La maga de Plaza Venezuela (primera parte)

in #spanish7 years ago (edited)

La maga

Hace un tiempo conocí a la maga, ella fue la que me otorgó el medallón. Fui por recomendación de un librero de las Fuerzas Armadas. Ese día buscaba unos manuales de nigromancia pero me indicaron que no había; que lo máximo que podían ofrecer eran libros de autoayuda. Alquimia barata, que convertía las emociones en dinero fácil. Al llegar al final del último quiosco de la plazoleta, me hizo señas. Mientras me hablaba se rascaba las manos preguntándome cuál era la que se rascaba para recibir y cual para dar. Invirtiendo el movimiento cada dos por tres y con la voz cargada de chesterfield me indicó que en Plaza Venezuela había una tienda de ese estilo. La maga fue solo un nombre que le puse para intentar explicarla, quizás porque se parece a su verdadero ser, no lo sé. El librero me dio un papel enrollado con la dirección. La casa de la maga quedaba arriba del establecimiento, aunque eso lo supe después. Era un local de venta de; incienso, flores plásticas, un montón de artilugios, sortilegios de distintas procedencias. Telas de África Central batida por los negros de hace un siglo. Un extraño hueso del fémur que perteneció a algún prócer latinoamericano y ahora sana los males del corazón. Dientes de niños que murieron de desnutrición para llamar a la dicha y la prosperidad. Era una tienda pequeña en apariencia no obstante su dimensión interior era laberíntica. Eso creí en una primera impresión parado en el umbral entre el ajetreo de la Ciudad de las furias, el “compro oro oro oro” como un parloteo incesante y las cortinas moviéndose al compás del ventilador del techo.

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Justo en aquel mejunje de calor apresado y humo surgió la maga. Una mulata madura que llevaba el caribe en las caderas, tintineando al caminar descalza por el peso de sus cadenas y pulseras de oro. Sus ojos chisporroteaban en lenguetazos verdes. Cuando la vi, quedé hipnotizado por la historia antigua narrada en su mirada. Traslucían años de una desgracia errante. Sentía que el cráneo se me había astillado de placer al verla girar a través de la habitación. El lugar aún bailaba a la luz del mediodía cuando su gato maullando se coló entre mis piernas trayéndome de vuelta. Este era una animal feo, enjuto, estrujado por una mano poco amigable. Y para más inri, su único ojo tenía el mismo fuego verde. La maga se mostró contenta de recibirme. Me dijo que Floyd, el librero, era un viejo amigo, se habían conocido en Bellas Artes, en ese tiempo ella era una sacerdotisa de la calle. Leía las manos y las cartas; Floyd padecía de un guayabo cuando se encontraron. Me mostró unas sonajas de bebé de cobre y guardó silencio. Como si lo demás de la historia no fuera interesante o fuera algo entendido.
—De todos modos no viniste por eso—dijo.
Me mostró los libros y antes de irme me pidió, su voz tersa así lo insinuaba, que cuando quisiera, volviera. Me detuve en el marco y la miré. Las ondulaciones del lugar habían vuelto girando entorpecidas hacia un solo punto fijo. Su mirada verde, recluyendo a la tierra en un espejismo.
—¿Cómo te llamas? —suspire inundado por el hechizo, como un enamorado.
—Como tú quieras llamarme.
—La maga entonces— susurré.

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Después de aquel encuentro tuve muchos sueños con la maga. Sueños en donde se desnudaba mostrándome su esplendor y yo me hundía en la promesa húmeda de sus caderas; adentrándome en su dulzor líquido. De aquellos lapsos regresaba gratificado, con una sensación de alivio en el pecho y una extraña paz calentándome todo el cuerpo. Su mirada verde se encendía por las noches hasta consumirla viva en unas llamas verdes en donde solo se transpiraba su sonrisa, sin embargo los sueños en donde la maga dominaba el mundo con su danza de loca gitana comenzaron a teñirse de una inminente sensación de malestar. Para ejemplificar contaré un sueño común de aquellos días; yo esperaba a la maga en el umbral de la tiendecita ansioso cuando de pronto un ciclón alocado de mariposas de humo besaba la piel cobriza de la maga desnuda, cubriéndola con una nube, este velo se consumía de poco hasta revelarme de las cenizas el fulgor verde. Pero debajo del dulzor de su mirada subsistía un sentimiento de repulsión. Pronto pude identificar el elemento perturbador. Porque dentro de los sueños tenía plena libertad. Mis pensamientos no estaban sometidos al arbitrio del azar. Podía controlarlos y moverme a mi placer. Podía imaginarla en distintas poses, esperándome. De pronto los días eran el sueño. Un mundo endurecido, de roca, en donde ya no quería despertar pues no estaba la maga conmigo. Empecé a estar cansado, aun después de recortar horas de mi trabajo para mecerme en aquel mundo fantástico.

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Aun después de pasar días enteros moldeando como un dios afiebrado su silueta. Empero dentro de este encandilado sueño había algo extraño arremolinándose. Mientras comencé a permanecer más en ese mundo precioso lo distinguía con un fulgor.Cada vez despertaba con la sensación de un “casi” amargo en la boca; así que volvía a hundirme. La placentera creación de un paraíso con mi maga dio paso a escarbar entre el deseo y encontrar aquel elemento vil que ensuciaba la imagen. Desesperado ya no me importaban los encuentros si aquello subsistia. Una noche lo encontré. Ella me esperaba, pura luz, sonriendo pero a su espalda, negro, majestuoso en su tamaño, estaba el gato. Su único ojo era vivido Seguía cualquier movimiento con cautela. Lo que más preocupaba era el tamaño. La vez que lo vi en Plaza Venezuela era diminuto, un gato de juguete. Este animal que se ramificaba en la carne del sueño era enorme, quizás estuvo chupando sangre como los mosquitos para crecer. La idea me horrorizó, sobre todo al pensar en lo mal alimentado que estaba y en el descuido que había caído por refugiarme en el seno del idilio. Intenté soñar con otras cosas más alegres, pero como una estampa adherida el local de Plaza Venezuela volvía a mí con su gato de mirada penosa, y cada vez la maga desaparecía más hasta que la figura del gato ocupó su lugar, atormentando mis noches.
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Sort:  

Cristo, vaya vocabulario que tienes. En Steemit, la mayoría de los relatos extensos me aburren y dejo de leerlos pero el tuyo me atrapó.

Gracias, me alegra que te guste como escribo. Para mi es un alago recibirlo de ti con lo mucho que me gusta tu blog :)

El realismo mágico corre por tus venas, es un placer leerte.

Muchas gracias susi, tratando de relatar la magia de mi ciudad. Me alegra que te haya gustado :)

Eres muy bueno! 👍 Me gusta el misterio que me trasmitió.. un saludo desde Valencia!

Gracias por leerme, y que te haya gustado ;)

Me gustó muchísimo tu relato!!! En momentos recordé al Gato de Negro de Edgar Allan Poe :D

Gracias siempre es un placer tenerte por acá. De hecho si, lo utilice como inspiración

Sigue por ese camino mi amigo :D Abrazos!!!

Definitivamente uno de tus mejores!

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Bastante hondura narrativa. Te has pasado de bueno. Un abrazo.

Gracias hermano. Siempre es un placer recibir mensajes tuyos, con lo mucho que admiro tu blog. Nos estamos leyendo :)

Este sí que sí amigo, muy chulo!

Gracias, esperando a ver que bueno subes a tu blog :)

De hecho reesteemeo a "la maga" :)

excelente publicacion amigo gracias por entregar tan buena historia

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