Siete amigos
Rara vez tantos jóvenes se convierten en amigos íntimos al unísono, no solamente lo menciono por la cantidad sino además por la época en que esa estima se forjó entre nosotros, cuando éramos muy jóvenes, durante los años que compartimos en la escuela media.
Como muchos otros grupos había algunas peleas y mucha competencia, pero como pocos la amistad y el compañerismo excedían con creces esas rencillas y el vínculo se fortalecía día a día tanto en la escuela como para la vida.
Cinco de los siete proveníamos de hogares llamémoslos normales o si lo prefieren estándar, los otros dos tenían problemas familiares graves, José y Luis; el primero vivía solo con su madre y dos hermanas mayores, jamás conoció a su padre, el segundo se tuvo que ir de la casa para no soportar los golpes que le propinaban sus progenitores. Pero esos hogares irregulares antes que crear en ellos problemas sociales y psicológicos perfectamente justificados, no habían hecho mella sino que por el contrario el grupo los contenía y se auto contenía en un ambiente de normalidad, comprensión y apoyo mutuo.
Fue en el último año del secundario, en el viaje de egresados que decidimos tomarnos una fotografía frente a ese castillo al cual ninguno prestó demasiada atención. Recuerdo perfectamente el momento en que otro compañero nos tomó la instantánea, Juan Carlos decidió salir con el cigarrillo en la boca, un signo de rebeldía absoluto para aquellos tiempos.
Por supuesto guardé mi copia de la instantánea y solo la saqué para observarla pocos años más tarde para rememorar esos tiempos, fue cuando José falleció en aquel terrible accidente. En ese momento no reparé totalmente en lo que la fotografía me devolvía, creí que era una confusión debida al estado de shock en que me encontraba, justamente faltaba José, éramos solo seis dando la espalda al castillo y hasta parecíamos más grandes.
Nunca más, hasta ahora recordé ni volví a mirar la fotografía.
Bastante más de 40 años después encontré en una vieja caja de zapatos, muchos recuerdos de mi juventud, cientos de fotografías, escudos, estampillas de mis épocas de nobel filatelista cuyo entusiasmo y reservas monetarias solo alcanzaron para 6 meses, recuerdos olvidados que me hicieron regresar y añorar esos tiempos felices. Tantos años transcurrieron desde entonces que del grupo original solo quedamos tres con vida, a temprana muerte de José le siguieron muchos años más tarde Roberto y Luis, los dos juntos en esa carrera de automóviles sobre las que eran tan fanáticos al punto de correr ellos mismos cuando era hora de que lo hicieran sus hijos.
El siguiente en la lista fue Octavio, hace solo una semana. Quizás por ello comencé a buscar mis recuerdos de esa época, sin saberlo buscaba la fotografía del castillo y los siete amigos jóvenes e inseparables como lo habíamos sido.
La sorpresa e incredulidad al ver la foto ya un tanto descolorida y ajada dio paso a la desesperación y al desconcierto, por eso estoy esperando que llegue lo que queda del grupo: Ricardo y Juan Carlos, este último con algunos problemas de salud, para tratar de encontrar entre los alguna explicación lógica a los hechos.
Deberé ser cuidadoso y antes de mostrarla tendré que prepararlos, explicarles y calmarlos en caso de ser necesario, es posible que no crean en mis palabras antes de ver la imagen, es lógico, yo tampoco lo creería. En la fotografía solo hay tres personas delante del castillo, Ricardo, Juan Carlos fumando y yo, los tres nos vemos con el aspecto actual, personas cercanas de la vejez, casi irreconocibles para cualquiera.
Fuente
Los que nos han dejado físicamente ya no están en la imagen, como si ésta tuviera vida propia, como si se empeñara en reflejar el momento actual y se negara a mostrar lo que capturó aquella vez, el tiempo en que los siete amigos éramos inseparables, jóvenes y con toda una vida por delante.
Héctor Gugliermo