Al final del callejón de ladrillos rojos, a la derecha de la plaza del centro del pueblo, está una pequeña tienda, modesta en tamaño, pero con una larga lista de clientes sorprendidos por las historias que sólo en ella pueden escuchar.

En esa pequeña tienda al final de la calle de ladrillos rojos, hay un espejo muy particular, cada día, decenas de personas llegan y se para frente a su reflejo, buscando en él la respuesta a sus anhelos y frustraciones.

El espejo ha sido testigo de muchas historias, y ha conocido a todo tipo de clientes, y emociones humanas, desde la alegría hasta la tristeza más profunda.

Entre tantos clientes está una chica muy especial que lo visita con frecuencia. Se para frente a él todas las semanas, siempre con una tristeza en sus ojos que le rompe el corazón al espejo. Él sabía que ella se esforzaba para encontrar la ropa adecuada, pero nunca parecía encontrar lo que buscaba.

Un día, el espejo decidió hacer algo por ella. Sabía que la tienda estaba llena de prendas hermosas que podrían hacer lucir a cualquiera bella, así que empezó a susurrarles a las prendas de ropa en los estantes para que hablaran con la chica y alentaran a encontrar la prenda más adecuada para ella.

—Aquí estoy, ven a probarme, soy perfecta para tu talla, —le dijo una blusa rosada a la chica—, pero ella solo frunció el ceño y siguió caminando.

—¡Yo te hago lucir más alta!, —dijo un par de sandalias de corte bajo, —pero la chica seguía sin prestarle atención.

En su siguiente oportunidad, el espejo se decidió a hablar directamente con la chica. —Querida amiga, no te rindas, —susurró con voz suave —. —Estoy seguro de que encontraras la ropa adecuada para ti está en algún lugar aquí dentro. —Sigue buscando, que pronto la encontrarás.

La chica sonrió al escuchar al espejo, mirándose en él, se decidió hacer caso a su consejo. Empezó a ver la ropa en exhibición de una manera diferente, con un corazón mucho más abierto y, finalmente, encontró la prenda indicada para ella. Un vestido color rosado con estampados en tonos dorados y azules, que la hacía lucir radiante y hermosa.

Y así por el estilo hay muchas más historias. Cuando quieras escucharlas, visita la pequeña tienda al final de la calle de ladrillo, y busca al espejo probador que espera gustoso para conócete.