Coquito
En ocasiones las leyendas se confunden o se amalgaman con historias reales y es difícil poder determinar en qué porcentaje interviene cada componente, este es el caso en esta historia.
Me la contó un puestero de la feria de artesanos del El Bolsón quien es un conocido de mi amigo Horacio. Si bien Horacio vive en Esquel, a una distancia de 140 km. de la ciudad denominada El Bolsón, viaja cada tanto por temas laborales o simplemente turísticos y allí conoce a varios comerciantes que tienen puestos en la internacionalmente conocida feria de artesanos.
Esta pujante y turística ciudad alguna vez fue solo un pequeño pueblo y hasta allí llego un señor llamado Omar Villalba durante el último año de la presidencia de Juan Domingo Perón antes de ser depuesto por militares en el año 1955. Y menciono al extinto presidente Perón porque Villalba llegó al pueblo como su enviado personal, hasta custodia tenía y sus órdenes eran obedecidas por todos sin dudar.
Inmediatamente arribado comenzó a desarrollar la tarea de hablar con los más necesitados y solicitar a las autoridades comunales que se les enviaran diversos enseres para aliviar sus necesidades: colchones, cocinas, heladera, ropa, comida, remedios; todo era debidamente anotado y solucionado.
Su popularidad creció rápidamente gracias a esa generosidad que mostraba, también ayudaba a acrecentar la fama su pequeña estatura que lo hacía parecer un gnomo. Dicen que por eso comenzaron a llamarlo “Coquito”.
No hay una única historia respecto a lo que luego pasó, las versiones fueron varias pero lo concreto es que al poco tiempo fue arrestado con el cargo de impostor, parece que no era ningún delegado personal del presidente y eso le valió un tiempo en la cárcel aunque el aseguraba que en la Ciudad de Bariloche lo confundieron con otra persona y así fue que comenzó su corta carrera como plenipotenciario.
Pasó el tiempo y cuando fue liberado se quedó a vivir en El Bolsón, los que lo conocieron dicen que era una muy simpática y generosa persona que andaba siempre con un bastón lleno de gnomos , se dedicó al oficio de lustrabotas del pueblo por muchos años.
Se convirtió en leyenda, quizás no de la forma en que él hubiera querido pero de todas maneras se ganó el cariño de todo el pueblo y hoy en día, algunos años después de su desaparición física, tiene su placa en una plazoleta de la ciudad, por lo que se la comuna estaba estudiando hacerle también una estatua.
Héctor Gugliermo