Un lugar curioso (Cuento- Parte II)

dannaxkana (50)in #babelproyect • 6 years ago (edited)

Cuando Michael se preguntó sobre la curiosidad del océano, se encontraba en un barco expedicionario. Estaba en la popa del navío y, con una cerveza en mano, esperaba el amanecer para comenzar el trabajo: encontrar un tesoro del año 1700 en el Mar Báltico, entre la mezcolanza de países conformados por Suecia, Finlandia, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia. Aunque había historias acerca de que existían anomalías en esas zonas, Michael se encontraba seguro, pues el viento estaba a su favor y era una mañana sin rastro alguno de nubes que pudieran interferir en las labores de él y su tripulación.

Partieron de Estocolmo 10 hombres contando a Michael, quienes tenían al menos, cinco años de experiencia trabajando juntos. Aunque Michael era quién empezó con la idea, su mano derecha, Robert y Dan, no tenían menos experiencia que él, a tal grado que en varias ocasiones les pedía su opinión antes de tomar una decisión. Los otros siete se encargaban de la maquinaría necesaria para poder extraer los objetos de las profundidades marinas. En cuanto comenzaron las labores, Michael sintió un pinchazo en el corazón, como si tuviera un mal presentimiento de lo que iba a pasar. No le dio importancia y siguió colocándose el traje de buzo.

A pesar de la ausencia de nubes, un viento muy fuerte azotaba el barco mientras más se acercaban a su destino. Aun con ese viento, no temieron que sucediera algo: toda una vida en aguas peligrosas provocaba cierto exceso de confianza. Cuando Michael ya tenía su traje colocado se sumergió y, mientras descendía, se comunicaba con Robert y Dan mediante un micrófono:

-Mierda, Dan -masculló Michael -estas aguas están empezando a turbar, ¿a cuántos metros está nuestro precioso?

-A 150. Sabes que odio esa trilogía, idiota. Espero te ahogues, no sin antes haber atado bien las cajas.

-No te daré ese gusto, lo lamento. Te aviso en cuanto llegue.

Michael empezó a dilucidar el barco que se hundió hace más de 300 años. Se supone que había estado en una dura batalla en contra de una horda de cinco navíos piratas y, que sólo después de destrozar 4, fue el último quién acabó con la nave que ahora Michael buscaba incansablemente. El agua se volvía más turbia cada metro que descendía y cuando estaba cerca de los cien ya no distinguía nada. Sin embargo, ya había llegado demasiado lejos como para regresar con las manos vacías. Las aguas que alguna vez fueron tranquilas y pacíficas, escondían un secreto tan abrumador y letal que, parecía, el mar tuviese vida propia e intentara que Michael no llegara nunca al fondo marino.

Más temprano que tarde, Michael recordó cuando su padre jugaba con él a la pelota, su juego favorito. Cuando tenía 4 o 5 años, él pateaba la pelota de color rojo, que salía disparada hacia la figura de su padre: un hombre de complexión ancha que vestía siempre con camisas de cuadros y pantalón vaquero. Cuando el esférico llegaba a los pies del hombre, éste regresaba la pelota, con una suavidad como de artesano realizando su obra máxima. Podían estar haciendo esto, durante horas, hasta que su madre los llamaba para que fueran por limonada, o que la comida ya estaba lista. Ese era el único recuerdo que Michael tenía de su padre, que fue marinero; falleció en un accidente donde el barco se hundió. Quizá por eso se había vuelto aventurero y expedicionario. Quizá en alguno de esos viajes podría ver a su padre, pero el sólo pensar en eso, le infundía un miedo que retumbaba en sus huesos. Imaginar los últimos momentos de su padre y siempre verlo hundiéndose en un infinito abismo, donde solamente puedes bajar. Hacia allá se dirigía Michael, hacia el fondo. Quizá no era tan distinto a su padre. Tal vez seguiría bajando en estos momentos (seguramente serían sólo unos huesos recordando que, alguna vez hubo una vida adherida a ellos), justo como él, que no podía hacer otra cosa, que no fuera bajar.

-Dann Axkaná

Fuente