarnos tanto en la clase porque lo principal que buscan es la integración y separan a los “amiguitos”, pero gracias a nuestro silencio nos mantuvimos juntas en toda la clase.

El aula es un poco extraña, no tiene la forma “convencional” cuadrada/rectangular ni tampoco es redonda. Tiene forma de “Y”, la parte inferior de esa “Y” es donde está la puerta, hay un espacio rectangular y luego una pared que divide la segunda mitad del aula en dos, pero esas dos mitades no son cuadradas ni rectangulares sino más bien con forma triangular, se abre en forma de “Y”.

Del lado derecho de esa mitad estaban nuestros bolsos y el escritorio del profesor, pero del lado izquierdo había una pizarra grande sobre un soporte que impedía la vista hacia lo que estaba detrás de la misma, aunque la pizarra no abarcaba de pared a pared sino que había una pequeña “puerta” de un lado, el izquierdo.

Mi amiga y yo nos acostamos lado a lado justo frente a la pizarra, ella estaba hacia la pared del medio y yo más hacia el borde de la pizarra donde estaba la “puerta”. Mientras buscaba una posición cómoda sin querer vi por debajo de la pizarra que había un espejo pegado a la pared y empecé dentro de mí un mantra “Olvida lo que viste, olvida lo que viste, olvida lo que viste”.

Aparte de tímida e introvertida, tiendo a ser escéptica/cínica (aunque ambas palabras no sean sinónimas). Cuando mi mente comienza a pensar en lo que puede suceder adopto una posición en la que nada me sorprende y no disfruto del momento. Así que a todo costo quería olvidarme de ese espejo.


El grupo a cargo de la clase de ese día era un grupo de alrededor de cinco a siete chicas, una de ellas dirigió la última dinámica mientras que el resto ayudaba.

La chica nos pidió que cerraramos los ojos e imaginamos un lugar feliz, un paisaje.

Para mí fue una montaña con muchos árboles, niebla y un clima frío, porque amo el frío. Estaba sobre una especie de muelle (no sé de qué otra manera llamarlo) en la cima de esa montaña y podía ver la inmensidad del paisaje debajo de mí, con un lago enorme rodeado de árboles de pino, pude imaginar a la perfección el dulce olor.

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Luego ella nos dice que imaginemos la sombra de una persona que se acerca a nosotros y comenzó a describir las bellas cualidades de ese personaje. Fue algo muy parecido a lo siguiente:

“La persona que está ahí es esa persona especial que siempre ha estado contigo. Que conoce cada secreto, lo más profundo de tu ser y aun así sigue allí. Es esa persona que se ríe de tus chistes malos, te apoya en todo, te escucha. Quien cuando estás enferma te cuida y te dice ‘Epa, no, no nos vayamos de fiesta hoy porque aún estás enfermo y me importa tu bienestar’, es aquella persona que cuando repruebas un examen te dice que no importa, que no es el fin del mundo, que lo puedes intentar mejor la próxima vez. Quien cree en ti, sin límites. Que te dice lo hermosa/o que eres. Esa persona que se ha aguantado tus borracheras. Que cuando te rompieron el corazón te consoló, te abrazó y te dijo que todo iría bien, ya vendría alguien mejor. ¡Esa persona que nunca te ha dejado sola!, en las buenas, en las malas y en las peores siempre ha estado contigo sin importar qué, y que siempre estará allí […]”

Y el discurso continuó por unos 20 o 30 minutos. Hablando de esa persona tan maravillosa mientras que nosotros con nuestros ojos cerrados buscábamos ponerle rostro a esas palabras.

Pensé rápidamente quién pudiera ser ¿Mi mamá? ¿Mi mejor amiga? ¿Dios? Deseché la primera opción porque hay porque hay cosas que mi madre, aun siendo mi madre, no sabe de mí. Mi mejor amiga, aunque la ame con todo mi corazón, no ha estado en mi vida desde siempre, apenas vamos para 5 añitos de amistad.

Y aunque Dios debió ser la respuesta absoluta… ciertas situaciones que la dama describía no se mezclan con su santidad. Inicialmente pensaba en el espejo e inmediatamente dije “debes ser tú mismo” y enseguida me respondía mi misma con “no, fuera impulso de idiotez. Disfruta el momento, olvídate de todo”.

Me desesperé un poco (mucho) porque nadie,
NADIE,
N A D I E,
encajaba con esa descripción y estaba deprimida pensando “que triste que no haya nadie así para ti” en aquel paisaje viendo como en aquella sombra pasaban rostros y rostros tratando de encajar pero no funcionaba. Una vocecita me susurraba “eres tú” y yo lo ignoraba porque, pff ¿yo? ¡Sí, claro!


Pasados los primeros minutos de la dinámica yo estaba llorando porque las cualidades de esa persona eran hermosísimas, todo lo que buscaba, mi anhelo más profundo y el pensar que ese alguien no estaba presente en mi vida me hacía sentir inexplicablemente triste.

Pero la vocecita era más insistente conforme avanzaba el tiempo, y yo la ignoraba con mucha más insistencia (terquedad) porque no quería que fuera cierto. No quería ser yo.

Alguien me tocó el brazo, tomó mi mano y me levantó, aún con los ojos cerrados me guió por la cintura hasta llevarme detrás de la pizarra y me dijo “Ahora, frente a ti, está esa persona especial que tanto te ama y que tanto ha hecho por ti” y yo por dentro pensaba “no, no, no, no, el espejo, no, no nononononononononono”.

La chica me pide que abra los ojos y yo lo que hice fue apretarlos con fuerza aun porque ahora sí que ya no habría escapatoria.

Cuando finalmente abrí los ojos vi a una chica morena, de cabello rizado con los ojos hinchados y la cara manchada de lágrimas. Se me escapó un sollozo y cerré mis ojos otra vez mientras que la joven que me había llamado me decía “eres tú, siempre has sido tú”.


Continuará...


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No puedo creer lo mucho que me meti en la historia, tanto que me sentia igual que tú -algo asi- llore para decir verdad, pero es tan cierto. Espero sigas escribiendo tan bonito siempre. Te deseo lo mejor, encantada con este escrito.

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