¿Quién hubiese podido decir que todo aquello comenzaría cuando Andrea se le ocurrió llevar a la casa un pequeño gatito? Era una criatura muy pequeñita y peluda que apenas maullaba. Andrea lo había encontrado en la calle, desorientado, hambriento, y aseguró que si el dueño lo llegaba a reclamar, ella lo entregaría sin ningún problema.

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El primero en darse cuenta que aquel gato no era común y corriente fue el esposo de Andrea. Cada vez que él osaba acercarse a su esposa, el gato intentaba saltarle encima. Al principio pensaron que el gato lo hacía por salvaje, pero luego se dieron cuenta que aquel comportamiento lo tenía exclusivamente con el hombre. Además, Andrea no podía dejarlo encerrado en el cuarto porque siempre buscaba la forma de aparecer donde ella estuviera.

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La pareja comenzó a tener problemas por culpa del gato y hasta llegaron a hablar de divorcio. Andrea cada día pasaba más tiempo con el felino y hasta dormía con él, dejando a su esposo fuera de la habitación nupcial. Una tarde llegó una mujer a casa de Andrea y dijo ser la dueña del gato. Andrea no tenía intenciones de entregarlo, pero el animal saltó a los brazos de la recién llegada. Después que el gato salió de la casa, el matrimonio volvió a ser feliz como antes.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS