Admiral

in #cervantes6 years ago


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De Malopez 21 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0
Fuente

Cuando me puse a escribír el post sobre la pelea de las operadoras de televisión por cable recordé el primer televisor que compró mi padre en la década de 1960. La marca era Admiral y sospecho que era importado aunque no puedo asegurarlo.

Como mencioné era un aparato enorme y cuadrado cuya carcasa exterior estaba construida en madera y en la parte posterior le habían practicado un agujero redondo por donde sobresalía el final del tubo de rayos catódicos, una invención de la segunda década del siglo XX que fue utilizada en los primeros televisores allá por el año 1940. Por supuesto que la masificación de tan original producto tardó unos cuantos años y recién para mediados de los años 1950 en Estados Unidos y Europa era bastante común encontrarlos en los hogares.

Este televisor nos acompañó muchos años, recuerdo haber visto con él la trasmisión de la primera caminata lunar en el año 1969, aunque estoy bastante seguro de que más adivinábamos las imágenes de lo que efectivamente veíamos. Ese día en casa había una gran cantidad de vecinos y parientes, por el acontecimiento tan importante y también por como mencioné en el anterior post, porque éramos de los pocos afortunados que teníamos un televisor en el barrio.

Al hablar sobre el querido Admiral no puedo olvidar que allí veíamos cada domingo el programa "Disneylandia" y algunas series de esa época, particularmente “Combate”, claro que por entonces nadie reparaba en la gran dicotomía entre ambos programas, el pensamiento de la gente común por entonces era bastante más sencillo que ahora.

El enorme televisor tuvo un final poco acorde con el gran servicio que nos brindó, lamentablemente su muerte fue por un hecho tonto y desgraciado, sospecho que aún tenía varios años más de excelentes prestaciones para la familia.

Una hermana de mi padre había venido a pasar unos días con nosotros ya que nos habíamos mudado del pequeño y bucólico pueblo de Ensenada de Barragán a la gran ciudad de Buenos Aires, mi tía “negra” como cariñosamente la llamaba toda la familia, era muy buena y quería a sus sobrinos con toda su fuerza, era soltera y más dedicada a Dios y su familia que a conseguir novio, pero tenía un problema: era hiperquinética y no podía estar sentada sin hacer nada.

Apenas llegó a casa y se instaló en una pequeña habitación que teníamos para las visitas se cambió y se puso a ayudar a mi madre con la limpieza, en un momento dejó la escoba apoyada en una pared para ir en busca de una pala que le permitiera recoger todo lo que había barrido, quiso el destino que el palo de la escoba se inclinara y cayera resbalando por la pared hasta dar con el extremo del tubo del televisor que como dije sobresalía unos 5 centímetros más allá de la finalización de la caja de madera que lo protegía, el golpe, por lo que dijo mi madre que fue la única testigo del desafortunado hecho, no fue violento pero bastó para cortar limpiamente ese extremo del tubo y el TV quedo muerto, inútil, inservible. Mis hermanos y yo nos pusimos a llorar desconsoladamente.

Mi padre salió rápidamente en busca de un reemplazo para el entrañable televisor y al modo de una mascota que cuando se nos muere es reemplazada por otra en un primer momento la miramos con recelo, si bien la aceptamos internamente decimos: “no es lo mismo”. Y no lo era, el nuevo TV era mucho más moderno, con una carcasa de plástico que cubría en su totalidad las partes sensibles del tubo, era de color gris plomo y tenía más perillas y botones pero también era más chico y la imagen no nos convencía del todo. Sin embargo como con la mascota, resignados y reticentes la aceptamos hasta que con el paso del tiempo nos convence que también puede aportar lo suyo y vence la resistencia para pasar a ser tan importante y querido como lo que reemplazó.

El televisor Admiral dejó un gran recuerdo en mí y en toda mi familia, fue el primero de una larga lista de receptores de televisión, por supuesto que hoy en día viendo la tecnología de los nuevos aparatos no queda más que sonreir,
no se puede comparar pero eso no implica que nos olvidemos de esos grandes compañeros de otras épocas que ayudaron en la tarea de educarnos y de abrir nuestras mentes y experiencias colaborando en el largo e intrincado camino de construir nuestras vidas.

Saludos

Héctor Gugliermo

La fotografía es de: De Malopez 21 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0.
No es exactamente igual al viejo aparato que nosotros tuvimos pero sirve a los efectos de ilustrar la publicación.

@hosgug

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