El artista

El hombre de hirsuta barba no era nacional, ni él sabía bien cuando había nacido, solo recordaba que fue en Polonia y que de pequeño su familia emigró debido a la invasión y a la guerra, eso lo situaba aproximadamente en el año 1935 por lo que calculaba que para la época en que se fue para la Patagonia tendría unos 33 años. Aparentaba más, como dije la barba y el pelo crespo desprolijo le conferían una edad incierta aunque de ninguna manera joven.

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Tampoco sabía cómo terminó en la Argentina, jamás le preguntó a sus padres el motivo del porque este país y no otro, pero aquí estaba.

Una vez terminado los estudios secundarios partió para Canadá en busca de una carrera que no sentía, en contra de la opinión y voluntad de su familia abandonó todo para retornar a su país de adopción y dedicarse a lo que le gustaba: las artes plásticas, en especial la pintura y el dibujo.

La fiebre de la juventud y su afición por la caza y la pesca lo llevaron a andar lejos de Buenos Aires y allí comprendió que podía tener algo propio, algo que las grandes ciudades no regalan, solo prestan.

Le gustaba caminar por senderos donde no se notaban las huellas del hombre, solo animales y plantas, tímidamente comenzó a esbozar los primeros dibujos y cuando regresaba a la hostería adonde había fijado domicilio repasaba los rasgos, tomaba las acuarelas y les daba vida, tanta que los animales parecían salir del papel para volver a sus madrigueras o manadas, las plantas y árboles parecían dar frutos o llenarse de flores.Su talento se reveló inmaculado y por ello fue feliz.

Con sus actitudes y dones atrajo la simpatía de los posaderos que a su vez eran gente pionera en la zona y conocidos de todos los terratenientes, comerciantes y habitantes del pueblo, no fue difícil para ellos encontrarle una cabaña semiderruida y abandonada para que con poco pudiera tener su propio taller.

Vivió y creó obras de absoluta belleza en ese lugar oculto y alejado de todo, por más de 30 años trabajó de lo que le gustaba, jamás quiso lucrar con su arte, solo vendía algo para alimentarse y comprar insumos para continuar sus obras. Cada vez que vendía un cuadro un pedazo de su corazón se iba con él.

Una trágica noche que no quisiera recordar, llegaron dos sabandijas a su puerta, ofuscados por la fama del pintor, creyeron que era rico en bienes materiales. Se equivocaron, era rico sí pero en riquezas espirituales, era un artista y era feliz con ello.

La historia que luego fue leyenda dice que eran indígenas, uno adulto y otro joven, no me voy a dejar llevar por habladurías pero si sé que eran hombres ferales, no porque me lo hayan contado sino por cómo quedó el cuerpo del infortunado, porque eso si lo vi.

Lo ataron, le pegaron y no entraré en detalles de que otros tormentos le infringieron, buscaban la respuesta a una pregunta que el viejo pintor no podía responder: ¿Dónde está la plata?

Murió tres días después en el hospital al que solo llegó por casualidad, un leñador que siempre andaba por la zona pasó a ver si necesitaba algo, como siempre hacía, salvo que no era el tiempo en que pasaba, se adelantó dos o tres semanas, seguramente porque el destino quiso que no se fuera solo.

Héctor Gugliermo

@hosgug