La abuela se despierta temprano, hace el café y el desayuno. Hoy vendrán su hija y su nieta. Vienen todos los domingos a visitarla. Desde que comenzó la cuarentena, solo la visitan una vez a la semana. Los otros días la llaman para saber cómo está, si ha comido, si necesita algo. Aunque hablan hasta dos horas por teléfono, no es lo mismo. A veces la abuela se siente sola y necesita estar con alguien.

:=:

La abuela ha hecho el postre favorito de la hija y la nieta: torta de piña con rodajas. Se sienta quietica a esperarlas y mira el reloj con impaciencia. Al rato escucha la puerta abrir y entran madre e hija que corren a abrazarla. La anciana besa a la hija con emoción y aprieta a la nieta con alegría. Se le nota en la cara que es feliz, muy feliz.

:=:

Entre conversaciones, juegos y comidas, transcurre el día. En la tarde, madre e hija se disponen a marcharse. Aunque no lo quieran, deben irse. La abuela las despide y cierra la puerta con llave: ella es una pasita arrugada en mitad de la sala. Camina despacito y suspira. Mira las paredes, el piso y el techo de la casa: desde ya quiere que rápidamente vuelva a ser domingo.

*TODOS LOS DÍAS DEBERÍAN SER PROPICIOS PARA QUERER A NUESTROS ANCIANOS

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA