El talismán

in #entropia5 years ago (edited)

Caminaba como todas las mañanas por la calle Maipú hacia su trabajo, mientras esperaba que pasara el tranvía por la intersección con la calle Bartolomé Mitre en la acera del Palacio Ítalo Americano, donde tantas veces se paró a observar la escultura de Rómulo, Remo y la Loba vio un objeto brillante, aun con la escasa luz del amanecer.

Se acercó hasta la entidad para comprobar que era una especie de joya, un medallón dorado con una piedra roja incrustada y una cadena de igual o similar material, no era un experto en joyas ni mucho menos pero intuyó que sería de valor. Debajo del singular objeto había un sobre amarillento. Antes de tomarlo miró hacia todas direcciones pero no vio a nadie, a esa hora y con el frío que estaba haciendo era el único transeúnte en cien metros a la redonda.

Levantó tanto el medallón como el sobre, quizás contuviera datos del propietario o alguna pista que le permitiera devolverlo a su dueño, lo guardó en uno de los bolsillos del pantalón, se levantó la solapa del saco, se arregló el sombrero y siguió su camino hasta el banco.

Durante el día el ajetreo de su importe puesto como jefe del sector cuentas corrientes lo mantuvo muy ocupado y hasta olvidó que lo tenía en el bolsillo, por la tarde cuando regresó a su casa y luego de cambiarse de ropa y merendar lo sacó para observarlo en detalle y leer el contenido del sobre.

Los caracteres incomprensibles que se encontraban impresos en el papel eran del tipo cirílico y le costó bastante tiempo dar con alguien que los comprendiera. Finalmente cuando encontró a quien podía leerlos y desentrañar el misterio, no lo dudó un instante pese a que el costo de la traducción le impediría llegar cómodo a fin de mes. Pero algo más logró de ese desembolso no previsto, conoció que existían los Osetios, últimos descendientes de los Alanos que vivían desperdigados por varios países, el traductor pertenecía a los musulmanes suníes y había nacido en el país que hasta hacía muy pocos años se llamaba Persia y ahora Irán.

“A quién encuentre este talismán, debidamente investido de sus poderes por las leyes de la astrología en la conjunción superior de 1321, no intente devolverlo, ahora es suyo y solo el destino decidirá cuándo cambiará de manos. No es un amuleto y no deberá tratarse como tal, tiene poderes, de los buenos y de los otros, solo Ud. decidirá cuales usar.”

Si era todo muy extraño hasta antes de la traducción del texto, ahora lo era más. La recomendación no era del todo clara y menos aún le explicaba cómo usarlo.

Comenzó con un pequeño ejercicio, dado que su economía, de por sí ajustada, había sufrido un duro golpe al pagar el costo de la traducción, quiso recuperarse jugando a la “quiniela”, un juego de apuestas clandestino muy popular que pagaba a quienes acertaban las dos o tres cifras del sorteo de la lotería nacional. Se concentró para pensar el número que saldría el próximo sábado, pensó, y repensó y de pronto el 321 se fijó en su mente; fue hasta la garita de Azcuénaga y Pacheco de Melo donde Jorge, el policía que dirigía el tránsito, tenía un segundo ingreso pasando al capitalista de la zona los números que los vecinos elegían para la quiniela. No era jugador, sus exiguos ingresos no le permitían esos gastos pero su madre si jugaba siempre, centavos por supuesto pero era un pasatiempo adicional ya que no hacía otra cosa más que cocinar, limpiar y escuchar las radionovelas. Ahora su madre ya no estaba pero sabía a quién acudir para esos menesteres.

El sábado por la tarde no se separó de la radio, a eso de las 3 daban los resultados de la lotería, mientras tanto escuchó un programa de tangos y luego otro de deportes con los pronósticos de la fecha de fútbol del día siguiente. Finalmente dieron los 20 premios y el 321 no salió, ni cerca estuvo.

Esa noche soñó que ganaba y también con el talismán, un sueño raro donde todo se mezclaba, la garita, el chico que sacaba las bolillas, billetes. Todo aparecía en una loca sucesión de imágenes, pero jamás vio el número ganador.

El domingo y el lunes tuvo sueños similares, variaban algunos detalles pero básicamente era el mismo, cuando se despertaba recordaba todo, menos el número al que debía apostar. Estaba totalmente confundido y comenzó a pensar que el mensaje del talismán seguramente estaba en otra parte o había otra forma de interpretarlo. Su obsesión iba en aumento y finalmente el viernes por la tarde se acercó hasta el policía y le preguntó que pálpito tenía para el sorteo del sábado. Jorge para sacárselo de encima porque no quería llamar la atención le dijo 888, número feo, horrible pero lo jugó.

El siguiente sábado por la tarde otra vez sentado en una silla de mimbre escuchó azorado que el primer premio de la lotería de ese día había sido para el número 23888. No lo podía creer, tampoco el policía que como le había dado cualquier número ni se le ocurrió jugarlo.

Creyó entender cómo lograr que el talismán hiciera lo que él quisiera entonces buscó algo más complejo. Siempre deseó viajar por el mundo por lo tanto pediría un viaje, a cualquier parte, no tenía pretensiones. Dos semanas después el gerente le anunció que debería viajar hasta Bahía Blanca, el banco abría una nueva filial y el sería el encargado de adiestrar al personal de cuentas corrientes. El viaje se había dado, mucho más cerca de lo que hubiera querido, ni siquiera era en otra provincia pero viajaría. El talismán le gustaba cada vez más.

Esta historia continuará....


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Héctor Gugliermo

@hosgug

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Buenisima historia, más porque soy un recurrente transeúnte y vagabundo de esas calles de la historia.

¿Probaste usando otros hashtags para llegar a más gente? Como #cervantes, por mencionar la más conocida.

Creo que alguna vez puse es etiqueta pero desde entonces no he vuelto a usarla. Probaré, gracias por tu consejo.

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