El tronco del aula

in #entropia5 years ago


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En mi país decimos cuando alguien es muy malo jugando al fútbol que es un "tronco", esto lo menciono para que se comprenda bien el título de este cuento.

Robertito era muy malo jugando al fútbol, probablemente un poco por su genética ya que su padre jamás había pateado una pelota y otro tanto debido a la muy fuerte tendencia de su madre a protegerlo de cualquier peligro, siempre y cuando consideremos a un simple juego de pelota algo peligroso.

Robertito era un mimado de su mamá y no hacía nada que ella no autorizara, no jugaba juegos de niños como el fútbol o las escondidas o el simple policías y ladrones porque su madre pensaba que si caía se podía lastimar. Siempre iba al colegio vestido prolijamente y eso también era un impedimento para que liberara toda la energía que cualquier niño tiene en edad de escuela primaria, no podía ensuciarse y mucho menos romper la ropa.

Si alguien molestaba a Robertito, aunque fuera una simple discusión por tonterías de niños, la madre salía corriendo para quejarse primero con el celador y luego, si era necesario, llegar hasta las más altas autoridades del colegio, el rector y hasta el director. Nunca Robertito supo lo que era pelearse con otro niño.

No obstante todos los impedimentos, el fútbol le gustaba, secretamente porque tenía miedo que su madre también censurara sus más recónditos gustos y pensamientos.

Cuando creció y pasó a la escuela secundaria, quizás por ser más grande o porque su madre tuvo a su hermana y ya no le dedicó tanta atención, Robertito comenzó a experimentar en algunos juegos y por supuesto entre ellos el fútbol. Pero los años de no haber podido siquiera acercarse a una pelota habían hecho mella en sus habilidades, no sabía pararla, no sabía patear, no sabía gambetear a un rival y menos aun cabecear o dar un pase con exactitud, un verdadero "tronco" decíamos todos.

Sin embargo era un chico simpático, bueno y siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros en lo que si era fuerte: el estudio y la tarea, así que cuando se armaba un equipo para jugar algún campeonato en el colegio se lo incluía entre los suplentes. Salvo que faltaran algunos titulares o el campeonato estuviera definido, Robertito no entraba a jugar. Pero un buen día se dio todo lo necesario como para que jugara, dos integrantes del equipo estaban enfermos y el campeonato estaba asegurado a falta de dos fechas y entre todos decidimos que jugaría y no solo unos minutos, todo el partido.

Por supuesto lo pusimos de delantero, no al arco porque no atajaría nada, sería como un colador para el agua, tampoco en la defensa por motivos similares, el medio campo estaba completo y era inamovible así que solo quedaba la delantera donde si no tocaba una pelota al menos no provocaría un daño al equipo y los otros que jugaban adelante eran muy buenos.

El partido se planteó tal como estaba previsto, el equipo rival no era muy fuerte y los dos delanteros buenos se las arreglaron para hacer un gol, Robertito no había tocado una sola pelota aunque parecía divertirse, para él era un sueño estar en el equipo y con eso le bastaba.

Promediando el segundo tiempo llegó su oportunidad y no la desperdició, una pelota llegó a sus pies de rebote, vio que estaba solo frente al arquero, cerró los ojos y pateó al arco con todas sus fuerzas, no calculó bien los tiempos y el tiro le salió pifiado y lento, con un efecto raro, parecía fácil para el arquero pero pisó mal y se resbaló, cayó al suelo sin alcanzar la pelota que mansamente fue a dar contra un poste e ingresó a la valla, goooooollllll de Robertito, tardó unos momentos en darse cuenta de lo que había hecho y cuando comprendió que era el primer gol que hacía en su vida en un campeonato del colegio enloqueció y salió corriendo, había visto muchas veces por televisión como los jugadores se colgaban del alambrado para gritar el gol junto a los espectadores y al observar el andamio de una refacción que se estaba desarrollando en las aulas traseras enfiló hacia el como desesperado intentando emular esos festejos alocados, se colgó de un travesaño que sostenía la estructura del andamio y todo se vino abajo, Robertito quedó atrapado dentro de una gran pila de maderas y tablones, no se movía.

Todos corrimos raudamente pensando que se había lastimado pero quedamos aliviados al ver su sonrisa de oreja a oreja, por suerte no le había pasado nada, solo un pequeño golpe, para nada estaba dispuesto a permitir que el dolor tapara la satisfacción del gol.

Luego de unos momentos seguimos el partido pero antes nos hizo jurar que solo le contaríamos el gol a su madre, nada del festejo y menos aun del golpe.

Siguió jugando cada vez que lo pusimos pero jamás logró mejorar, era el tronco del aula sin embargo jamás olvidó la alegría de ese primer gol y hoy, veinte años después lo sigue contando con el mismo entusiasmo.


Héctor Gugliermo

@hosgug

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