PASIÓN Y PLACER VIII. JUGAR CON EL PODER TIENE CONSECUENCIAS (Relato)

in #spanish6 years ago


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En los juegos de poder
no siempre ganarás, algunas veces te tocará perder.

Hombre desnudo confundido y perplejo


Cuando despertó no sabía dónde estaba. Aturdido, se forzaba a recordar qué había sucedido y solo conseguía una inmensa laguna en sus recuerdos.

Intentó ponerse en pié, pero estaba atado de muñecas y tobillos. Forcejeó pero era inútil, lo único que conseguía era estrechar sus amarres y hacerse daño.

—Maldición —pensó, al sentir el tirón de las cadenas que le sujetaban hasta más arriba de las muñecas.

El aroma de aquel perfume despertó su mente, sus recuerdos y su cuerpo.

—¡Suéltame, zorra! —gritó enfurecido.

La risa sensual y encantadora de aquella mujer no se hizo esperar.

—¿Estás como una fiera en celo?¿Así como me gusta? —preguntó, burlona, mientras se relamía disfrutando del espectáculo que aquella erección le ofrecía. Disfrutaba la sensación de sentirse poderosa frente a él.

Gruñó entre dientes, mientras se maldecía en silencio por tener una voluntad tan débil.

Ella, a los pies de la cama, lo miraba satisfecha, mientras provocaba sus sentidos con perversa sutileza.

—Esto te gusta, ¿no es verdad? —le preguntó mientras acariciando sus pechos, iba soltando las tiras de aquel vestido.

Un gemido se le atoró en la garganta, al observar aquellos pechos caer con lentitud y sensualidad una vez liberados de su prisión. Sus hermosos pezones, rosados, erectos e incitadores vistos através de aquel encaje, provocaban en él el deseo visceral de morderlos y chuparlos, saboreándolos con deleite.

Escucharla ronronear de placer al acariciarse y pellizcarse como él lo habría hecho, lo excitó aún más.

—¡Suéltame! —le espetó de nuevo, mientras ella se balanceaba de un lado a otro, mostrándole aquellas curvas por donde, en el fondo, su boca y sus manos deseaban perderse.

Se colocó a horcajadas sobre el un instante, solo para provocarlo.


Mujer dominante en ropa interior negra sobre un hombre en la cama


Con sus ojos clavados en él, comenzó a liberarse de la lencería con mucha lentitud. le gustaba ver cómo se iba encendiendo sin poder evitarlo. Quedando desnuda por completo frente a él, pudo percibir el deseo en sus ojos. Él la miraba con lujuria, con el anhelo del amante que quiere poseer, invadir, apropiarse de la carne, la mente y por qué no, de todo su ser.

Saberla dueña de sí, ama de la situación y de sus ganas lo enfurecía. Era ella quien debía estar allí, atada a su merced y no él; él no había nacido para ser sumiso.

—¡pagarás tu insolencia, que lo sepas! —exclamó, mientras ella se frotaba con intensidad contra su miembro, abrazándolo con aquellos pechos tibios y deliciosos.

Un gemido casi se le escapa, al sentir cómo su glande rozaba una y otra vez contra el pliegue de sus pechos.

—¡Te ordeno que me sueltes, venga ya! —volvió a exclamar. Ella hizo caso omiso de sus órdenes e introdujo aquel miembro turgente en su boca y comenzó a succionar.

Se estremeció, mordiéndose el labio inferior con fuerza para no gemir.

Impulsado por el deseo, comenzó a subir sus caderas en busca de aquella garganta, de aquel movimiento que lo enloquecía.

—¡Quieto! —le ordenó, golpeándolo con aquella vara de bambú que otras veces había utilizado en ella—. Te moverás si yo te lo ordeno o probarás un poco más de esto— le dijo balanceando la vara frente a sus narices.

Rugiendo como una fiera, luchó un rato contra sus cadenas, mientras ella a horcajadas, frotaba su humedad contra aquella virilidad ávida por invadirla, golpeando su torso con la vara, al ritmo de sus caderas.

—Que rico te pones —le susurró al oído, mientras seguía frotándose contra él, ahora también con sus pechos.

—¿Quieres que te folle? —le preguntó ella, mientras le lamía las escoriaciones. La sensación de placer que le provocaba aquella lengua lo seducía.

—¡No! —exclamó, intentando controlar su mente, sin éxito.

—¿De verdad no quieres? —preguntó ella con malicia, mientras descendía con su lengua hasta su pubis e introducía con lentitud el miembro ahora palpitante.

—Que divino—pensó y, sin poder controlarse exhaló el aire que venía conteniendo.

Consciente de su excitación, comenzó a acelerar los movimientos y las succiones, empujando cada vez más y más adentro, arrancándole profundos gemidos y jadeos.

—¡Sí!.. así, que rico lo haces —murmuraba, presa del deseo que esa boca le daba.

Rendido ante el placer de sentir las caricias en todo su sexo, alternándose con aquella lengua y aquella boca, se dejó arrastrar a lo más profundo; en medio de aquel éxtasis, sintió sus dedos traviesos hurgar más allá de lo experimentado antes por él.

—¿no!.. ¡no! —exclamaba entre jadeos y gemidos, intentando contraerse y cerrarle el paso, pero el deseo era más fuerte que su mente y sus prejuicios.

Se tensó sin poder evitarlo. Sintiendo como aquel dedo pulsaba al compás de aquellas húmedas caricias, intentaba resistir aquel éxtasis insospechado.
—Dámelo todo, así… Córrete, cariño —repetía ella en voz casi inaudible, mientras lamía, succionaba y presionaba.

Escucharlo gemir de aquella manera, mientras recibía todo lo que tenía para dar, la desbordó.

Sabiendo cómo y dónde tocarlo, repotenció su erección.

—Hostia puta, suéltame, no puedes… —dijo jadeante cuando ella terminaba de colocarle el aro en el miembro.

—Así, apretadito te siento más rico —murmuró ella descarada, dándole la espalda mientras se sentaba a horcajadas sobre él.

—Mira, mira como te pierdes en mí, cariño—le decía, al tiempo que lo conducía a su interior, lento, pero cada vez más profundo.

—Eres una… —repetía jadeante sin poder terminar las frases, gracias a la excitación que le producía verse entrar en ella de esa manera.

—¿qué pasa, cariño? ¿Te cuesta hablar? —preguntó con evidente diversión. En su voz se reflejaba lo mucho que disfrutaba dándole un poco de su propia medicina.

—¡Sí!... ¡no!... —fue lo único que alcanzó a decir, antes de que ella comenzara a cabalgarlo con frenesí.

Arriba y abajo, ella se movía con el ardor de las ganas que brotaban de lo más profundo de su ser. Quería llevarlo al punto de no retorno, hacerlo padecer tal como ella padecía cada vez que él la torturaba a través del placer. Él la sentía expandirse y contraerse halándolo a su interior, sintiendo como se aproximaba aquel cosquilleo que no era más que la señal de que disfrutaría pronto de un potente orgasmo. Observarla desenfrenada y enloquecida por aquel anal le fascinaba, lo hacía arder en deseo. Deseaba ser él quien apretara así sus senos, quien pellizcara así sus pezones. Quería ser él, sus dedos y su lengua quienes jugaran frotando así aquel clítoris henchido a punto de alcanzar la cima más alta.

Endurecido y excitado por aquel mar que brotaba de ella empapándolo todo, se dejó llevar.

—Muévete, así…así..más —le pedía una y otra vez.

Sintió el deseo creciendo con voracidad en su interior. Estaba cada vez más cerca. Sentía la presión, la pesadez, el hormigueo.

Ella, sintiéndose triunfadora y anhelante por sentirlo llegar en su interior, se recostó sobre él, apoyando todo su cuerpo y dejando así que la penetración fuera más profunda.

—Para que veas que no soy tan mala, me dejaré, amor —le dijo mientras subía sus piernas sujetando ambas rodillas con las manos, dejándole cierta libertad de movimiento.

El peso de ella sobre él le gustaba. Aunque no se sentía a sus anchas, comenzó a empujar con sus caderas, lento pero profundo. Empujó una y otra vez, concentrado en el roce y en aquellas divinas contracciones.

—Así…así… que rico sentirte —susurraba ella entre gemidos.

Supo que era el momento de avanzar, cuando la sintió estremecerse sobre él. Sin perder el tiempo, comenzó a acelerar los movimientos, dejando que ahora fueran rápidos pero cortos, frotando su parte más sensible para así alcanzar el clímax con ella.

La conocía como a la palma de su mano, así que pudo advertir el momento justo en que alcanzaba el clímax y se dejó llevar. Se sintió un instante como si hubiese abandonado su cuerpo y el placer lo elevó.

El orgasmo compartido fue una experiencia sublime. Lo alcanzaban en pocas ocasiones, pero cada vez que lo lograban , iba a mejor.

Ella se movió despacio. Bajó las piernas y apoyó sus pies en el colchón. Aún estremecida por las sensaciones, disfrutaba su triunfo.

—Creo que… ya… me puedes… soltar —comentó,aún con la voz algo entrecortada por los jadeos.

—Creo que no… aún no termino de jugar —murmuró ella, moviéndose despacio para romper el contacto entre ambos.

Ella lo observó tendido sobre la cama y un brillo de perversión atravesó su mirada.


Hombre sensual al desnudo


Resignado a ser dominado el resto de la noche por ella, cerró los ojos y respiró profundo. Tendría que prepararse para continuar.

—aprovecha ahora que puedes —pensó, sintiendo aquellas largas y filosas uñas recorriéndole el torso desnudo—; no vas a poder tenerme atado por siempre; y cuando me sueltes, jugaremos como nunca antes hemos jugado —fue el último pensamiento lúcido que tuvo antes de sentir aquel beso devastador.

Fin.

¡Gracias por visitar mi blog!

Espero que hayas disfrutado esta nueva entrega y que vuelvas pronto.

si te ha gustado esta historia, te invito a que compartas tus impresiones a través de los comentarios.

Y si te apetece apoyarme, tu voto y un reesteem serán bien recibidos.

¡Hasta la próxima!

Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de PIXABAY.COM y de SHUTTERSTOCK.COM

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es cierto aveces toca perder, y que díficil es entenderlo

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