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Cópula, miedo y reproducción

─¿Qué le pasa Dr. Weber? ¿Nunca ha visto una mujer desnuda?

─La verdad…, hace tiempo que no…, pero ese no es el caso ─dije sobreponiéndome a la magnífica visión, pues en realidad, después de todo lo que estaba sucediendo, lo último que quería era follar con ella.

─Espero que un trago de vino lo tranquilice ─dijo Vanesa parándose del sillón y dirigiéndose al mini bar que se encontraba en el costado izquierdo de la sala.

─En realidad sólo quiero que me aclare… ─comencé a decir mientras tomaba asiento, pero en centésimas de segundo Vanesa estaba sobre mí con las copas de vino servidas.

─Que le aclare… ─dijo vanesa lamiendo mi oreja derecha y desabrochando mi pantalón.

─Pero qué…, ─contesté apretándole sus manos para tratar de esquivarla, pero ella tenía más fuerza que yo.

─No se preocupe Dr. Weber dentro de poco le aclararé algunas cosas −me dijo sin dejar de lamer suavemente mi oreja, a esas alturas la sangre en mi pene se acumulaba en torrentes incontrolables.

Desde hacía varios años que no tenia intimidad con nadie. Mis investigaciones llevadas de la mano de mi ambición invadieron mi mente al punto que ya no pensaba en sexo. Por supuesto esto ayudó a que pronto perdiera el control de mis instintos con las provocaciones de Vanesa. El calor invadió mi piel y me dejé llevar por la ráfaga de pasión que emanaba de sus fulgurantes labios. No recordaba muy bien lo que se sentía, pero tampoco puedo decir que lo que sucedió en ese momento se pudiera comparar con otras experiencias. Eso fue indescriptible, siempre lo evoco, y sudoroso, y agitado, busco ahogar el anhelo con mil razones hasta que logro apagar el fuego, sin embargo, para mi desdicha, quedan tizones que vuelven a avivar el incendio. Hoy, aún sabiendo quién es ella, el sólo recuerdo de esa noche me pone duro y por lapsos me dejo llevar añorando esa vulva que me apretaba como ninguna mujer de este mundo lo sabe hacer... y maldigo mi existencia.

Cerré mis ojos, ya no fueron más esos senos batiéndose excitados y excitándome, olvidé aprisionarlos, solo fue el roce de su cuerpo, la fuerza de su vulva…, y de repente no fue más la biología…, no entiendo qué pasó, como científico es confuso para mí describir este hecho, tal vez fue demasiada excitación…, pero esa cópula parece que me hubiera arrancado de mi cuerpo y me llevó a experimentar los elementos en conjunción con el universo. Ya no éramos Vanesa y yo, éramos la dualidad de todos los elementos danzando en el vacío y en el todo. Fuimos uno. Fuimos un dios.

Al terminar me sentí realmente relajado, de hecho, nunca me había sentido tan relajado. Incluso por unos momentos olvidé la locura que me había traído a ese sitio, sino fuera porque al levantarse mi furtiva amante, una serpiente negra se adhirió a mis muñecas como esposas de policía, realmente no sé qué era eso, pues su cuerpo era el de una serpiente pero no pude ver por dónde tenía la cabeza.

─¡Quíteme esto de encima! ─le grité a Vanesa.

─Cálmese Dr. Weber, es una pequeña medida de seguridad. No se preocupe, no le voy a hacer daño.

─¡No entiendo de qué se trata todo esto! ¡Usted me debe muchas explicaciones! ─En ese momento no podía ver a Vanesa, se había escondido detrás del sillón que fue testigo de nuestra unión─ ¡De la cara! ¡Usted además de peligrosa está loca! −le gritaba temblando de miedo.

─Como usted quiera Dr. Weber, aquí estoy dándole la cara, pregunte mientras yo termino este proceso ─contestó Vanesa dirigiéndose al sillón que estaba enfrente mío, mientras su estómago empezaba a hincharse de forma desproporcionada.

Al llegar al sillón se subió encima de su respaldo, sus pies se transformaron en unas garras que me recordaron a las patas de un ave de rapiña, las utilizó para agarrarse y se colocó en cuclillas sin que su estómago dejara de crecer.

─¡¿Qué le está pasando?! ¡¿De dónde le salieron esas garras?! ¡¿Quién es usted?! ─Ya me estaba quedando afónico de gritar.

─Una pregunta a la vez Dr. Weber ─me dijo con una tranquilidad de no creer.

─¡Dígame quién es usted! ¡No juegue más conmigo o máteme de una vez!

─Soy una guerrera amazona. Dr. Weber.

─¿Una guerrera…

─Amazona, Dr. Weber, no soy de ningún lugar de esta tierra. Pertenezco a otra tierra en un universo paralelo a este.

No sabía qué pensar ante esa respuesta. Lo que me había sucedido y lo que estaba presenciando en ese momento, ya era de por sí, inverosímil.

─¿Cuál es su verdadero nombre? ─hice esa pregunta tratando de apartar mi mirada de sus garras y su prominente vientre.

─Talestris ─contestó mientras su ombligo se abría de una forma descomunal y una bolsa alargada comenzó a crecer desde éste hasta el asiento del sillón.

─¡Oh por Dios! ¡Pare, por favor! ¡Qué está haciendo!

─Tranquilícese Dr.Weber, esto pronto terminará. ¿No desea preguntar más? ─dijo nuevamente con esa tranquilidad más que irritante.

─¿Qué va a hacer conmigo? ─yo sólo quería salir de allí, me hubiera sentido mil veces más tranquilo dentro de la cárcel.

─No le voy a hacer nada Dr. Weber. Desde hace mucho tiempo algunas amazonas venimos periódicamente a esta tierra con el fin de seguir sus progresos, pero el tiempo se acaba y este planeta no está preparado para lo que viene.

No sabía si tomar sus palabras como una amenaza, pero en ese momento no pude reaccionar al ver el enorme huevo que salió de su ombligo y recorrió internamente la bolsa hasta depositarse en el asiento del sillón.

−Por supuesto que nada de esto estaba planeado −continuó explicando la cosa que estaba frente a mí− no buscamos mezclarnos con humanos, al menos los de este universo, pero debido a lo que sucedió en el laboratorio tomé la decisión de dejarle una hija, espero que sea un buen padre y como hombre de ciencia tenga la suficiente ética con ella, pues esta niña puede contribuir a darle el impulso necesario a su atrasada ciencia. −La extraña bolsa se desmaterializó y su ombligo se cerró─. Ahora voy a realizarle una pequeña operación, indolora, claro está, para dejar su cuerpo como estaba antes del accidente en el laboratorio, todo volverá, dentro de lo posible, a la normalidad.

─Mis poderes… oiga, espere un momento, apenas los estoy empezando a conocer, usted no puede…

─Sí puedo y se necesita hacer Dr. Weber, su biología no está preparada para recibir esa evolución, su vida corre peligro. ─De su mano salió un halo de luz morada que llegaba hasta mí─. No tenga miedo, ya le dije que el procedimiento es indoloro, algunos nanobots trabajarán dentro de su torrente sanguíneo para restablecer las condiciones normales, usted volverá a ser el mismo de siempre, con algunas mejoras en su salud, pero nada que tenga que ver con «poderes», como usted los llama ─dijo en tono petulante y esbozando una sonrisa.

Continuará...

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Capítulos Anteriores:

La Sangre de mi Hija: Cap I - Inmortalidad y Muerte

La Sangre de mi Hija: Cap II - ¡La Tierra está en Peligro!

La Sangre de mi Hija: Cap III - Posible Trastorno Esquizoide