Un vuelo excepcional - Historia de ficción

in #spanish7 years ago


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Como de costumbre, suelo colocar la historia que escribí en inglés en mi idioma nativo.

Espero que la disfruten tanto como yo.

La historia comienza en el aeropuerto de California, donde hay tres amigos esperando un vuelo...


Estábamos esperando el vuelo de los Ángeles a Indianápolis. Debíamos estar presentes al día siguiente para realizar nuestra presentación de nuestro sistema de información para la corporación Kindex. El vuelo ya se había retrasado más de lo que esperábamos. Eran más de las 7 de la noche y Mike fue a preguntar en la taquilla de la aerolínea sobre el retardo presentado en el tablero.

“Buenas noches…” Mike hizo una pausa mientras leía nuevamente el nombre en la insignia de la señorita, “Señorita Johnson. De nuevo se ha presentado un retardo en el vuelo a Indianapolis. No hay otro vuelo que pueda proporcionarnos para llegar a nuestro destino? Tenemos una presentación muy importante que realizar el día de mañana.”

La chica acomodó sus lentes y tecleó sobre su tecleado, mientras veía el monitor. Sus ojos se movían de un lado al otro, mientras Mike se impacientaba. Luego de 2 minutos, que parecieron una eternidad. La chica respondió: “Hay una compañía que hace vuelos particulares y está vacante. AirPartner. Hangar número 3. ”

Mike agradeció y se vino hacia nosotros.

“Conseguí una compañía que nos llevará a Indianápolis hoy mismo. Vayamos al hangar 3”, Jeanette y yo nos miramos a los ojos y sonreímos a Mike.

Al llegar, vimos un hombre en braga limpiando sus manos junto a un aeroplano de hélices, blanco. Mike saludó: “Buenas noches, requerimos de un vuelo a Indianápolis, nos informaron que su compañía AirPartner puede ayudarnos.”

“Están de suerte. Tenemos programado ir a Indiana a buscar unos pasajeros. Son solo ustedes tres?“, preguntó. Mike asintió. ”Entonces erán $1500 en total por los tres,” agregó mientras entraba en una pequeña oficina. Nos miramos los 3 y decidimos que tomaríamos el vuelo. Cada uno sacó $500 de su bolsillo y se lo entregamos a Mike.

Mike saludó desde lo lejos al señor con el efectivo. El señor se cambió la ropa y salió junto a otro hombre que llevaba una gorra.

“Excelente. Mi nombre es George. Simón será nuestro piloto esta noche”, Simón nos saludó y nos indicó que abordáramos la aeronave.

Era un Beech King Air 200, con capacidad para 8 pasajeros. Los asientos eran muy cómodos. Al iniciar el vuelo, el capitán nos indicó a través de un parlante que apagáramos los celulares y nos abrocháramos el cinturón. Además nos informó que estaríamos a 20mil pies de altura a una velocidad de 260 nudos.

Jeanette y Mike se pusieron cómodos y cerraron sus ojos. Luego de que el capitán informará que podíamos desabrocharnos los cinturones, decidí cerrar los ojos también.

De repente, los gritos de Mike me despertaron “Que sucede?!”. Sentí como la aeronave se movía constantemente hacia arriba y abajo fuertemente. Suerte para mí que no me había desabrochado el cinturón de seguridad.

“Conserven la calma, las condiciones atmosféricas están ocasionando las turbulencias, subiremos a 25mil pies”, informó George por el parlante.

“Esto sucede por subir a aerolíneas desconocidas”, agregó Jeanette

Subí la cobertura de la ventanilla para ver las condiciones del clima. Me estremecí por lo que vi afuera. Una extraña luz azulada cubría al avión del lado izquierdo. “Mike! Jeanette! Abran sus ventanillas!”, exclamé asustado. El mismo halo azul claro cubría la parte derecha.

“Haremos una escala en Kansas, debido a las condiciones climáticas” escuchamos decir al capitán por el parlante.

“Tus abuelos son de Wichita? No es así?, Jeanette”, pregunté. “No empieces con tus bromas John”, respondió.

Sentimos como el avión perdió altura súbitamente. Nos aferramos al asiento fuertemente. Jeanette comenzó a rezar. Mi corazón estaba por salir de mi pecho. Jamás había sentido tanto miedo. “Esta es la forma en que vamos a morir?”, pensé.

Entonces sentimos como el tren de aterrizaje chillaba contra el suelo. Momentos después el avión se detuvo. Observamos por la ventana, pero ninguno de nosotros pudo ver luces de un aeropuerto u otros aviones.

El capitán abrió la puerta de la cabina y nos dijo “Lamentablemente, tuve que hacer un aterrizaje de emergencia. Aterrizamos sobre una interestatal”

Recordé el hecho de que las carreteras interestatales tenían una milla de cada cinco rectas para usarlas como pistas de aterrizaje en casos de emergencia y de guerra.

“Dónde estamos?”, preguntó Jeanette. “Mi teléfono no tiene señal y los suyos?” añadió.

Encendí mi teléfono y Mike hizo lo mismo. Ninguno tenía señal.

“Es inútil” dijo el capitán y añadió: “Solo sé que estamos en Kansas, pero no hay ningún tipo de señal en los teléfonos celulares ni en el radio del King”

“Es imposible” dijo Mike.

“Mantengamos la calma, revisaré los daños y al amanecer iremos a algún lugar cercano”, informó calmadamente George.

Cuando amaneció, nos bajamos de la aeronave. George nos ofreció café, el cual nos devolvió la vida.

De pronto el sonido de un vehículo aproximándose nos llamó la atención.

“Qué demonios!?”, exclamó Jeanette. “Una camioneta Chevrolet 1918 One-Ton, como nueva? Debe tener como 100 años”. “Así parece, ya sabes lo que dicen, en Kansas aun andan a caballo”, afirmó George.

“De seguro es un coleccionista. Pidámosle un aventón al lugar más cercano. Aún estamos a tiempo de llegar a Indianápolis”, dijo Mike mientras abordaba el avión para buscar las maletas.

La camioneta se detuvo, el hombre de marcada edad, sombrado, exclamó

“Señor Jesucristo, eso debe ser un nuevo vehículo para ganar la guerra!”

Miré a Jeanette y me devolvió la mirada con una expresión de no entender… “De que guerra está hablando el señór?”, susurró por lo bajo.

“Señor, podría llevarnos al pueblo más cercano, necesitamos comunicarnos con las autoridades” Simón respondió en acento de Kansas

“No olvides que debemos buscar las refacciones!”, gritó George desde abajo del ala del avión.

“Esperenme!” gritó Mike mientras bajaba del avión. La expresión del viejo se endureció.

“Me temo que sólo puedo llevarlos a ustedes tres”, dijo seriamente, señalando a Simón, Jeanette y a mí.

“No veo el problema, hay suficiente espacio en la parte de atras”, reclamó Jeanette.

“No llevaré ni mexicanos ni negros en mi camión”, respondió refiriéndose a George y a Mike.

Afortunadamente ni Mike ni George escucharon la última frase, sin embargo, Jeanette gritó al señor. “Perdón! Como dijo?”. Simón, inmediatamente interrumpió: “Hagamos caso al señor y aprovechemos la cola”. Luego gritó a George “Ya vuelvo con las refacciones!”

Se dirigió a mí y me dijo, “convenza a su amigo que se quede acompañando a George, yo les rentaré un vehículo para que lleguen a su destino.”. Asentí con un “Ok”

“Iré en la parte de atrás, con los ‘supuestos’ animales”, informó Jeanette en voz alta mientras se montaba.

Hablé con Mike y le dije que volvería con un auto. Después de convencerlo, subí al camión junto con Jeanette.

Mientras íbamos en el camino, Jeanette tomó un periódico para sentarse en el suelo, peo luego se quedó paralizada leyéndolo. “Que sucede?”, pregunté.

“Esto debe ser una broma”, dijo repentinamente. “Revisa tu teléfono, tiene señal?”

Revisé y aun decía “sin señal”.

“Que sucede?” volví a preguntar. Me pasó el periódico y me dijo “Lee la fecha”

« DIARIO TOPEKA - MARTES, 8 DE OCTUBRE DE 1918 »

“Debe ser un error de imprenta”, respondí sin importar.

“CON EL AÑO Y EL MES INCORRECTO?!”, gritó Jeanette.

“Además de que hoy sea la gran noche de Kittie Glasco? O que además las tropas americanas vayan a batallar junto a la armada Británica en St. Quentin?” añadió Jeanette.

“No podía ser, pero eran demasiadas coincidencias. Acaso habíamos viajado 100 años en el pasado?”, pensé.

Cuando llegamos al pueblo más cercano, el condado de Junction City; el heno que había en la batea me hizo estornudar como mil veces. De pronto frenó de golpe el señor y caímos de bruces en la batea de la camioneta.

“Hasta aquí los traigo, será mejor que se bajen y se vayan con su peste lejos”, gritó el señor.

“Que pasó con los buenos modales de la gente de Kansas?”, pregunté una vez que nos bajamos de su camioneta.

“Un artículo del periódico me recordó sobre algo que me contó mi abuelo. En 1918, la pandemia de gripe Española, según mató 20 millones de personas en el mundo entero e incluso unos afirman que fueron 40 millones. Aún epidemia más grande que la peste bubónica” comentó Jeanette.

“Hay quienes dicen que inició en Kansas y luego se esparció por el mundo”, agregó.

“Pues no me mires a mí. Esto es solo una alergia al heno.”, dije. Revisé mi bolso y saque una botella de plástico con agua y tomé un anti-alérgico.

“Ustedes notaron que las cosas están un poco diferentes, no es así”, preguntó Simón.

Jeanette le pasó el periódico y le mostró la fecha.

“Ya me parecía extraña la conversación que tuve con el viejo Hank, acerca de los aliados franceses y británicos”, respondió Simón.

“Como haremos para regresar?”, pregunté. Las personas del lugar pasaban a nuestro lado y se quedaban viendo nuestra ropa.

“Supongo que deberemos volver a regresar a través del fenómeno ambiental por donde pasamos, es la única explicación. Mientras, debemos buscar la forma de encontrar refacciones.”, respondió Simón.

“Como haremos para pagar? Aquí no sirven las tarjetas de crédito y mucho menos los billetes del siglo XXI”, expresó Jeanette.

“El oro siempre ha sido la moneda con más valor en cualquier período del tiempo”, respondió nuevamente Simón.

“Recuerden, traten de llamar la menor atención”, fue lo último que dijo antes de partir.

Metió sus manos alrededor de su cuello y sacó una cadena gruesa de oro y dijo “Iré a esa tienda de empeño, ustedes vayan a ese establecimiento de comida pidan algo de comer y pidan comida para George y su amigo”.

Nos fuimos a un establecimiento de comida cercano llamado ‘JENNIES’. Tenía un letrero que decía “Hamburguesas 5c”.

“Suena prometedor!” dije a Jeanette. Ella me sonrió. El lugar tenía unas pequeñas mesas y una barra donde había unos soldados comiendo. Cuando entramos, todas las personas se nos quedaron viendo. Saludamos y nos sentamos en una mesa. Una mesera se nos acercó. Llevaba una insignia en su lado izquierdo con el nombre ‘Margarett’. Nos preguntó lo que deseábamos para comer. Pedimos un par de hamburguesas y dos tazas de café.

Jeanette me recordó que debíamos pedir de comer para los otros. Por lo que se levantó y se dirigió a la barra. Mientras que esperaba a que la mesera se desocupara, uno de los soldados se le insinuó.

“Hola preciosa. De dónde eres?”, preguntó. “Soy de California”, respondió ella

“Es muy extraño ese tipo de ropa que llevas, no eres extrajera por casualidad?”, inquirió

El soldado le acarició el antebrazo a Jeanette. Inmediatamente, ella lo tomó por la mano haciéndole una llave marcial que le dobló el brazo por la espalda. El soldado lanzo un alarido y ella se le acercó a su oreja y le susurró. “Tus padres no te enseñaron modales?”. Luego le dio un puntapié y cayo de bruces al suelo. El soldado se levantó rabioso.

“Pobre soldado”, pensé, “Estas a punto de conocer lo que son 100 años de evolución”, me dije a mi mismo. Jeanette era cinta negra en taekwondo.

En ese instante, otro soldado lo detuvo. “Hey! Recuerda que no debemos meternos en problemas. Vayámonos, Tom”.

“Como digas”, fue lo último que dijo antes de marcharse.

“Donde aprendiste a hacer eso?”, preguntó Margarett.

“En la iglesia”, respondió Jeanette con una sonrisa.

Jeanette pidió el par de hamburguesas extras. En ese momento se terminaron de marchar los otros soldados. Sin embargo, le llamó la atención, el apellido escrito en uno de los uniformes de los soldados. ‘Feraud’.

“Soldado! Cuál es su nombre!?”, gritó Jeanette. “Eric Feraud”, respondió el soldado. La miró y continuo su camino. Repentinamente, cuando iba saliendo del establecimiento, comenzó a toser y cayó desmayado frente al establecimiento.

Sus compañeros lo ayudaron a incorporarse y uno de ellos preguntó: “Hay algún doctor en el establecimiento?”

Jeanette, vino apresuradamente a mi mesa. “Tienes antigripales en tu mochila?”, preguntó ansiosamente.

“Por supuesto que sí. Tengo uno muy bueno a base de acetaminofén y clorfeniramina. Pero no creo que tengamos problemas con contagiarnos con influenzas antiguas. Nuestros organismos han sido inmunizados evolutivamente a todas estas enfermedades del pasado”, respondí.

“No es para mí. Ese soldado, es el padre de mi abuelo. Hace mucho tiempo, mi abuela me contó que el padre de su esposo había logrado sobrevivir a la influenza gracias a la ayuda de un ángel que le había entregado un medicamento que lo salvó de una muerte segura. Siempre creí que eran cuentos de niños.”

“Y piensas que ese ángel eres tu?”, pregunté.

“Acabamos de regresar en el tiempo 100 años, algo que nadie creerá jamás…” dijo Jeanette. “Después de eso, estoy dispuesta a creer cualquier cosa”, agregó.

Saqué el blíster de pastillas y la botella de agua de mi mochila. Jeanette sacó todas las pastillas del blíster y las puso dentro de una servilleta de tela. Luego se dirigió al grupo de soldados.

“Abran paso! Déjenlo respirar. Aléjense por favor. Soy enfermera”, gritó Jeanette a los compañeros que estaban a su alrededor. Guardaron espacio y se alejaron.

Jeanette tocó la frente de Eric y dijo en voz baja, “Tiene fiebre, soldado Eric Feraud. Pero no se preocupe, no es la gripe Española”, mintió, “Le recomiendo que tome mucho líquido y se tome este medicamento”, le dio una pastilla y se la hizo tomar con el agua.

El soldado miró hacia Jeanette. Pero la luz del sol brillaba sobre Jeanette, por lo que pudo ver su cara con precisión. Eric escuchó nuevamente como le decía al oído “Debe tomar estas otras cada 8 horas, prométemelo por tu madre Giselle”, mientras introducía en su bolsillo la servilleta con las pastillas.

Eric quedó sorprendido. Jeanette, aprovechó su confusión y les dijo a los otros soldados, “Muy bien muchachos, llévenselo. No es nada de lo que creen”. Sus compañeros le hicieron caso y lo levantaron del suelo. Ella aprovechó a escabullirse al interior del establecimiento.

Le pregunté, “Crees que se salve?”. “Estoy viva, no es así?”, respondió. Iba a responder pero la llegada de Simón a nuestra mesa, me interrumpió.

Simón nos comentó que llegó a un acuerdo en el precio por la cadena de oro. Tenía suficiente dinero hasta para comprar un vehículo. Consiguió comprar un Ford Modelo T, 1915 en $500. Pagamos nuestra comida y nos fuimos en esa antigüedad directo al avión.

Horas más tarde llegamos a donde estaba el avión. El sonido de nuestro vehículo había alertado a nuestros amigos.

“Por fin llegan! Muero de hambre! Trajeron algo de comer?”, preguntó Mike.

Luego de que comieron, Simón explicó a George sobre la situación en que nos encontrábamos. George logró arreglar el avión con partes del modelo T y otras refacciones que trajo Simón.

Esperamos a que anocheciera y luego despegamos.

Simón tomó el mismo rumbo por donde veníamos, la misma altura y velocidad. Para nuestra suerte, encontramos la misma anomalía que nos había hecho regresar al tiempo.

Luego de pasar los minutos aterradores de turbulencia, Simón escuchó al operador de la torre de control de Los Ángeles, indicándole que tenía permiso para descender.

Escuchamos por el parlante de la aeronave a Simón decir “Lo logramos!”

Los tres nos miramos aliviados.

Nuevamente! Gracias! Gracias por leer...

Iba a agregar una parte donde Jeanette encontraría nuevamente el pañuelo en las cosas de su madre, pero se me acabó el tiempo y el espacio que tenía el concurso!

Saludos!

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¡@jadams2k18! Muy bueno el contenido, sigue asi!

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