Viajes: paseando con libros.
"Para viajar no hay mejor nave que un libro" dice la famosa cita de Emily Dickinson y muchas personas, escritores, pensadores, filósofos, insisten en que hay que leer y hay que viajar. Por eso, combinar ambas actividades es una de las experiencias más gratificantes y enriquecedoras que pueden existir y una de las que más he disfrutado.
A veces no es bueno expresarse con absolutismos, pero siempre llevo un libro conmigo, o lo que es lo mismo nunca salgo de casa sin uno. Si voy a comprar víveres y me llevo un libro para leer en la fila de la caja registradora, ¿cómo no llevar uno (al menos) cuando salgo de viaje? Al viajar se puede disfrutar del paisaje, la carretera, las personas desconocidas, pero llevar un libro de compañero puede ocasionar momentos bastante especiales, como la vez que visité el Jardín Botánico de la ciudad de Mérida y me senté bajo la sombra de unos enormes árboles a disfrutar de mi apropiada lectura: El jardín del Edén de Ernest Hemingway. No fue planeado, no tenía pensado acudir ese día a ese lugar, ¿me habrá llevado Hemingway hasta allí?
Y aunque no se trate de un paisaje como ese y no haya una correspondencia tan directa entre el libro y el lugar, pueden existir otro tipo de conexiones. Caracas es una metrópoli, una ciudad repleta de paisajes urbanos, edificios, algunas plazas sí, pero en su mayoría es asfalto y cemento. En mi última visita a la capital llevaba conmigo varios libros, entre ellos El gaucho insufrible de Roberto Bolaño. Sus cuentos no hablan de Caracas, es cierto, pero en 1999 el chileno recibió el premio Rómulo Gallegos por su novela Los detectives salvajes y acudió a la ceremonia de entrega en la capital venezolana; es decir, Bolaño estuvo allí, en esa ciudad, veinte años antes de mí, ¿habrá caminado por esas mismas calles? ¿estaba pisando sus huellas?
Mi otro compañero de aventuras en esa oportunidad fue Scott Fitzgerald. Era de día y no pude encontrar ningún club de Jazz abierto, pero me metí en el Hard Rock Cafe. En vez de Miles Davis o Charlie Parker, sonaba Queen; sin embargo, para no defraudar a Scott, Jay o a Nick, pedí un trago y al leer algunas páginas, sentado en ese lugar, fue más fácil sentir el ambiente de las fiestas de Gatsby en su mansión el West Egg. No quiero decir que sea necesario representar este tipo de escenas o emular el ambiente del libro en la realidad (para un buen lector, el lugar en el que lee es lo de menos), pero sin duda le da un matiz especial a la experiencia. Imagínense sentarse en una villa francesa a leer a Flaubert, o leer Asesinato en el Oriente Express a bordo de un tren, ¿acaso no sería genial?
En la célebre novela El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez, la esposa del coronel le dice que la ilusión no se come, a lo que él contesta "No se come, pero alimenta". Así es la lectura. Así son los libros. Entonces, ¿por qué no alimentar a la vez el cuerpo y el espíritu? Estando de visita en Mérida (una de tantas veces), se me antojó tomar un desayuno criollo en algún restaurante pequeño y me llevé de compañero a Leonardo Padura. Primero en medio de la espera y luego entre arepas, huevos y café, seguí las investigaciones del detective Mario Conde. Estaba en Mérida, pero me sentía en la Habana.
Y claro, también está el descanso. En esa misma visita a los andes venezolanos, recuerdo que una mañana amaneció lloviendo muy fuerte. La exploración de la ciudad tendría que esperar a que el diluvio amainara, así que mientras cesaba la lluvia, me senté en el patio interno de la posada a leer El dios de las pequeñas cosas, una deliciosa novela que me recordó mucho a Macondo, pero creo que en la India, tierra también repleta de misterios y magia, se puede encontrar una tradición de ralismo mágico similar a la del Gabo, acaso mucho más milenaria. El frío, la lluvia, un chocolate caliente y la prosa de Roy, configuraron un momento placentero y relajado que compensó por completo la forzosa reclusión.
Y ya que he mencionado al Nobel colombiano un par de veces, vale la pena recordar que en mi primera visita a la ciudad de Mérida, cuando comencé a recorrer sus calles por primera vez, un único libro me acompañaba: Cien años de soledad. En uno de esos paseos, mientras esperaba que llegase una hora determinada, disfruté la magia de Macondo sentado en la facultad de artes de la Universidad de los Andes (ULA). No veía mariposas ni flores amarillas alrededor, pero el sol de ese día, sumado a la agradable temperatura de la ciudad y la quietud del recinto, me ayudaron a concertarme en mi lectura y a vivir las experiencias de la familia Buendía.
En la foto inicial de este post aparece un ejemplar de En el camino de Jack Kerouac. Esa fotografía la hice en la vía a Valencia, ¿qué puede haber más apropiado que una carretera para capturar ese libro? Hasta ahora han sido Caracas, Mérida, Barquisimeto, Valencia, Barinas, San Felipe, San Cristóbal, pero algún día serán Bogotá, Santiago, Nueva York, París, y sin importar el lugar en que me encuentre, tomando un café, cenando, esperando el bus, siempre llevaré un libro conmigo y entre sus páginas visitaré ciudades, países y planetas nuevos. Leer es un viaje, no sólo hacia lugares, épocas y personas, sino sobre todo hacia nosotros mismos. Lean y viajen. Viajen leyendo. Lean viajando.
Reseñado por @cristiancaicedo
Todas las fotografías pertenecen a mi galería personal y fueron tomadas por mí con mi teléfono móvil
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Excelente acotación, leer nutre el alma y nos transporta a otros mundos. Excelente reseña y opinión personal enfocada en algo tan amplio y fabuloso como lo es la buena lectura. Gracias por compartir tu talento. Te apoyamos desde aquí, @cristiancaicedo.
Muchas gracias por la valoración y el apoyo. Abrazos.
Hola, te hemos votado tu publicación porque haces bien las cosas. Gracias por mantenerte activo en WordPress usando el plugin de Steempress con Repollo.Press.😘😳
Los libros nos han llevado hasta la Luna, interesante lo que los libros nos pueden brindar , hasta una buena compañia. saludos @cristiancaicedo
Exactamente, son naves, pero también amigos. Saludos y gracias por leerme.
Gracias @cristiancaicedo por invitarnos a ese viaje literario e imaginario para nosotros, donde la lectura, los autores, el lector y los diferentes escenarios se interconectan sin proponerselo... Los libros siempre serán buenos y fieles compañeros de viajes. ¡Saludos!
Así es, si leer es viajar, entonces viajar leyendo es un viaje por partida doble. Saludos y gracias por leerme.
¡De verdad disfruto mucho leyendo tus posts! En este, precisamente, combinaste dos de los aspectos MÁS MÁGICOS del mundo para mí; el viajar y la lectura. No he salido mucho de viaje, pero tan sólo ir a otra ciudad, me sorprende de sobremanera, me siento como nueva. Así mismo, la lectura, siempre viene conmigo...Ahí sí puedo decir que viajo todo el tiempo...Generalmente viajo a la Segunda Guerra Mundial, a un refugio de judíos junto a Ana Frank...Ese libro me acompaña todo el tiempo... Debe ser porque es mi favorito y lo tengo en físico.
Estoy tan feliz por ti, porque puedes compartir tantos momentos y viajes geniales con libros maravillosos. ¡Te mando muchas bendiciones y viajes más largos y sorprendentes! <3
Gracias por tu valoración y comentario e infinitas gracias por esos hermosos deseos. Sí, los libros permiten al lector viajar sin moverse; en ese sentido va la frase de Emily Dickinson. Espero que otros acompañen a Ana, a Kitty y a ti y que puedas viajar a otras épocas, otros países, otras culturas, siempre de la mano de un buen libro. Saludos cordiales.
Muy cierto, nada como un libro como compañero de viaje, sean estos reales geográficamente o en la imaginación.
Gracias por el comentario y por tomarse el tiempo para leerme. Saludos.
Que estupendo paseo por estos libros y escritores maravillosos, tengo esa misma portada de Gabriel García Márquez uno de mis libros favoritos, aunque no es mala idea la de cargar un libro, ahora leo en el celular, claro no se puede sacar el celular en Venezuela con la seguridad de antes. Me encanto leerte es una excelente propuesta compartida. @cristiancaicedo
Es una edición muy completa. Saludos y gracias por el apoyo de siempre.
Comparto tu percepción, leer es transportarse a lugares maravillosos, emblemáticos y a veces oscuros. Dentro de la lectura vives las escenas de los personajes, luego si tienes la oportunidad de ir a uno de esos lugares es fascinante sentirte del lado del escritor que respiró igual que tu en el mismo lugar y creo las escenas (aunque a veces sea desde la imaginación) otra forma de vivir las lecturas e identificarte con ellas es cuando se desarrollan en lugares donde tu has vivido y te sientes identificado. Algunas personas desarrollan cierta sensibilidad que les permite relacionar los lugares conocidos con olores y sabores que se activan en la imaginación. Se puede llegar a sentir eso cuando te identificas con fuerza con la lectura. Me gustó mucho tu publicación @cristiancaicedo.
Ese es el término apropiado: identificación. Uno logra sumergirse en el libro y sentirse allí, esté donde esté, a través de imágenes, olores, sonidos, más aún si se emula algo más real como el lugar. Saludos y gracias por leerme y comentar.
Me ha gustado mucho tu post, @cristiancaicedo. Coincido plenamente contigo: a cualquier lugar que voy siempre va conmigo, en mi bolso, un libro; así, por ejemplo, en la cola de un banco, lo saco y aprovecho mi tiempo leyendo. Y para los viajes, ni se diga (a veces abuso y me llevo más libros de los que en verdad podré leer). No recuerdo con precisión libros leídos en determinados viajes, pero sí libros que tienen como tema central el viaje. Uno de los que más me ha enriquecido es Si una noche de invierno un viajero, de Ítalo Calvino, precisamente por el juego y reflexión acerca de la lectura y la experiencia del libro como viaje. Saludos.