Perros feroces… Perros amigos…

En la antigüedad hubo un pueblo que fue gobernado por un rey incapaz de perdonar la desobediencia de sus decretos, al igual que un error de uno de sus subalternos; el castigo, luego del juicio en la plaza pública, era arrojar al condenado a unos perros sanguinarios y entrenados para despezar y tragarse a la persona.

El relato: Cierto mensajero, por circunstancias climáticas dejo mojar los sobres de unas cartas, aunque los escritos no sufrieron perdida; aquel rey se enojó y lo llevó a juicio, por haber descuidado documentos de alto valor. El acusado luego de recibir la pena de muerte, en su último deseo pidió dos semanas para prepararse para la muerte. Le fue concedida la petición, y el hombre se jugó su última carta.

Localizo al responsable de los perros y le rogó que le dejará convivir con animales, aunque fuera por una semana; el encargado guiado por la curiosidad, aceptó, pero le hizo firmar un papel, aceptando el riesgo que corría. El condenado localizó de inmediato al alfa / el líder y logró no ser atacado; inició a llevarles el agua, y el poco alimento que recibían, los peinaba y les contaba historias inventadas, los perros al cabo de la semana lo respetaban.

Llegado el día del plazo, el hombre fue arrojado a los voraces perros, los animales no lo atacaron, lo rodeaban, luego se sentaban a sus pies. El rey rompió en furia, ¿qué le pasó a mis justicieros? El condenado le dijo: -con permiso su majestad- sucedió que pase una semana durmiendo en el corral de los perros, y ellos me cogieron aprecio; pero al reino le he servido toda mi vida, y por un error involuntario, su majestad me condenó a muerte.

¡los animales, son más agradecidos que los humanos! Hubo silencio de todo el pueblo, luego el rey ante la situación, dijo: ¡Te doy otra oportunidad de vivir! las gentes aplaudieron el gesto del rey.