Emigrar, una palabra tan corta y que engloba tanto. Hoy esa palabra se ha convertido en mi día a día, pues desde algunos meses soy emigrante, no es fácil, no es nada fácil tomar esta dura decisión: cambiar tu vida para siempre y mantenerte alejado de tus seres amados, quién sabe por cuanto tiempo. Me acuerdo que a mis diecisiete años soñaba con hacer mi vida, me imaginaba totalmente algo distinto a lo que vivo hoy. No imaginé que todo este tema gubernamental llegaría tan lejos, me imaginaba cómo sería construir mi hogar, criar a mis chamos, recorrer toda mi amada Venezuela, conocer todas sus playas y su amplia belleza natural.

Día a día me preguntan que por qué estoy aquí y, sin siquiera darme tiempo a responder, me dicen: "ah, cierto que en Venezuela no se consigue comida". Muchas veces he escuchado a mis paisanos en buses contando la repetida historia de las colas para comprar comida, de aquella famosa frase de "no se consigue medicina" y la típica, la que no puede faltar, "en Venezuela te matan por un teléfono" y finalizan pidiendo una colaboración para que compres su empanada o torta...difícil.

A diario hablo con mi mamá y mis hermanos a través de Skype, y resulta lamentable escuchar una y otra vez: "nosotros también te extrañamos...pero no vuelvas, hijo. Esto está insostenible". Mis noches transcurren con las palabras de mi mamá en mente, pero más allá del "no vuelvas" pienso en cómo están haciendo, no puedo dejar de preguntarles si comieron, qué comieron y cómo hicieron para comer. Antes el tema era que, cuando yo salía, ellos me pedían que me cuidara porque en cuatro oportunidades que fui víctima de un robo allá.

Luché por mi país, salí cuando debí salir, voté cada vez que se tuvo que votar, quemé cauchos, protesté, corrí, grité y de impotencia hasta lloré. Al llegar a Chile me hice varias preguntas, como: ¿Y ahora? La respuesta era clara, debía empezar desde cero guiado por Dios y por los valores inculcados por mi familia. Se me hace indignante ver cómo una gran cantidad de venezolanos se quejan y expresan públicamente en sus redes sociales el descontento, pero más me indigna cuando lo hacen en tono de burla y haciendo chistes ácidos.

Fuente: Bandera de Venezuela

Venezuela, familia, amigos, hermanos venezolanos que se quedaron en el país, les prometo que esto es pasajero y que la luz está al final del túnel. Mamá...te prometo que seguiré luchando, no sólo por mis sueños, sino para ayudar a los que allá se quedaron, para hacer un poquito menos difícil esta situación. Te prometo que esto sólo será un vano recuerdo de lo que nos obligaron a vivir. Papá...cuídate, cuida de mi mamá y mis hermanos, gracias por todos los valores que me inculcaste, valores que en una cultura tan distinta me han ayudado a resaltar nuestra educación. Abuela...nos veremos de nuevo, tomaremos un café y hablaremos de una nueva Venezuela, aquella que viviste hace mucho tiempo atrás, aquella que era mejor y te juro que no harás más cola para nada, disfrutarás de tu vejez como es debido, con calma y tranquilidad, rodeada de tus seres amados. A mis hermanos...juro que volveré pronto, nos veremos y compartiremos risas, llantos y felicidad.

No existe nada más grave que una madre que llora a su hijo asesinado por el hampa, no existe nada más grave que ver todo un pueblo con hambre, no existe nada más grave que ver morir niños por faltas de medicinas, no existe nada más grave que lo que le está sucediendo a Venezuela. A los que se quedaron...luche unidos. A los que se fueron...no olviden de donde salieron y estén dispuestos a regresar.

Hermanos venezolanos, recuerden que cuando la noche es más oscura es porque está a punto de amanecer.

Relato basado en la historia de mi primo, Julio Marcano.