HABLAR con RUIDO vs DECIR en SILENCIO ¿VIVES EN LA SUPERFICIE RUIDOSA O EN LA PROFUNDIDAD SILENCIOSA?

REFLEXIONES SOBRE EL SILENCIO
Haciendo una analogía entre el dinero, como unidad de valoración e intercambio de las riquezas materiales, y el amor como la unidad de valoracion de las riquezas universales, diremos que el amor, la energía del amor, el entusiasmo, también hay que ahorrarlo e invertirlo, mediante una actitud de permanente confianza, para que a futuro produzca mas riquezas, y el ahorro del amor es el SILENCIO, El SILENCIO permite la concentración necesaria que requiere la energía del amor no se derroche. Hacer ruido, hablar y hablar sin decir, es derrochar energías.
Hay dos tipos de personas, las que viven en la profundidad, donde hay silencio, y las que viven en la superficie, donde solo existen los ruidos.
M.T.J.

1. APRENDE A OÍR EL SONIDO DEL SILENCIO, EL SONIDO DEL AMOR EN LA PROFUNDIDAD DE TU INTERIOR. (DE MI LIBRO TU VIDA ES LA PROYECCIÓN DE TU ESENCIA)

El silencio no es la ausencia de sonido, tampoco ausencia de fuentes emisoras de sonido, pero sí que implica ausencia de ruidos, el silencio interior es la ausencia de ruidos interiores, y el silencio exterior, de ruidos externos. Silencio no es sinónimo de vacío absoluto.
Se suele llamar ruido a toda interferencia que interferencia que afecta los procesos comunicativos. Podríamos decir que el ruido es algo que deforma la percepción correcta de nuestra realidad, tanto de nuestra realidad interior como de la realidad externa.
En este sentido el ruido equivale a desinformación, porque impide nuestro acceso a la información correcta. En un sentido óptico, el ruido es como un nubarrón que impide ver bien los objetos, y en sentido acústico es una interferencia que no deja escuchar los sonidos.
El ruido interno lo constituyen todos esos pensamientos negativos que tenemos en nuestra conciencia, que nos impiden concentrarnos en el tiempo presente e impiden que nos amemos, que nos estimemos y valoremos, porque nos están diciendo todo el tiempo que no valemos, que somos malos, que somos fracasados, perdedores, repulsivos, y que somos culpable de todo lo malo que ocurre dentro de nosotros y en nuestro entorno.
El ruido interno nos afecta mucho más que los ruidos externos, porque impide que el amor brote de nuestro interior, impide que expresemos nuestra esencia, que seamos nosotros mismos, que expresemos lo mejor de nosotros mismos, impide que nos desarrollemos como personas libres. El ruido no solamente es un carcelero que mantiene reprimido y encerrado nuestro “yo” original, sino que además es un torturador que ni por un segundo deja de convencernos de que somos lo peor de lo peor para que no nos amemos ni seamos libres.
La religión y la sociedad, con tanto prejuicio conservador y moralista, con el que reprimen y hacen lavados de conciencia desde temprana edad a los individuos, tienen mucho de culpa en lo que es una especie de programa que se instala en la conciencia de cada persona para que emita ruidos negativos durante toda su vida.
Lo que logra con lo anterior es nada menos que la persona no se encuentre con Dios, que está en el amor que brota de la propia profundidad de su ser. Es un “logro” muy absurdo, en alguna religiones hace falta más de esa inteligencia que es la luz del amor, del amor que es el mismo Dios, muchas veces en las religiones y en las Iglesias hace falta la luz inteligente de Dios.
Los ruidos son característicos y propios de la superficie, tanto de la superficie del mar, en el caso de los ruidos físicos, como de la superficie de la persona, en el caso de ruidos que le niegan la paz interior.
Pero en las profundidades del océano ya no hay ruidos, solo el sonido de la naturaleza, que es el sonido del amor. Y en el caso de una persona, todos esos ruidos perturbadores de la conciencia, que mantienen deformada la información contenida en la conciencia son superficiales, no existen en la profundidad, pero están impidiendo el encuentro de la persona con el amor, y con los sonidos del amor que emergen desde lo más profundo del alma.
Pero cuando un individuo decide no hacer caso a ese ruido que le dice “No te estimes, no te ames a ti mismo porque eres indigno de ser amado, porque no vales, no mereces…” y resuelve amarse y escuchar el sonido del amor que brota de lo más profundo de su ser, entonces todo su ser comienza a llenarse de amor, y comienza a valorarse a sí misma y a expresar y a ser lo mejor de sí misma.
Con respecto al lenguaje verbal, el hablar sin decir constituye ruido. Cuando se habla para decir algo que sea expresión de la inteligencia y/o del corazón, para expresar amor en forma de sentimientos o de luz de inteligencia, se están emitiendo sonidos.
Y cuando se dice algo, se expresa un pensamiento o una emoción sin hablar, entonces la expresión es completamente silenciosa.
Las palabras de todos los lenguajes se utilizan para expresar y comunicar pensamientos del cerebro y sentimientos o emociones del corazón, pero si aplicamos nuestra definición de inteligencia como luz del amor podremos concluir que en ambos casos lo que se expresa y transmite con la palabras es amor, en un caso amor en forma de luz y en el otro de sentimientos.
Luego, podemos decir que la función de las palabras, independientemente del idioma, es la de transmitir impulsos de amor entre las personas, y es así que finalmente lo que realmente toca y queda en el interior de una persona que escucha las palabras de otra es el amor con el cual se las dijo, los impulsos de amor transmitidos mediante las palabras, ya sea en forma de luz o de emociones.
Decíamos que el silencio no significa ausencia de sonidos ni de fuentes emisoras de sonidos, sino que al contrario, un ambiente de silencio suele mucha riqueza, que es riqueza de amor. Pero hay que acostumbrarse a escuchar el sonido de ese silencio, que es nada menos que el sonido del amor, de las riquezas de amor que abundan en toda la naturaleza, en toda la creación, tanto en el universo exterior como en ese universo que existe en el interior de cada persona.
Decíamos también que el silencio de asocia con la profundidad, y que es en las mayores profundidades donde más abundan las riquezas, que no son otra cosa que riquezas de amor. Por esta razón es que hay que habituarse al silencio, a escuchar los sonidos del silencio cuando se quiere ahondar en la profundidad interior de uno mismo, y también cuando se quiere tener un encuentro con otras personas y con Dios, en esas mismas profundidades.
Cuando una persona se habitúa a vivir la vida y a comunicarse con otras en forma profunda, de forma más inteligente, más de corazón, de alma y de amor, se vuelve menos ruidosa al hablar, y aprende a callar, a eliminar esas palabras ruidosas que no dicen y su lenguaje se refina en tal forma que ocupa las palabras justas para decir, decir de corazón y decir en forma inteligente.