Me hallo surcando en el mar, sola, con muchas olas y frío,
me encuentro en una pequeña barca, sin destino, sin desvío.

Mirar el mar azul y enfurecido me produce escalofríos,
mirar la claridad del cielo me hace ocupar de luz los epitafios de un futuro muy sombrío.

Cada vez, cada vez, cada vez y otra vez,
las olas del mar agitan la barca, la agitan una y otra vez.

Asustada y angustiada me pregunto de una vez,
¿moriré de frío? o ¿moriré de sed?
Estoy deshidratada, estoy perdiendo la fe.

Las olas se tranquilizan, el viento también,
la barca deja de tambalearse, el sol comienza a ocultarse.

Hermoso sol, antes de ocultarte, suplico que me lleves a un muelle no distante,
un lugar cálido donde pueda alimentar mi sed y prestarme abrigo.

Cansada pero esperanzada, puedo notar a lo lejos,
una pequeña isleta entre todo el mar abierto.

Puedo notar que la mar, se parte en la mitad,
un color mas claro, un color mas oscuro,
forman un camino hermoso, claro, forman un futuro.

Entre dos aguas me encuentro, a Dios y al sol le agradezco,
por haberme guiado aquí, por haberme dado un segundo intento.

Queridas aguas, querido mar, yo les dedico este escrito porqué ahora que vivo, son una gran historia para contar.

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