Muy dentro de mí
sabía que no era verdad
pero los minutos pasaban
sin detenerse
ni un segundo
hacía calor y mi cuerpo sudaba sin parar
un desierto y tú
tan sensual como nunca.

Recorrí varios metros
pero la gravedad
me ponía tan pesado
que cada paso hacia ti
se hacía casi imposible,
lento muy lento
pero de las ganas de tocarte
hacían que las fuerzas
que no tenía
me regalaran un paso más.

Ya lo suficientemente cerca
te detallé y simplemente
no pude decir ni una palabra.
Volteaste tu cara cual escultura
y solo me dejaste
deleitarme de tu cuerpo.
Retraída y tranquila,
tu cara de ángel
y cuerpo que insita
son mis sueños recurrentes
de una irreal vida viéndote;
siendo feliz.