En un lugar donde no puedo ser encontrado, donde no quiero ser encontrado. Me siento solo y me gusta. No hay nadie a mi alrededor y estoy a gusto. ¿Qué se siente no querer nada? ¿Qué se siente no sentir nada? ¿Qué se siente haberlo perdido todo y que te encuentres en perfecto estado? No lo sé. No lo intento. Me rindo ante el flujo inexplicable de la vida.

Por más que camino no encuentro salida, no visualizo una puerta, no observo una luz. He aceptado la soledad porque es mi única compañía. He aceptado el dolor porque es el único sentimiento. He aceptado la oscuridad porque es lo único que captan mis ojos. 'El que persevera alcanza', pero he perseverado más que el tiempo y no alcanzo nada. La cima está lejos por más que escale. Escalo, escalo, escalo y no avanzo. El acantilado se burla de mis esfuerzo, el vacío saborea mi caída. Son dos entidades hambrientas de desesperación, mi desesperación.

Los mapas no te guían, te conducen. El mapa que poseo no me traslada a la 'equis' roja. Tomo la salida a la izquierda y no encuentro nada. Tomo el cruce a la derecha y tropiezo con una pared. Una pared enorme. Por más golpes que de no se derrumba, parece un muro. Un muro elaborado para retener a los ambulantes de la vida como yo. Ni los martillos, ni los explosivos, ni las ganas pueden vencerlo. Barreras invencibles. Bloques indestructibles. No puedo. No voy a poder.

Las voces que escucho solo se encuentran en mi cabeza. No hay nadie, nunca lo habrá. Asimilo cómo mi mente juega con mi cordura, haciéndole creer que mis seres queridos están cerca cuando no es así. No presto atención. 'Es solo un chillido', me repito. Estoy solo. De verdad estoy solo. No existe una presencia a kilómetros. La nada es mi única compañía. ¡Qué desgracia más grande! Quiero correr lejos. Mi cuerpo se burla de mi intento por prender los motores de la fuerza interna. No puedo. Lo entiendo. Estoy lejos de estar bien. No estoy bien. Mi cabeza no se encuentra bien. Ya basta de los sonidos. Quiero apagar el ruido a mi al rededor. Me hacen daño.

Como un loco que no sabe lo que quiere, allí me encuentro. No sé lo que deseo. ¿Estoy deseando algo? Sí, creo que sí. Tranquilidad. Ese extraño sentimiento que te sumerge en una sabana lisa en que nada te perturba. La tranquilidad está infravalorada. Quiero tranquilidad. Estoy estresado, agobiado, desesperado, no quiero más dolor, no quiero que mi mente siga maquinando.

Una risa suave, una leve sonrisa. No estoy feliz, estoy indignado. No me había dado cuenta de lo que está pasando. En realidad estoy donde debería estar. En realidad hay personas a mi al rededor. En realidad hay mucho ruido atravesando las paredes. Edificios, carreteras, sillas, mesas, televisores. Nada se ha ido, o desvanecido, el dolor que siento es interno.

El que se ha perdido he sido yo, en mí mismo.