Siempre quise tener peces, me llamaban la atención por sus lindos colores y formas, hasta que un buen día se me hizo, compré una pecera de 40cm de largo por 20cm de ancho y todos los accesorios para simular el ambiente acuático de los peces. Mis primeros peces en comprar fueron las bailarinas, fue emocionante cuando al ver esos pequeños cuerpos de colores y mucha cola danzar en el agua.

El efecto de tener un acuario pequeño en casa era una experiencia maravillosa, todos pendientes de la hora de comer y del comportamiento de las bailarinas. Además, el solo hecho de verlos produce relajación y una sensación de tranquilidad.

Pero un día, me regalaron un par de peces cebra, sus líneas de color negro a lo largo de su diminuto cuerpo, es su atractivo, se mueven en forma rápida. Creo que esto estresó a las bailarinas porque al poco tiempo murieron. Tocó cambiar las cebras para otro recipiente, mientras se desinfectaba la pecera. Volvieron las cebritas al acuario y allí duraron bastante tiempo.

Mi pequeña hija adoraba ver los peces en el acuario, contemplarlos para ella era una distracción. Siempre que la llevaba al Parque Bararida en Barquisimeto, estado Lara, Venezuela, donde había una laguna o estanque grande, los peces eran alimentados por los niños, que le tiraban comida, era una gran diversión porque se reunían en la orilla peces de varios tamaños y los niños podían detallar algunas características como color y tamaño.

Los niños interesados por tener más información sobre los peces del estanque, le preguntaban a los padres, como éstos no tenían suficiente la información, optaron por llamar al guía del parque para que les diera una pequeña charla a los niños sobre los peces del estanque o pequeña laguna del parque.