"No había fin de semana en el que la abuela no hiciera su zambumbia de pescado." Si, así solía decirle yo al pescado que preparaba la abuela Isabel los fines de semana. Vivíamos en la casa de al al lado y el olor se iba solito y sin pedir permiso entraba por la ventana de mi cuarto, junto al del plátano frito con el que acostumbraba acompañarlo.

Ella se preparaba desde el viernes. Se levantaba tempranito e iba al mercado. A ella no le gustaba comprar pescado en los supermercados porque decía que no eran frescos, que "en los ojos se les notaba que eran de la semana anterior". Ella era terrible!

Al llegar el sábado, sacaba su gran anafre, viejo pero bien cuidado. Lo había mandado a hacer con un amigo de papá y lo tenía para cocinar su pescado y cuando hacía empanadas en su kiosko. Luego de limpiarlo, le colocaba el carbón en la parte de abajo y con un pedazo de papel lo encendía e inmediatamente comenzaba a "darle brisa" hasta que el carbón se encendía y allí comenzaba todo.

Mi papá por su lado la ayudaba con la ensalada de zanahorias y a mi me tocaba muchas veces, "darle aire" a los carbones para que no se apagaran. A veces, ella hacía un arroz frito espectacular y otras veces unas mini arepitas, lo cierto es que los fines de semana la abuela Isabel se los dedicaba al pescado y a la familia. Además de compartir con la familia, en ocasiones llegaban vecinos y también se llevaban su posta de pescado con plátanos frito. Estos fueron los fines de semana más felices de mi niñez, aunque en ese momento no lo sabía.