Botas de vadeo

El sol ya se oculta detrás de los cerros cercanos, calculo que hay luz para media hora más, mejor nos apuramos porque aún falta un buen trecho para llegar hasta donde dejamos la camioneta, allá debajo del puente.

Caminar por el costado de un río es muy atrayente para mí y para cualquier pescador que se precie de tal, el rumor y le visión del agua nos hace mirar constantemente en esa dirección olvidando peligrosamente el camino tapizado de piedras bocha, algunas grandes que son tan comunes y frecuentes en los ríos patagónicos. Siempre atento a cualquier movimiento extraño que delate la presencia de un pez, no puedo dejar de observar aunque sé que se hace tarde y debemos tratar de llegar antes que anochezca.

Últimamente y para evitar esta tentación desarmo la caña y el reel al emprender el regreso, de esa manera no podré hacer un “último tiro” al ver un rise que devele la presencia de una buena trucha.

Mis botas de vadeo están rotas, hace tan solo un par de años que las tengo pero el uso ha sido intenso, no aguantaron y seguramente este será el último día de uso. Como previsión tengo otro par sin estrenar en la cabaña, estaba seguro que las viejas no aguantarían esa intensa semana de pesca.

Esas botas siempre llaman la atención de aquellos que no pescan con mosca, bueno, las botas y también el wader y el chaleco. Sinceramente es un equipo que llama la atención a cualquiera, como el de un astronauta.

Las botas deben cumplir al menos un par de funciones de seguridad muy importantes, quizás más que cualquier otra parte del equipo, deben sostener bien los tobillos para evitar torceduras ya que estando en el agua en más dificultoso poder ver con total detalle esas grandes piedras que tapizan el suelo y la segunda función es la evitar que el pescador resbale al pisar ese “verdín” que se forma sobre las piedras más cercanas a la superficie producto de la vegetación y el sol.

Es por eso que las botas tienen una suela que suele ser de fieltro, uno producto especial para evitar esos resbalones. Me ha pasado y no soy el único, de querer pasar por algún sendero con un pequeño arroyo que lo cruza y pisar sobre el mismo con las famosas zapatillas de trecking que como sabrán tienen esas gruesas suelas de goma con profundas hendiduras que se agarran muy bien en los caminos de tierra y piedra pero que no sirven cuando hay verdín y agua, parece como que uno pisa un jabón descalzo en una bañera. No es una experiencia agradable sufrir un resbalón de esos, se puede terminar como mínimo mojados o peor con algún fuerte golpe o un hueso quebrado. Por eso la suela de las botas de vadeo son de fieltro.

En los últimos tiempos hay algunos cambios importantes en los reglamentos de pesca respecto a la vestimenta y los cuidados que hay que tener con el equipo debido al Dydimo, un alga tremendamente invasiva que coloniza ríos enteros por el mundo y forma una capa feo y gruesa en la superficie evitando el ingreso del sol y de esa manera matando otras formas de vida.

Ahora es necesario pasar los equipos (botas, wader, cañas y líneas) por una solución especial con desinfectante para eliminar cualquier resto de esta dañina alga que pudiera haber quedado en los mismos.

Particularmente las botas de vadeo deberán cambiar, ya no se podrá usar más esas suelas de fieltro porque absorben las esporas del alga y es más difícil de quitar. Por eso los fabricantes están probando otras formas de agarre que nos garanticen un andar seguro y sin resbalones, pinches, tapones, canaletas de acero, hay varias variantes, ninguna de las cuales he probado aun. Creo que todavía tenemos una temporada más hasta que entre en vigencia el nuevo reglamento y las prohíba para siempre, seguramente las extrañaré.

Volviendo a nuestra caminata, no hicimos a tiempo para llegar al vehículo antes de que anocheciera, nos quedamos observando, extasiados, los últimos rayos de sol que se colaban entre dos pequeños cerros y daban al agua del río una luminiscencia extraordinaria, los altos álamos de la costa y un par de bellos caballos completaron el cuadro perfecto de la naturaleza en todo su esplendor. Como no íbamos a quedarnos mirando eso.

Los últimos minutos los hicimos alumbrando el camino con nuestras pequeñas linternas que siempre llevamos por si acaso. Por suerte nadie se lastimó, una nueva y espléndida jornada había terminado, ahora solo restaba volver a la cabaña, tomar una ducha y seguramente salir a cenar a algún restaurante del pueblo, no había tiempo para cocinar ya que al día siguiente nos esperaba otra intensa jornada, probablemente con el debut de mis nueva botas de vadeo.

Las fotografías son de mi propiedad

Héctor Gugliermo

@hosgug