Un cuento de halloween

in #cervantes5 years ago


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Cuando calculó que se encontraba a unos 3 kilómetros del castillo disminuyó la velocidad haciendo cambios cada vez más reducidos hasta que soltó el embrague de golpe, el viejo Chevrolet Tacuma hizo unos movimientos espasmódicos y se detuvo. Hasta esa precaución de no accionar los frenos tuvo, no quería que en la oscuridad entre la llovizna que distorsionaba y expandía la poca luz se viera una refracción de la señal roja del stop que alertaría de su cercanía.

Caminó hasta la playa y desde allí al castillo, el viento helado levantaba gotas de agua salada que formaba una bruma asfixiante que mojaba intensamente y le hacía castañetear los dientes de frío, pero era la única forma de poder llegar sin ser visto. La disposición del castillo era tan estratégica que no había ninguna otra chance de acercarse sin ser visto desde la carretera y muy pocas desde el agua.

Apenas divisó la muralla que servía como contención de las mareas y como defensa ante posibles miradas y visitas no deseadas, entendió que sería un buen escondite, era lo suficientemente alta como para que no pudiera ser visto desde adentro y creaba una sombra tan oscura que tampoco permitía que los posibles guardias lo observaran desde las almenas. Esa misma falta de luz también atentaba contra su propia seguridad por lo que se mantenía lo más pegado posible a la pared, más que para no ser visto, por temor a tropezar y caer al agua y golpearse con alguna piedra. La marea era muy fuerte en esos momentos.

Finalmente y con gran esfuerzo llegó al sector donde la muralla desaparecía para dejar paso a una pequeña playa que servía para atracar un bote y dar una salida al mar, estaba casi a descubierto, solo las grandes sombras de los árboles interiores le daban cierta protección pero sabía que seguramente era un sector más vigilado que el propio muro, se tiró al suelo y comenzó a reptar lentamente, tratando de evitar ruidos y movimientos bruscos que revelaran su presencia.

Pese al frío reinante sudaba copiosamente, estaba totalmente empapado pero no podía abandonar, sabía que dentro del castillo tenían secuestrada a su hermana y la venderían a unos árabes junto a otras 4 chicas desaparecidas como ella en condiciones similares. Era esa noche o nunca ya que en la madrugada siguiente se produciría el arribo de una embarcación que se las llevaría, todo eso lo sabía por el viejo mayordomo del castillo que cansado de tantos crímenes había confesado en la comisaría pocas horas antes, cuando salió supuestamente a comprar alimentos para la recepción que al día siguiente darían a los árabes durante la transacción comercial.

El criado se presentó de repente y fue una suerte que se encontrara aun en su despacho y oyera la confesión, el comisario pretendía organizar una redada para el día siguiente, cuando consiguiera los refuerzos y material de asalto necesario; pero él sabía que de esa manera no llegarían a tiempo, había que actuar inmediatamente y por eso se encontraba allí y ahora.

Con gran esfuerzo, metro a metro iba acercándose a la casa, trataba de penetrar la oscuridad para observar si había alguien entre los árboles pero no podía ver nada, tampoco oía ningún ruido sospechoso, era muy extraño, como si estuviera absolutamente solo. De pronto sintió una fuerte presencia muy cerca suyo, no distinguía a nadie pero sabía que alguien estaba allí, quiso extraer su Glock 19 y en ese momento lo vio, era un hombre muy alto, totalmente cubierto por una túnica negra como la noche, con una capucha terminada en pico que ocultaba sus facciones. Los ojos del detective no daban crédito a lo que veía, en sus manos este ser extraño tenía una enorme guadaña, como si fuera la parca, se paró rápidamente para apuntarlo con el arma pero el otro fue más rápido, sintió el golpe que no fue fuerte ni violento, incluso no le dolía, solo atinó a tomarse el vientre para evitar que sus intestinos escaparan por el limpio tajo que le propinó el atacante. Se le nubló la vista y sintió el segundo impacto en el cuello, una oscuridad completa lo envolvió y ya no sintió nada más, ni siquiera tuvo tiempo de lamentar haberle fallado a su hermana.

Era un 31 de octubre, noche de Halloween y el hombre de negro levantó un brazo y se descubrió la cabeza, era el mayordomo, o mejor dicho el propietario del castillo, había cumplido con su ritual anual del festejo del día de los muertos.

Héctor Gugliermo

@hosgug

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