UN BESO EN SAN VALENTÍN | Novela romántica. Parte 12
Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
Copyright © 2020 Jonaira Campagnuolo
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Capítulo 12.
Ethan llegó a la cafetería con la sangre fluyéndole indetenible en las venas. Se sirvió un café bien cargado y se fue a la trastienda para reunirse con Gary e informarle de las novedades.
Estaba alegre porque sus negocios marchaban con buen pie, pero aún no había podido hablar con Jessie y eso despertaba sus ansiedades.
—Firmé contratos para cubrir dos eventos la próxima semana y uno para finales de mes —comentó mientras su hermano hacía inventario—. El lunes debo reunirme con los dueños de un salón de fiestas que están interesados en asociarse a nosotros. Si todo sale bien, tendremos cubierto cada fin de semana de marzo, abril y mayo, y posiblemente ese ritmo se extienda hasta diciembre. Ellos están copados y las empresas de cáterin con las que han trabajado no dan la talla.
Gary respiró hondo y bajó el rostro hacia su cuaderno de apuntes. Las noticias no lo emocionaban.
—Es mucho, Ethan.
—Podríamos abrir la cafetería solo cinco días a la semana y buscarnos un socio, así separamos una actividad de otra.
—¿Un socio?
—Sí. Alguien debería quedarse aquí con Theresa y los empleados del café y otro tendría que asumir el cáterin con un personal particular y en un lugar propio. De esa manera no nos agobiamos y hacemos trabajar a los mismos empleados horas extras. Yo podría ocuparme de la logística y los contratos de ambas empresas, así como de las finanzas. Me gusta estar afuera, no haciendo pasteles o atendiendo mesas.
Gary asintió. Esa idea lo hacía sentir más tranquilo.
—Pido el café cinco días a la semana.
Ethan sonrió y se acercó a él para palmearle un hombro.
—Lo lograremos.
Gary se pasó una mano por los cabellos con preocupación.
—Cometí un error con Jessie. —La noticia impactó a Ethan, que observó a su hermano con los ojos agrandados—. Vino ayer a traer los artes de la fiesta de San Valentín y le dije cosas que tenía que haberle dicho a Nicole.
—¿Qué? ¿Ella estuvo aquí? —Gary asintió.
—Vino al salir de su trabajo. Estuvimos hablando un buen rato.
—Maldita sea —gruñó Ethan y se pasó ambas manos por los cabellos—. ¿Vino sola? —preguntó con ansiedad.
—Sí —respondió Gary desconcertado.
—¡Qué imbécil! —se reprochó a sí mismo, pensando en lo idiota que había sido al imaginarla con otro.
—Se fue algo entristecida. Y esta mañana vino de nuevo.
—¡¿Estuvo aquí?! —quiso saber casi fuera de sí.
Gary lo miró con enfado. Comenzaba a molestarle sus reacciones exageradas.
—Llegó minutos después de que te fueras a la reunión con la mujer de la despedida de soltera.
—Oh, no —exclamó preocupado—. ¿Le dijiste con quién me reuniría?
—Por supuesto —respondió Gary y apretó el ceño al escucharlo maldecir de nuevo—. ¿Qué pasa? —exigió irritado.
—Nada. Yo… —Recordó todo lo que había hablado con Marie, brotando de nuevo sus ansiedades. Sacó su teléfono móvil del bolsillo y marcó el número de Jessie dispuesto a no rendirse hasta que ella lo atendiera.
Gary negó con la cabeza y lo dejó solo para darle privacidad. Comprendió que allí había un problema que debía resolver entre ellos.
Para suerte de Ethan, Jessie respondió al tercer repique, pero hablando con voz baja. Quizás estaba dentro de una reunión.
—¿Ethan?
—¿Dejaste los artes y te desentendiste del pedido?
Ella estuvo en silencio un instante, tal vez, reflexionando sobre aquella extraña pregunta.
—Ese era mi trabajo, ¿no?
—No —alegó con firmeza—. Asumimos juntos esta negociación desde un principio, es un trabajo en sociedad. Tenías que haber estado aquí para ayudarme a terminar los pasteles.
—¿Yo? Ese no fue el acuerdo —apuntó contrariada.
—A las cinco debo entregarlos en el salón de eventos del Holliday Inn, espero estés allí y cumplas con tu compromiso.
—Pero, Ethan, nunca dije…
—A las cinco, Jessie. ¿O piensas abandonarme? —no pudo evitar realizar aquella pregunta sacando a flote la amargura que le inundaba el alma.
Apretó la mandíbula enfadado consigo mismo, quería obligarla a reunirse con él, no comprometerla a decir lo que no sentía su corazón.
—Allí estaré.
Se apretó el puente de la nariz controlando el ramalazo de emoción que le produjo aquella afirmación. Pensó que se negaría, que no la vería más, que sus oportunidades de recuperarla estaban agotadas.
—Estaré esperándote —dijo con un rastro de desesperación en la voz y cortó enseguida la llamada, para sosegar el volcán de emociones que estallaba en su interior.
Apoyó su mano libre en la pared y bajó la cabeza en dirección al suelo, parecía exhausto. Sus ojos se empañaron con lágrimas que supo retener. La furia lo superaba.
Jessie miró estupefacta un instante su teléfono móvil. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué Ethan la hacía esa absurda exigencia?
No se veían ni hablaban desde la discusión en el evento de la despedida de soltera, ella no sabía si estaba enfadado o no, si su relación había fracasado o aún tenía esperanzas de mantenerse unida. Estaba confundida y temerosa, pero las señas que le hacía su jefe al otro lado de la mesa la obligó a guardar el móvil e intentar concentrarse en lo que hablaban.
Sin embargo, su corazón afligido le impedía mantener la claridad. Necesitaba verlo, conversar con él y saber qué estaba ocurriendo entre ellos.
Tuvo que rogarle a su jefe de que le permitiera retirarse de la revista antes de la hora de salida, asegurándole que compensaría esas pérdidas la próxima semana, como lo hacía la recepcionista. Fue difícil que le concedieran el permiso, ya que se estaba volviendo imprescindible. A medida que ascendía, su responsabilidad en la empresa era mayor.
Mientras salía del edificio, la recepcionista la llamó.
—Tu chico, el de la cafetería, vino ayer a buscarte.
—¿Ethan?
—Sí, pero ya te habías ido con Oswald.
Ella respiró hondo y agradeció que le comunicara la información marchándose con los ánimos renovados y con una enorme sonrisa en los labios. Ethan la había buscado, seguramente, cuando ella había ido a la cafetería a hablar con él. Eso la llenaba de esperanzas.
Y mientras hubiese un rastro de ella, se aferraría con fuerza a esa posibilidad. Lucharía para que su relación no se fragmentara.
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