Línea de sangre

in #spanish5 years ago

Línea de sangre


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La noche era gélida, la neblina inundaba el lugar, los árboles altos se mecían al ritmo de la helada brisa de invierno. El bosque estaba en calma, sólo un hombre desgarbado que arrastraba una pierna se dirigía pausadamente por el roto camino de tierra hacia la cabaña cerca de una extensa laguna. Su pisada inconstante hacía eco entre los troncos de los grandes pinos. Poco antes de la cabaña los pinos detenían su recorrido, y formaban un semicírculo perfecto que se completaba con el borde de la laguna.

Cuando el lesionado hombre llegó al claro se detuvo de improvisto, miró al cielo y la luz de la luna iluminó su blanco cabello. Los ojos del mismo se bañaron en lágrimas y en silencio retomó su penoso andar. Al llegar a la cabaña, subió uno a uno los escalones de madera, los cuales crujieron con cada pisada. De pronto las luces del interior de la pequeña vivienda se encendieron, iluminando todo a su alrededor.

Adentro una voz cobró vida y un cerrojo sonó cuando una mujer menuda abrió la puerta rápidamente.

-¡Oh! Querido Julian, ¿Qué te ha pasado? Te he esperado por semanas, pensé no vendrías – su voz era de añoranza, y con los brazos abiertos se arrojó a abrazar al hombre.

-Carol, hija mía. No he podido hacer nada para reducir mi viaje, todo es peor de lo que creíamos. Ahora pasemos, la noche es joven, pero la tormenta puede desatarse de un momento a otro.

Con calma, ambos pasaron al interior de la pequeña cabaña donde se estaba cálido y a gusto, en la chimenea ardía un flamante fuego, justo en frente dos butacas de color verde claro, una pequeña mesa de té repleta de papeles y libros. Julian se acercó a las llamas y se sentó sobre la alfombra de lana, ya raída por los años y el uso prolongado y se despojó del húmedo abrigo. La mujer desapareció por la puerta que conducía a la cocina y pronto volvió con una bien provista charola. Apartó unos libros de la pequeña mesa y colocó la charola, e imitando al hombre se sentó junto a él sobre la alfombra.

Sin decir palabras el hombre empezó a tomar bocadillos de la charola. Estaba repleta de queso de cabra, pan, mermelada de higos, un cuenco de sopa de calabaza y una tetera repleta de café con dos pequeñas tazas vacías a los lados. Mientras él degustaba los alimentos, la mujer le puso al día de los acontecimientos desde que él se marchó.

-No ha habido mejoría alguna, todos los habitantes del pueblo han viajado a diario para preguntar por tu paradero Julián, se han desesperado pasada la primera semana y han decidido hacer algo por su cuenta. Han acudido a la iglesia más de lo habitual, lo que sabemos no ha traído un resultado, Dios nos ha abandonado. Otros han ido de casa en casa generando protecciones en cada ventana con agua bendita y mucha sal. Lo cual tampoco fue de ayuda, la familia de los Blanco han perdido a su más joven hija hace dos semanas, posterior a que protegieran toda la vivienda con cruces, agua bendita, ajos y velas. Nada ha funcionado; muchos más han partido, sin rumbo fijo al parecer. Aunque fui a la taberna de Ulaquio y me he enterado que la familia de Justo Rosa partieron a plena luz del día hace cuatro días, y han encontrado su carromato abandonado, con todo roto, sin haberse llevado pertenencias de importancia antes de llegar al cruce del gran puente.

» Nadie les ha visto desde entonces, supusieron que habrían sido unos rateros, pero al encontrar todo lo de valor, se cree que fueron esos seres, no se tiene otra explicación. He estado aquí sola desde hace seis días, mi amado Jhon partió buscando el origen de nuestros males con otros exploradores hacia las montañas rocosas, pero no ha vuelto y temo que ya no vuelva, aunque tú lo has hecho, y eso me infunda esperanza.

El hombre dejó el cuenco de sopa vacío en la mesa y limpiándose la boca con la manga suspiró. No había mucho que él pudiese hacer al parecer. Él había partido con una misión, pero aunque había logrado obtener información, temía no poder cumplirla. Aunque no sabía cómo decirle, a la joven que había visto crecer, que su destino era morir.

-Carol, no sé cómo decirte esto. Pero…todo esto tiene mínimas esperanzas. – la mujer no emitió sonido alguno solamente miró sus manos resignándose a la idea que ya desde hace mucho tiempo se había estado alojando en su mente. – Nada de lo que me cuentas me sorprende, desde antes de yo partir todo había empeorado, ya los niños no amanecían en sus camas, las desapariciones se hicieron más seguidas y las muertes que presencie antes de irme fueron horrendas.

-Pero cuéntame Padre, ¿A dónde has ido? No has querido contarnos nada antes de partir pero necesito saber ya que estas de regreso conmigo y no luces muy bien. – sus ojos estaban inundados de lágrimas pero ninguna caía, se mantenían ahí, después de tantos males no podía llorar por un encuentro con un viejo amigo.

En el techo pesadas gotas de lluvia golpearon la madera y la mujer se levantó inmediatamente cambiando su cara de preocupación por la de alerta. Se acercó a las ventanas y corrió las cortinas, se adentró en la cocina y posteriormente se extinguió la luz que salía de la pequeña puerta. Aseguró la puerta con doble cerrojo y un gran tablón de madera, y finalizó apagando cada una de las lámparas de aceite, dejando la pequeña sala en penumbras, iluminada solo por el débil fuego que estaba a punto de extinguirse. Caminó en puntillas hacia una puerta que estaba frente a la sala, que era el dormitorio, y volvió con dos gruesas mantas de lana, se sentó al lado del Padre y le tendió una.

-Lo siento querido Julián, otra de las cosas que hemos comprendido es que mientras más luces tengamos encendidas más posibilidades de ser atacados tenemos. Ningún hogar ha sido atacado estando en penumbras. Y esta última semana, cuando ha llovido es cuando más ha habido víctimas, obviamente no tenemos pruebas refutables de lo que te digo, pero son medidas que hemos decidido tomar evitando riesgos. – El viento debía ser muy fuerte, porque se escuchaba a la lejanía el estruendo de las ramas de los árboles danzando sin rumbo fijo. Pero la cabaña, a pesar de ser vieja era inmutable y se conservaba muy bien.

-Entiendo hija, normalmente en tiempos de desesperación debemos buscar forma de protegernos, así no sepamos cómo. Me pondré cómodo con tu permiso. – se desató los cordones del gastado calzado y lo hizo a un lado, dejando al descubierto unos callosos pies, se quitó el sucio suéter de cuero de oveja y amontonó todo en un rincón. Y así procedió a cobijarse con la gruesa tela que le había ofrecido la amable anfitriona. – Bien, a veces, las cosas no se dan como queremos querida, y sin duda alguna a mí me tocó todo lo que no quería que me tocara. – se aclaró la garganta y prosiguió. – Como bien sabes fui párroco en el pueblo de la encrucijada mucho antes de llegar aquí. Aquel lugar es mucho más concurrido que éste y mucho más transitado. La iglesia es muy visitada y valorada y darle apoyo a cada creyente era un honor. Pero me llegó la parte oscura de mi función. En la encrucijada, mantienen ciertas tradiciones y leyendas, algo que va desde hace muchos, muchos años. Cada Párroco debe velar por proteger tanto la iglesia como su pueblo, y para ello nos otorgan un libro, uno donde están plasmadas todas las oraciones que puedan disponerse contra ciertas entidades. En un principio fui escéptico, no me uní a la iglesia para creer en leyendas y maldiciones, lo hice por servir a mi Dios, pero no entendía que todo ello va de la mano. Cuando me entregaron el libro no le di importancia, no lo leí, no indagué. Pero pasado un tiempo dentro de la iglesia se acercó a mí un anciano, mucho más viejo de lo que soy yo hoy, tenía una larga barba y se veía estaba viviendo sin un techo que le cubriera, pensé venía a pedir refugio para pasar la noche. Se lo ofrecí sin dejarle hablar y le di comida y bebida, sin que el pidiera nada. Me sentí gratificado al ayudar a alguien de esa manera.

» Pero a mitad de la noche el hombre llamó a la puerta de mi habitación. Le recibí y me miró con ojos profundos y llenos de ira. Levantó su dedo y me señaló, su voz, es algo que no olvidaré jamás y me eriza la piel aún hoy, era profunda y ronca y me dijo “Tú has deshonrado ser un Padre de este pueblo, has querido llevar a la tumba nuestros terrores, pero no sabes que pronto vendrán, del cielo aparecerán y se llevarán a cada línea de la anterior existente. Tomaran todo lo que quieran y no habrá nadie quien los detenga porque tú eres deshonra” y sin decir nada más, se marchó, fui tras él, no se regresó por más que le llamé, y se perdió en la noche dejándome parado en camisón en la puerta de la iglesia en la que servía. Realmente me generó intriga, así que decidí hacer revisión del material que me entregaron, solo porque me sentía culpable, aunque no entendí en ese momento mucho de lo que el hombre me había dicho.

» El libro desde que fue entregado a mí, lo mantuve en mi baúl bajo llave. Esa misma noche, lo saqué del fondo del baúl y leí, sin detenerme hasta el día siguiente. Cancelé mis obligaciones alegando que tenía asuntos más importantes, y era cierto. Cada texto explicaba el origen de una terrible maldición, una plaga que fue generada por los antiguos habitantes, personas que eran codiciosas y egoístas. Pues todo se remonta a eso, los orígenes y nuestra región es de mineros, y eso no ha sido así desde siempre, primero fueron carpinteros, agricultores…, y hace alrededor de docientos años existían un grupo de hermanos que se dedicaban a todas estas actividades juntas. Fueron los fundadores de este condado desde la primera vivienda de Amartes hasta la última piedra de La Rivera. Eran seis, y su apellido es el que le da nombre a nuestro pueblo, La brecha de Ingala. Su padre venia del norte, dotado de muchos conocimientos sobre la agricultura, el ganado, la pesca, la caza y el trabajo de madera, y estos conocimientos se los transmitió a sus hijos. Esta región era totalmente diferente, las tierras eran vírgenes, los árboles antiguos y no habían sido talados, los peces podían nadar tranquilos en el estanque sin miedo a caer en redes como es hoy en día. El lugar estaba habitado por personas sin muchas habilidades, y cuando estos diestros hombres con grandes conocimientos dominaron el lugar, fueron visto como jefes. Tanto jóvenes como adultos los alababan, lo que les generó ciertos sentimientos de superioridad. A cada uno se les ofreció de las mejores familias las mujeres más hermosas, y cada uno escogió a la mujer que consideró más bella para hacerla su esposa. En un principio todo ello fue suficiente, pero como todo hombre codicioso quisieron mucho más.

» Si bien nuestros bosques eran antiguos y los hombres convivían en armonía con las bestias y criaturas que ahí habitaban, el respeto y la distancia que se mantenía entre unos y otros era marcada. Un hombre que veía una sirena en el estanque seguía su camino y la dejaba disfrutar de sus aguas, o un hada que danzaba en los árboles y hacía florecer sus flores era observada únicamente desde la distancia sin dañar su hogar. Obviamente todo eso cambió. Estos hermanos se adueñaron de todo, tanto así que destruyeron el bosque talando sus troncos, echaron a las hadas, ninfas y duendes a lo más profundo, en territorios que ningún hombre se ha atrevido a visitar aún hasta la actualidad. Las criaturas empezaron a sentir aversión hacia los humanos pero siendo seres de sabiduría y paz decidieron marcharse y dejarle rienda suelta a tan desleales criaturas.

-¿Así que es cierto que existían todas esas criaturas Padre?- Preguntó curiosa la joven, quien solamente había escuchado de ellas en las canciones infantiles que le contaba su tata.

-Sí Carol, esas criaturas llegaron primero a esta nación que los propios humanos y luego de ellos se concibió el primero. Pero esa es otra historia muy diferente. Bien, ¿Por dónde iba?- pensativo se rascó la barba, - ¡Ah! El día que la paz de las hadas llegó a su fin.

» Dichos hermanos eran codiciosos como ya dije, y tener a sus esposas ya no les satisfacía, aunque eran seres deplorables sin ningún respeto por la naturaleza, no eran capaces de tener contacto con otras mujeres de la aldea que no fuesen sus esposas, así que cansados de estar en monotonía, decidieron salir a buscar diversión cazando fuera de los territorios conocidos, decidieron buscar aventuras donde ningún humano había pisado nunca antes. Así que los seis se equiparon con alimentos e instrumentos de caza y partieron. Luego de varios días andando, se encontraron con un hermoso prado lleno de flores, mariposas, pequeños duendes que brincaban en los arbustos, hadas que danzaban en lo alto de los árboles y ninfas que cantaban a la orilla del río con las sirenas. Los hombres deslumbrados por la belleza de las ninfas cautelosamente se acercaron a ellas sin ser notados, disfrutando de la hermosa melodía de su voz y vislumbrándose con la perfección de sus cuerpos y cuando éstas los hubieron notado, ya eran sus presas. Las tomaron para ellos y las hicieron sus prisioneras, el resto de las criaturas huyó sin dejar rastro alguno dejando a los horrendos Ingala con el dominio de la fantástica tierra. Aún con todo el maltrato nunca habían sentido rencor, pues en ellas existía más bondad y vida; únicamente sentían pena por lo débil de la mente de dichos hombres. Pero el tiempo pasó y las indefensas y nobles criaturas dieron a luz unas bestias que eran mezcla entre ninfa y humano, y los seres sin corazón las arrojaron al río sin ninguna piedad.

» Enfurecidas por vez primera, las ninfas juraron vengarse, y sus cuerpos de ser de un azul tan claro como las nubes se oscureció quedando casi negro, sus ojos, se transformaron en rojos por la ira y de su mano se desprendió fuego, que cortó las ataduras que las tenían prisioneras. Tomaron a los hombres durante siete días y siete noches y los torturaron hasta que sus cuerpos no aguantaron más y murieron, pero eso no les bastó, ellas querían derramar la sangre de todos los seres que tuviesen relación con los Ingala, así que descendieron al pueblo de los monstruos que las destruyeron y tomaron el primer hijo de cada uno. Y delante de todos juraron que cada veinte años vendrían por más, luego sería cada quince, luego cada diez y así… hasta que llegara el día en que vendrían a cada hora a cada segundo y destruyeran todo humano viviente que se relacionara con la familia Ingala. Así lo han hecho, y creo que ha llegado el día en que esas visitas se acortaron. La leyenda dice que muchos intentaron romper la maldición, consultaron otras criaturas pero todas se rehusaron a cooperar, solo una bruja que vivía hacia el camino de la encrucijada que conocía cada ser viviente ofreció una solución, si un descendiente directo, de sangre real pura de Ingala se sacrificaba y pedía perdón con ofrenda de sangre a las ninfas se detendría la maldición.

-Pero padre, si es así ¿por qué nunca lo habíamos notado?- dijo la mujer aún dubitativa, pensando que en su vida había visto tantas muertes y desapariciones seguidas.

-Hija mía, porque no prestamos atención, la gente siempre muere, siempre viaja, siempre se pierde, le dábamos crédito a la naturaleza, o a la vejez o la enfermedad. – el anciano se levantó arrastrando la pierna y tomó dentro de los pliegues del abrigo que seguía doblado en un rincón con los zapatos, un sobre que se veía muy arrugado y maltratado. Se sentó nuevamente y delante de él, en la sucia alfombra empezó a desdoblar hojas de papel con anotaciones en ellas – esto lo he hecho antes de irme, he ido a la parroquia y he anotado todos los nombres de las muertes de los últimos años. De ahí descarte muchos, los que fuesen por causa de muerte natural en cama, o aquellos hombres que morían por ciertos animales, y he dejado cierta lista que posee un patrón de tiempo un tanto regular.

-Pero Julian, aunque esa fuese la causa, ¿Cómo nos ayuda todo eso? – la mujer estaba inquieta, no solamente aterrada, en sus muchos años de vida jamás imaginó que viviera en un lugar donde la gente estaba destinada a morir por una maldición de los antepasados.

-Es obvio niña ¡descubriendo quienes son el linaje real y directo! Así podríamos ofrecer una ofrenda de paz, perdón y rendición no hay otra manera, la bruja hace muchos años dio la solución solo que nadie quiso tomarla.

-¿Quién se sacrificaría de esta manera?-

-Alguien que tenga en peligro a sus seres queridos. – repuso el párroco. – obviamente rastrear ese linaje de hace tanto tiempo es sumamente difícil. Pero por tener acceso a la biblioteca hice una exhaustiva investigación. Dure tres días sin parar pero logré establecer una línea que considero es la directa. Si bien su apellido fue Ingala, nunca hemos conocido a nadie vivo que lo tenga. Busque desde los primeros registros y la sucesión se detuvo abruptamente con los hijos de los seis hermanos. Los Ingala tuvieron varios hijos, el primero tuvo cinco, el segundo tres, el tercero tuvo siete hijos el cuarto tuvo dos hijos, el quinto tuvo tres y el último tuvo cinco hijos. Y hasta ahí hubo registro de dicho apellido, sin embargo noté algo particular en una familia, todos tenían los mismos nombres que casi todos los hijos de los Ingala, menos seis que no estaban y asumo son los hijos fallecidos a manos de las ninfas aquel fatídico día, y la nueva generación se apellidaban Penoleda, que deriva dela palabra pena.

-Penoleda, ¡ese apellido si lo conozco! una familia que vivía cerca del riachuelo aún lo conservaba, pero encontraron muerto al joven hace una semana y al padre de éste hace un mes, ambos de forma inexplicable – exclamó abruptamente la mujer llevándose las manos a la boca

-Si Carol, aún existe y como ese caso muchos. De ahí partí, creé un extenso árbol genealógico, hasta la actualidad, obviamente no reuní todas las familias, solamente las que eran necesarias. Pero cuando lo hube completado entendí que todo era en vano. Que no podremos hacer al final nada, que tendría que haber otra alternativa, así que busqué otra alternativa y por eso viajé, siguiendo ciertas referencias que estaban delimitadas en el libro.

-Pero, ¿Por qué buscar otra alternativa si esa era la solución? – la mujer estaba desconcertada pensaba que por fin tendrían la solución aunque en un principio pensara que toda aquella historia fantástica era una mentira.

-Porque querida Carol, como dije tiene que ser un familiar directo, y de esos ya no quedan muchos. – el hombre había cambiado de actitud, ya no estaba entregado a su historia, ahora estaba ansioso, con las manos en puño y su frente sudaba de forma muy notoria aunque en la habitación hacía frío. Afuera la lluvia cesó y se dejaron de escuchar el tronar de los árboles.

-Pues se buscan a esos directos que queden – habló la mujer con seguridad, - tenemos que acabar con esto, no podemos permitir que siga muriendo gente, con toda esta información sería irresponsable cruzarnos de brazos y no hacer nada ¡debemos ser valientes! Enfrentarnos a lo que venga pero con la verdad…

El hombre, levantó los puños del piso y con fuerza tomó los hombros de la mujer a quien había visto crecer y había criado casi como una hija.

-¡Porque el único familiar directo que queda eres tú! – respondió con lágrimas en los ojos. – y no puedo dejar que te hagan daño, eres mi hija, la única hija que pude llegar a tener y no puedo verte morir –

La información le sentó como millones de astillas de hielo pasando por su garganta, su pecho se contrajo y sintió más miedo que nunca. Abrazó al hombre y durante un rato lloraron en silencio viendo como los últimos retazos del fuego se iba extinguiendo. Por su mente pasaron muchos recuerdos, toda su infancia, sus padres, tan trabajadores y amables, llenos de amor, que nunca habían dañado a nadie y ahora resultaba que tenían detrás de ellos toda una historia de dolor y muerte. ¿Y si sus padres murieron a causa de dicha maldición? ¿Quién de los dos era el familiar directo de los Ingala? ¿Acaso importaba ya? Realmente no es que le importaba saberlo, todo tendría el mismo resultado. Sin ganas de perder más tiempo se alejó del abrazo de su buen amigo de toda la vida y segundo padre y se sentó erguida, limpio sus lágrimas y miró directamente a los ojos del párroco.

-Debemos hacer algo, rápido- dijo con determinación.

-Bien Carol, - la voz del Padre estaba un poco ronca por haber llorado, se aclaró la garganta y prosiguió,- como te decía, yo decidí irme a indagar, seguí el camino establecido y me sumergí más y más en el bosque. Fue duro pero creo que hay más peligros en este pueblo, después de seis días encontré una cueva, donde todo estaba oscuro hasta en plena luz del día, los arboles estaban secos, no había animales y todo estaba rodeado de una intensa niebla. Sin hacer ruido me acerqué al lugar, pensé que las sorprendería, pero ellas ya me esperaban. – la piel del anciano se estremeció cuando recordó el sonido de las risas de las ninfas oscuras. – me habían esperado sentadas en la cueva, sabían que yo me acercaba y me rodearon cuando estuve dentro de la cueva. Empecé a orar, llamé a mi Dios, y tomé con fuerza mi crucifijo mientras seguía recitando la palabra del señor. Y se burlaron de mí, me ridiculizaron por profetizar un Dios que para ellas era inexistente, sus risas es el sonido más aterrador que escuchado en toda mi vida, sientes como si su risa te arrancara pedazos de tu alma.

» Me arrancaron mi crucifico y me lanzaron al aire. Jugaron conmigo durante mucho rato, hasta que se cansaron y se marcharon, dejándome en el piso casi muriendo. Pero una criatura apareció. Una de las ninfas auténticas, Carol. Es un ser hermoso, lleno de vida y luz. Me llevó consigo hacia un riachuelo y ahí curó de mis heridas y sanó mi alma. En un principio no hablaba pero le conté, mientras me curaba, mi cometido, me dijo que ellas también le temían a las ninfas oscuras, que ya ellas no eran seres de vida sino de muerte, no solo han destruido a los humanos, también todo lo que tocan, y han sido años y años de devastación, desean que paren. Pero ellas no pueden hacer nada, “si de la mano del hombre ha sido creado de la mano del hombre debe ser destruido”, eso me ha dicho.

-Pero ¿Cómo? ¿Con el sacrificio solamente?- indagó inquieta la mujer.

-Me llevó lejos de aquel lugar, me introdujo en el tronco de un árbol hueco arrastrando mi cuerpo, por un momento pensé que era una trampa, pero dentro descubrí a muchas más, refugiadas en lo que parecía un universo. El cielo de lo que creo era una caverna que se ocultaba detrás del árbol, estaba plagado de luciérnagas que parecían millones de estrellas, había una pequeña laguna estancada que irradiaba luz por sí misma y más de veinte ninfas con sus largas cabelleras de colores me observaban mientras era arrastrado por mi anfitriona. Me colocó cerca del arroyo y me explicó, que todas necesitaban desde hacía mucho tiempo de un alma bondadosa que fuese en su ayuda. Ellas habían usado su magia hace unos años y habían entrado en la mente de aquel indigente, para que me motivara y me hiciera venir hacia ellas, y lo había logrado, había llegado con ellas. Todas irradiaban felicidad Carol, ver a una ninfa reír es lo más hermoso del mundo, te llena de paz.

» Así pues, tomaron de la laguna una única piedra, el agua no era lo que resplandecía, eran las rocas que estaban en su interior. Brillaban con luz propia, una luz que desprendían destellos como el arcoíris y un solo fragmento podría iluminar una ciudad entera. Me dijeron que son piedras mágicas, piedras de luz y paz, y que las otras ninfas no toleran su luz. Lo descubrieron cuando una, siguiéndolas a su escondite quedó pulverizada con solo un rayo de luz. Ahora solo habían quedado cinco ninfas oscuras y el secreto era eso. Así que me han dado una piedra, y me han dado de beber de sus aguas para que tuviese fuerzas para mi viaje de regreso. Me advirtieron que tendría que andar rápido porque si el último descendiente moría, no habría nada que las detuviese.

-¿Y dónde está el cristal mágico? – Los ojos de Carol eran un poso de ansiedad y gran deseo por ver aquel objeto que sería la solución a todos sus problemas.

-No puedo mostrarlo, una de las advertencias de las ninfas, fue que si aquellos seres vislumbraban a la distancia cualquier rayo de luz mágica, no se acercarían más. Ellas lo han intentado y nunca se han acercado, debemos tenerlo oculto hasta que aparezcan. Y hay que reunirlas a todas, para que no quede ninguna con vida.

-¿Cómo haremos eso?-

-Simple, reuniendo a todo el pueblo en un solo lugar. – una sonrisa se dibujó en el rostro lleno de arrugas del anciano. – y ya deben haber iniciado su marcha hacia acá- Y casi como si le escucharan un cuervo graznó en la distancia. – sí, esa es la señal, ya todos están aquí.

-¿Cómo han sabido Padre? – la mujer no comprendía nada, todo aquello era demasiada información

-Cuando regresé de las montañas fui al pueblo y les dije que aquí estaría la solución de todos nuestros problemas, que debían venir todos, o sus hijos y nietos morirían, sus casas arderían y sería el fin de La Brecha de Ingala.

La mujer sorprendida aún, siguió al párroco cuando éste caminó hacia la puerta, destrabó la misma y quitó los cerrojos. Tal como esperaba frente a la pequeña cabaña estaban reunidas más de cien personas, entre niños, jóvenes y adultos. En sus manos muchos llevaban antorchas. Uno de los hombres se acercó al pórtico y se dirigió al padre.

-Hemos venido como lo ha pedido Padre Julian, confiamos en su palabra, y hemos venido a hacer frente a nuestro destino. Mientras estemos aquí oraremos y nos uniremos unos a los otros cuando lleguen los seres malvados, así como nos has pedido hoy. ¡Seremos fuertes!- – pronunciadas las palabras el pueblo ardió en vítores y aplausos. En el ambiente se sentía un mar de efusividad, y así como llegaron, armaron una gran fogata cerca de la orilla de la laguna.

Muchos empezaron a tocar música y contar historias, pero Carol no dejaba de mirar hacia el cielo. Jamás había visto a las ninfas oscuras, pero por la descripción del relato las imaginaba a la perfección. No pudo comer nada de lo que le ofrecieron, y solo se distrajo cuando los niños se acercaron al padre para pedirle la bendición y con gran nostalgia añoró su infancia, cuando ella misma se acercaba a un Julian más joven para que le diera la bendición.

De pronto toda la música dejó de parecer feliz, y la luz de la luna que brillaba en el punto más alto, dejó de ser suficiente. Todo el pueblo quedó en oscuridad, la fogata, estaba rodeada por un halo de oscuridad que no permitía se extendieran sus rayos e iluminaran el entorno. Julian sentía su corazón latir con mucha fuerza, y rezaba porque todo aquello no fuese en vano, y lo que querían hacer funcionara.

Del cielo las vio, cuatro criaturas que flotaban desde lo más alto, eran horribles y atemorizantes, sus ojos destacaban en la oscuridad, y su cabello que ondeaba con el viento se mezclaba con el negro de su cuerpo. Todo el pueblo se alzó en alarido, pero mantuvieron la calma, se abrazaron unos a otros, muchos hombres alzaron sus instrumentos de caza, escopetas, rastrillos y leños a la espera del inminente ataque. Las cuatro descendieron en picada y en el pórtico la joven tomada del brazo del párroco le decía a señas que lo hiciera ya, que era el momento pero él se negaba, y con su mirada recorría el cielo en todas direcciones.

Así de rápido aparecieron, se desató el cáos, las criaturas empezaron a lanzar llamas en todas direcciones atacando a los pueblerinos, su risa de diversión se extendía en todas direcciones mientras tomaban a muchos pueblerinos y los lanzaban desde el cielo hacia la laguna. Carol no entendía porque el padre no actuaba de inmediato, hasta que recordó que en un principio eran seis pero quedaron cinco criaturas responsables de tantas muertes. Así que abrazó al padre y en el oído le habló, - cuando estén todas lo haces, trataré de ayudar-

El padre vio en los ojos de la joven su intención y solo asintió, la mujer bajó los escalones del pórtico corriendo, apartando personas y esquivando el fuego, tomó una de las antorchas que aun ardían en el piso y corrió al muelle sobre el lago. La risa de las ninfas estremecía su ser pero no le importaba, quería acabar con todo de una vez por todas, no le importaba si moría o vivía. Así que con todas sus fuerzas desde el muelle agitó la antorcha y gritó – ¡AQUÍ ESTÁ, LA ÚLTIMA INGALA! ¡VENGAN A COBRAR VENGANZA!, ¡POR SUS HIJOS MUERTOS!, ¡POR SU VIDA ROBADA!-

Y la risa de los seres se cortó, ya no hubo sonido alguno, todo quedó en total calma, tenía acercándose a ella desde el centro del pandemónium a las cuatro criaturas, sus ojos eran de dolor e ira. El pueblo a sus espaldas se quedó en total calma, todos se quedaron en silencio, y ella, Carol, con el corazón latiendo a mil por hora, buscaba en su mente algo que las hiciera rabiar.

-¿Cómo te atreves a mencionar a nuestros hijos muertos, sucia humana? Ustedes son seres deplorables que no merecen vivir. – siseo una de las ninfas acercándose más y más. – No hay venganza que sane mi corazón-

-Ustedes no tienen corazón monstruos, han destruido familias enteras que no tienen culpa de lo que sus antepasados hayan hecho, ustedes quitan vida, por eso lo que vivieron es poco para el castigo que hoy se merecen. – la antorcha emitía calor y le alumbraba la cara, pero las ninfas seguían en la penumbra aunque estaban muy cerca de ella, tanto que si Carol estiraba el brazo podía tocarles. No podía ver desde donde estaba Julian pero esperaba que él si estuviese viendo. – Si quieren seguir siendo los monstruos en los que se han convertido, bien, adelante, ¡Mátenme y cobren su venganza! Pero dejen libre a este inocente pueblo que nada les ha hecho.

De pronto a su lado sintió nuevamente una risa, una que venía de sus pies, cuando bajó la mirada la vio, la quinta y última ninfa oscura. Aquella que no se había dejado ver. Sus ojos no eran rojos como las de su compañeras, éstos eran totalmente negros, como pozos profundos, de su boca chorreaba sangre y sus manos terminaban en garras finas y más largas que las de sus hermanas.

-Niña ingenua, yo tengo más años de lo que tu pueblo puede llegar a cumplir, vi como crearon al hombre, como se crearon los ríos y mares, como se abrieron paso los primeros árboles de la tierra y puedo decir que esta gente es todo menos inocente. No solo destruyen a los otros seres de este medio, también se destruyen entre ustedes mismos y la tierra que les dio vida, no respetan los árboles que tienen más edad que ustedes, ni los animales que son sagrados como para ser comidos por seres tan ignorantes como los humanos ¡Ustedes son una blasfemia para este mundo! Y los seres mágicos merecemos vivir donde ustedes ya no existan.

Carol no entendía dónde estaba Julian, ese era el momento justo, debía hacerlo ahora o nunca. Pero no podía mirar alrededor o se darían cuenta. Aunque no sabía mucho de esos extraños seres, intuyó que su inteligencia era verdadera.

-Todos ustedes deben morir, son escoria que ensucia las tierras – continúo la ninfa oscura, - son destrucción y muerte, y todo lo que hicieron debe ser pagado el triple, ahora tu serás la primera de todos en morir humana.

Extendió su garra desde la altura y la bajaba cuando desde la orilla del lago el Padre Julian alzó en su mano una piedra que generaba luz, una luz tan potente y hermosa, que daba la impresión que amanecía y el sol estaba en su mano, iluminándolo todo a su alrededor. Las criaturas chillaron e intentaron volar pero la luz penetró cada espació de su cuerpo y se deshicieron hechas polvo.

Cuando todos observaron lo sucedido, celebraron una vez más, saltaron en vítores y aplausos. Muchos corrieron a socorrer a sus heridos y otros se abrazaban entre sí. Carol corrió al lado de su amigo y le dio un fuerte abrazo. Sin él quizás ella hubiese muerto aquella noche, sin siquiera conocer el motivo.

-Lo has hecho estupendo hija mía.- habló desde el oído de la mujer, se apartó de ella y volvió a introducir la piedra que colgaba de su cuello en un delicado hilo de plata dentro de su camisa, y la luz se desvaneció dejando todo iluminado por la luz de la luna y por el fuego que se dispersaba en todas las direcciones. Muchas personas salían de la laguna, unas más heridas que otras, pero todas llenas de satisfacción porque sabían que la oscuridad había desaparecido de sus vidas para siempre.



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