Primer trabajo (parte I)
Avanzado el año 1974 Roberto no tenía noticias de su ingreso al banco, sería su primer trabajo y estaba nervioso, necesitaba generar ingresos para él y para ayudar a su familia, pero la carta o el telegrama, no sabía bien como le avisarían, no llegaba y su paciencia se agotaba.
Edificio donde funcionó la Cámara Compensadora, hoy en día monumento histórico y sede del museo nacional de numismática
En setiembre de ese mismo año su padre habló con un conocido y le consiguió ingresar a una gran compañía agropecuaria como cadete, no era lo mismo que como “empleado administrativo” en el banco más importante del país pero ya casi había perdido las esperanzas al no recibir noticias, estaba seguro que por alguna razón desconocida habían decidido no incorporarlo.
Hizo todos los tediosos trámites e ingresó a la empresa agropecuaria, durante todo octubre lo mandaron a hacer mis cosas distintas: retirar sobres, entregar sobres, hacer la cola en los bancos y abonar boletas y facturas, ir a estudios jurídicos de la zona para llevar o retirar expedientes sobre los que no sabía que significaban. Lo único que entendía perfectamente era cuando el gerente lo mandaba a prepararle un té, siempre bien cargado y con 6 cucharadas de azúcar. No era un entendido sobre las infusiones pero 6 cucharadas le parecían una exageración, sin embargo jamás dijo nada.
A mediados de octubre lo mandaron para sustituir a otro cadete en una subsidiaria de la empresa, era una fábrica que se encontraba por Parque Patricios, a 200 metros de la cancha de Huracán. El lugar y la distancia desde su casa eran incómodos, en poco más de un mes se había acostumbrado al centro, a su gente, al movimiento, a las luces. Por suerte era casi verano y la luz del sol aun lo acompañaba cuando regresaba a su casa a eso de las 19:00 horas. Creía que en invierno, oscureciendo más temprano le daría depresión.
Finalmente llegó la noticia esperada! Con carta certificada le avisaban que el 15 de diciembre tenía que presentarse en las oficinas del banco para su incorporación. No cabía en sí de la alegría pero inmediatamente surgió una preocupación, tendría que renunciar a su reciente empleo y quizás eso no le gustara a su empleador y su padre podría sufrir alguna consecuencia. Pero todo quedó en una anécdota cuando su padre le dijo seriamente: “hijo, es su futuro y su Ud. considera que es mejor ingresar al banco, pues hágalo, no se preocupe, yo me encargo de presentar las justificaciones que hagan falta”.
En la fecha prevista (un tanto raro ingresar tan cerca del fin de año) se presentó y luego de un día agotador de trámites interminables finalmente fue acompañado a su destino, salieron a la calle, dieron vuelta a la manzana e ingresaron en un edificio antiguo muy hermoso, era la cámara compensadora, no tenía idea de que significaba eso pero seguramente le explicarían.
Una cosa que no le gustó pero se cuidó de no mencionarlo era el horario, como cualquier bancario especulaba con que su horario de trabajo sería de 9:15 a 17:15 pero no, debía ingresar a las 14:30 para retirarse a las 22:30, horrible! Sin embargo se enteró que había otros dos horarios posibles, 16:00 a 24:00 o 18:00 a terminar. Uno peor que el otro, concluyó en que le había tocado el mejorcito de lo peor.
Sin embargo con el correr de los días sus nuevos compañeros y jefes le explicaron cómo era la tarea que allí se desarrollaba y los horarios. No era horrible después de todo.
La fotografía es de mi propiedad.
Héctor Gugliermo