Extraños Compañeros de Convivencia. (relato original)

Nunca me gustó la compañía humana, de hecho no me gusta la compañía de nadie más que de mí mismo; las personas son demasiado diversas y a veces incompresibles y ruidosas, no entienden que no me interesan las cosas que hicieron durante el día, sus problemas o si quieren que les diga alguna opinión sobre ellos, pero se empeñan en molestarme siempre con esas cosas, me llaman a mitad de la noche para contarme sus dificultades en la vida ¿Acaso yo les molesto con las mías? Eso era lo que pensaba cuando me mudé a una cabaña totalmente apartada de todo rastro de civilización, pero presentaba algunos problemas, el primero era que me aburría de pasar tiempo conmigo mismo y los animales del bosque pensaban que estaba loco cuando entablaba aquellas largas conversaciones con mi propia persona en voz alta.

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El año siguiente decidí volver a la ciudad y tratar de convivir con los de mi especie pero no lo conseguí así que decidí fabricarme un muñeco de ventrílocuo para que me hiciera compañía, lo fabriqué a mi imagen y semejanza, lo llamé Claus, le puse ropa elegante y le enseñe mis muy conocidos buenos modales. Claus y yo hablábamos de todo, por un tiempo fue buena compañía pero luego se volvió un muñeco impertinente y vulgar, sobre todo con las mujeres en la calle, cada vez que nos tocaba salir de compras o simplemente a dar un paseo el muy asqueroso rufián les gritaba vulgaridades a las señoras y señoritas y más de una vez fui víctima de acusaciones falsas de pervertido por culpa de ese tonto muñeco. Decidí venderlo a un famoso comediante que seguro le sacaría mejor partido que yo, creo que actualmente están en una gira por Las Vegas sino me equivoco.

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Soy un hombre persistente así que no renuncié a mi misión, tras tomar un exhaustivo curso de escultura con cincel y martillo decidí que mi compañero seria alguien fuerte, poderoso, de quien temer y admirar, así que de mis vacaciones a las montañas volví con una enorme masa de roca y con la ayuda de unos tutoriales de internet y mis habilidades adquiridas de escultura conseguí fabricar con éxito un golem de piedra, al igual que a Claus lo concebí a mi imagen y lo llamé Gonor. La verdad Gonor era un buen compañero en ciertos aspectos, era un gran medio de transporte, gracias a él evitaba el tráfico y el ajetreo del transporte subterráneo, me llevaba de caballito al trabajo y nadie en la calle se atrevía si quiera a dirigirme la palabra, el problema estaba que a la hora de hablar no apartaba más de una o dos palabras entre ellas estaban decir si, no y su propio nombre, otro inconveniente era que roncaba como un elefante y cuando se dormía no había forma de despertarlo salvo por su propia voluntad. Un día decidí que sería mucho mejor una escultura de plaza o bulevar que compañero de vida, así que fuimos a una plaza triste y sin vida en el centro de la ciudad donde ahora él es el centro de atención, la gente se toma fotos con él y cada día hace una pose distinta para los turistas, los niños lo adoran, a veces voy a visitarlo y me alegra saber que le va muy bien.

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No me rendí con mi búsqueda de un compañero a la altura de mis expectativas, decidí probar con la alquimia y las artes arcanas y fabriqué un homúnculo de mi persona; le llamé Steve lo hice con un poco de mi cabellera, unas gotas de sangre, unas colillas de cigarrillo, un poco de cocuy de penca, un poco de canela, esencia de vainilla y unas buenas descargas eléctricas. El resultado fue un éxito, era el compañero perfecto, igual a mí en todos los aspectos, era como mirarse en un espejo, el hermano gemelo que nunca tuve pero de inmediato descubrí lo insoportable que era, tenía muy mal carácter, no bajaba la tapa del baño y no le gustaba recoger la mesa después de comer, al igual que yo no le gustaba que le hicieran preguntas, ni gustaba de entablar conversaciones con las personas, era olvidadizo y muy pretencioso y sarcástico, desgraciadamente era demasiado parecido a mí, lo cual nos generó problemas serios de convivencia, al menos es un buen compañero para tomar unas copas por las noches, cuando es dominado por los efectos del alcohol es bastante gracioso.
Nunca creí que alguien idéntico a mí seria alguien tan molesto, jamás pensé que yo pudiera ser tan insoportable como persona. Han pasado cinco años de que vivimos juntos y el condenado aun es incapaz de bajarle a la tapa del baño…

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Espero te haya gustado, gracias por leerme.