Una imagen una historia

No la encuentro, no la encuentro, no la encuentro; ella me dijo quédate aquí que yo voy por ahí y ya vengo, pero yo miré hacia la calle y me dieron ganas, como siempre, de seguir caminando, y me fui a seguir escuchando las voces calladas que me dicen loco, y los gritos de los que son más atrevidos diciéndome también loco sucio o loco apestoso o simplemente loco, vete para allá que no te quiero ver, pero lo que más me gusta es meterme entre los carros para escuchar el chirrido escandaloso cuando se detienen cerquita de mí y en seguida los gritos de los que van adentro pronunciando palabras que yo no sé qué significan, pero que por sus caras me parece que no se trata de nada agradable.

A ella no la encuentro, si viera otra vez su cara entre las innumerables caras que se me cruzan por el frente, las que me ven raro y se voltean torciendo la nariz, o entre las que se limitan a pasar indiferentes como si con no verme estuvieran borrándome de su vista, si la viera de nuevo la reconocería y le intentaría decir que ya no voy a seguir caminando, que me quedaré donde ella me diga y hasta que ella diga; claro, ella es la única que parece que entiende que yo no quiero ser yo, que me gustaría ser esa otra persona que llega confusamente a mi cabeza, ese hombre que está tranquilo sentado en un cómodo mueble, pero que cuando quiero saber qué hay más allá de eso no lo puedo conseguir; solo veo como en sueños que hay un coche reluciente estacionado y las voces de una mujer y un niño salen de alguna parte a la que yo no puedo llegar.

Solo ella se detuvo esa vez delante de mí y me escuchó y trató de comprender lo que yo quería decirle. Solo ella me miró con atención a los ojos y movió su cabeza de arriba abajo hasta que dijo: Ah, ya te entendí, y me tomó de la mano para que me fuera con ella… Porque me miraba de forma diferente fue que me atreví a decirle algo, porque yo sé que nadie entiende esos agudos rugidos que salen de mi garganta cuando intento expresar lo que tengo en la mente; ni siquiera a mí mismo me gusta escuchar esos sonidos tan feos que están en mi boca, por eso procuro estar siempre callado, para que nadie se espante con esos ruidos que no significan nada y para evitar que los muchachos me escuchen, los imiten y se burlen de mí por largo tiempo.

Cuando la vuelva a encontrar le prometerá que me quedaré por fin tranquilo, que no me internaré por esas inquietas calles llenas de automóviles y de gente a los que no les gustan que yo camine muy orondo junto a ellos. Le diré porque ella sí me entiende que me ayude a buscar a ese otro hombre tan calmado que está en mi mente, que no me iré de ese sitio donde ella me llevó, donde me dan comida y ropa limpia y quieren bañarme todos los días, porque quiero que ella me confiese si conoce las voces de la mujer y el niño que vienen siempre a mi cabeza y es lo único que me hace sonreír.

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