Todos vamos a morir

in #entropia5 years ago (edited)

Pese a que los seis hombres eran gauchos de experiencia acostumbrados al arreo y a las inclemencias del clima patagónico, la nieve que no paraba de caer, la cerrazón no permitía ver más allá de unos pocos metros y el frío glacial hacía pensar que la situación era como mínimo preocupante.



Fuente

Intuían que no faltaba mucho para llegar a Rospentek, pero no podían asegurarlo, un día atrás habían cruzado el arroyo Magán y eso significaba que el caserío debía estar ahí nomás, muy cerca.

En un momento dado, mientras tomaban un café rancio pero caliente, se despejó por un instante la niebla y pudieron ver el valle y al fondo el poblado, efectivamente estaba cerca, menos de una legua, pero sería bravo llegar con esas condiciones. La niebla, tan rápido como se había despejado volvió a cerrarse y mucho más que antes, si ello fuese posible.

- Sería bueno tener una brújula para orientarnos ahora que tenemos fresco el lugar hacia donde debemos ir – dijo el Jacinto.

- Tengo una – mencionó Tomanovich, el jefe de la cuadrilla.

- Bravo! tome nota del rumbo y apurémonos a continuar que nos helarnos – dijo Méndez.

- Tómela Ud. que sabrá manejarla – aclaró el jefe.

Sin perder tiempo uncieron los bueyes, cada uno subió a su carreta y continuaron el viaje, Méndez era el encargado de la brújula y por supuesto guiar la caravana, Tomanovich era el único que iba a caballo y llevaba una tropilla de 12 entre zainos, alazanes y bayos.

El trayecto se hacía eterno, los bueyes no podían levantar la cabeza de la nieve y los yugos iban acumulando más y más agregando peso adicional y haciendo que el paso fuera aún más lento, pararon para analizar la situación y decidieron dejar las carretas y avanzar solo con los caballos y bueyes, la vida de todos estaba en juego.

Transcurrieron algunas horas que parecieron días, avanzaban metro a metro, cada vez más cansados y ateridos de frío; finalmente pudieron divisar las primeras casas a tan solo 40 metros de distancia, tan así de cerrada estaba la visibilidad.

Todos contentos se abrazaban, saltaban y golpeaban, no solo para festejar sino también para activar la sangre, por miedo a que se les congelara.

Solo el jefe estaba sentado en su caballo duro y sin movimiento, con la cara blanca y casi totalmente tapada por nieve, le preguntaron si se sentía bien y luego de unos segundos que parecieron eternos, cuando todos pensaban lo peor, Tomanovich dijo: - Todos vamos a morir.

Lo bajaron del caballo y comenzaron a masajearlo y pegarle, quizás más fuerte de lo necesario pero era necesario. De a poco recuperó algo de movilidad y volvió a hablar, estaba enojado y pensó que lo querían matar.

Se paró con dificultad y torpemente comenzó a tirar mandobles a diestra y siniestra, insultaba y gritaba. De pronto todos los gauchos del grupo prorrumpieron en risas y ahí, como por arte de magia el jefe reaccionó, vio que esos hombres rudos y hoscos, esos que en los primeros tiempos le habían provocado reticencia y desconfianza lo habían sacado del trance en que había caído y que no iban a morir todos de frío, no al menos ese día.


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Héctor Gugliermo

@hosgug

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