Dato curioso del día / ¿Predicación o contaminación?

Soy de los que sale al mercado municipal cada dos días por la mañana, porque creo que el único que sale en las tardes de Ciudad Bolívar (Venezuela) es mandinga, el gerente general del infierno. Bueno, para los que no me entienden, esta es una ciudad de clima cálido; en el día de ayer, por ejemplo, el termómetro registró los 35 °C. Lo suficiente como para quedarse encuevado como un oso.

Volviendo a lo de mis salidas matutinas, en la mañana de hoy pasé al lado de un evangélico predicador, quien no contento con predicar a punta de gritos de desesperación, con los infaltables "aleluyas", montó a su lado una súper corneta como para atraer o llamar más la atención de los transeúntes. Lo cierto del caso es que la bullaranga me hizo poner las manos en los oídos y hasta sospecho que algunos me miraron como gallina a la sal.

No tengo absolutamente nada en contra de los que eligen la secta cristiana de su preferencia. Incluso veo que hay demasiada división entre todos los que se hacen llamar cristianos. Por decir algo, hay evangélicos que catalogan a los musulmanes y a los testigos de Jehová como los testigos de Satanás. En pocas palabras, me parece ruidoso que unos cristianos detesten o discriminen a otros cristianos. Pero allá ellos. Es mejor mantenerse al margen de tales líos.

Volviendo al tema de la bulla en la calle, existen normativas ambientales que regulan la emisión de sonidos en los medios urbanos; es decir, que usted, por más evangélico o músico de regatón que sea, usted no debe pasarse de ciertos niveles de ruido. De lo contrario, usted se convierte en un foco de contaminación sónica. El rollo grande es que nos encontramos en Venezuela y aquí la ley brilla por su ausencia.