Elal
Desde mucho antes de la conquista española y hasta nuestros días, en la Patagonia coexisten varios pueblos amerindios, debido a su mayor población se destacan los mapuches y los tehuelches. Los primeros fijaron su residencia más cerca de la Cordillera de los Andes y los segundos más habituales en la región pampeana y las estepas patagónicas. Esta es una visión simplificada de la situación, existen muchas otras tribus y pueblos aborígenes, pero podemos asegurar que estos dos fueron los más importantes.

Cerro Chaltén - hoy conocido como Fitz Roy
Ambos pueblos comparten varias características similares, una de las más importantes está dada en que prácticamente no utilizaban la escritura y por lo tanto confiaban sus memorias a las historias y leyendas propagadas de boca en boca, por ello es que existen tantas, algunas muy interesantes con características místicas y religiosas.
Este es el caso de Elal quien con distinto nombre y otros rasgos y características disímiles tiene su leyenda en ambos pueblos.
La versión tehuelche dice que la Patagonia era solo un paraje enorme y desolado cuyos únicos habitantes eran el frío, el hielo y la nieve. Hasta que un cisne la cruzó. Venía desde una isla lejana más allá de donde se pierde la vista en el mar y donde mora el dios Kóoch, creador de la vida. Allí había nacido Elal y al crecer tomo al cisne y se subió a su lomo para trasladarse al continente, el ave lo depositó en la cumbre del cerro Chaltén.
La leyenda dice además que detrás del cisne vinieron todos los pájaros y los peces los siguieron y hasta los mamíferos cruzaron unos encima de otros y la Patagonia se pobló de especies.
Durante tres días Elal fue cobijado por las aves quienes además le proveían de alimentos y agua, luego de ese período de descanso y meditación se decidió a bajar la ladera de la imponente montaña. Sin perder tiempo salieron a su encuentro el frío y la nieve ayudados por el viento helado y el hielo, todos enfurecidos al ver que sus dominios eran invadidos por un desconocido. Pero Elal no se amedrentó, tomó dos piedras y las hizo chocar entre sí para crear el fuego y ahuyentar a los malvados dioses. Luego con su arco mágico lanzó flechas al mar para hacerlo retroceder y ganar tierras para sus animales; organizó la vida, creó las estaciones y un día jugando con barro creó al tehuelche, tanto al hombre como a la mujer.
A ellos enseñó los secretos del fuego, a construir armas para cazar, hacer abrigos con las pieles de los animales y sobar el cuero para construir sus rucas. Trasmitió el amor por el prójimo, la pareja y la familia. Cuando se sintió satisfecho reunió a la tribu y se despidió, no sin antes indicarles que no le rindieran tributo, solo les pidió que enseñaran a sus hijos y a los hijos de sus hijos lo que había aprendido. Se subió a su cisne y emprendió su viaje de regreso.
Los tehuelches aseguran que en una isla remota a la que no se puede llegar vive Elal sentado frente a una hoguera que jamás se extingue.
Cada tanto llega algún tehuelche resucitado para quedarse a conversar con él. No todos llegan, solo aquellos guiados por Wendéunk, el espíritu que lleva la cuenta de las acciones buenas y malas de los tehuelches y aquellos cuyo balance arroja buenos resultados son conducidos, después de muertos, al encuentro de Elal.

La fotografía es de mi propiedad.
Héctor Gugliermo
No tenia idea de que esto existía en la Patagonia muy místico e interesante
Existen y muchas historias, si recorres mi blog vas a encontrar varias, una más bella que la otra. Gracias por tus comentarios @linita70.