Llevaba poco más de un año estudiando mecánica dental. Tenía clases tres días a la semana, todos los lunes, miércoles y viernes yo tomaba un autobús a las 6 de la mañana que me llevará a Valencia, para que al llegar a la branger tomar otro transporte que me llevaría a mi destino, la Academia Americana. Eran dos o tres horas de clase. Ciertamente me tardaba yo más en llegar que la duración de las clases, así se sentía a veces.

Mi profesor era un experto en el área, con un carácter podrido a veces. En varias ocasiones en medio de la clase el recibía a pacientes para probar los trabajos que había finalizado. Era un salón de buen tamaño, con alrededor de veinte o treinta personas. Estábamos mezclados, cada cierto tiempo llegaban nuevos estudiantes. Y siempre al pasar las semanas éramos menos. Esto pasaba debido a que algunos estudiaban en la universidad también, otros tenían cambios de horarios y podía encontrarme con ellos en algunas de mis clases. También estaban los que iban para aprender algo en específico y al lograrlo se marchaban. Recuerdo a uno de mis compañeros, era un señor de alrededor cincuenta años, él le contaba al profesor que tomaba su clase para poder ayudar a su esposa, quien era una odontóloga, ya que los técnicos a los que ella recurría la dejaban mal. Puso mucho empeño, y fue exigente y perfeccionista con el mismo, incluso cuando obtuvo aprobación del profesor. No era suficiente para él. Lo entendía.

Al poco tiempo dejo de ir, supongo que logro su objetivo.

Debido a que era un curso donde debíamos usar una variedad de materiales y herramientas costosas, estaban aquellos que abandonaban por falta de recursos económicos.

Mi familia siempre me preguntaba cuánto duraba el curso, me hacía gracia cada vez. Muy pocos cursos duran dos años, yo lo llamaría una carrera corta. Suena mejor así.

Hubo un día donde estábamos hablando de el INCES, y me comentaron que yo aún estaba a tiempo para solicitar una postulación a una empresa y formar parte de la institución INCES. Contacte a un primo que trabajo en papeles venezolanos PAVECA, hablé con él y accedió ayudarme. Hablo con su jefe de sindicato y este le dió una lista de documentos que yo debía llevar a la empresa.

Al poco tiempo de entregar todos los requisitos y que el los llevara a su trabajo, me llamaron para la entrevista. Al llegar a la entrada de la empresa, habían muchos jóvenes, alrededor de treinta. La entrevista sería grupal. Y en dos partes. La primera en esa ocasión fue escrita. La supere con creces. Mi primo me envió una foto mostrando que destaque entre todos. Fue un alivio, ya que le insistí bastante para que me ayudará.

A los días después de llamarme me indicaron cuando debía ir para la segunda parte de la entrevista. En esa ocasión, fue oral. Es decir, entramos otra vez un grupo grande, a un salón donde habían mesas y sillas. Nos sentamos en grupos de cinco. Estaban los encargados, quienes nos evaluarían. Fueron entregadas hojas y nos pidieron hacer algo en particular. No recuerdo muy bien que fue.

La entrevista en ese momento me pareció que era una evaluación psicológica. Y varios de los que estaban conmigo en ese momento estuvieron de acuerdo. Los encargados hicieron preguntas referentes a lo escrito en las hojas se habló también de la vida personal, un poco, de aquellos que estuvimos.

Todo culminó de manera exitosa ese día. Para después enterarme que eligieron a los familiares de aquellos que eran los pesos pesados en la empresa.

Una vez más, me arrebatan una gran oportunidad.

Gracias por continuar leyendo mi historia. Aun no acabo. Cuentame si te ha pasado algo similar. Me gustaría leerte.