La oscuridad al fondo de una botella

La luz de las farolas cubria la ciudad, casi en silencio. Recorria las calles, solo prácticamente, aunque se cruzara con algún alma en su recorrido. Iba sin rumbo, sobrio, cosa que en él era algo complejo de decir. No sabia que hacía a esas horas por la calle, pero no tenía ganas de estar en casa, junto con las botellas que apacighaban su alma, desde que perdio a su mujer e hijo.

Era imposible predecir ese desprendimiento de tirrra y piedras que los atrapo. Todos le dijeron que tenía suerte de seguir vivo, pero el sabía que de suerte nada, que era una desgracia para el llevar esa carga y que ya nada seguiría el mismo camino que antes.

Aquel domingo, como cualquier otro se fueron a pasar el día al monte donde solian ir y esta vez devidieron hacer otra ruta. Él hacia unos días se habia caido en el trabajo y tenia un importante esguince en el pie, así que no acompaño a su mujer e hijo, que decidieron hacer el sendero corto y fácil, cosa de una hora, no más.

Se habia llevado el portatil, para esperar en el merendero a la sombra mientras revisaba unos planos. No se fijo mucho en la hora. No sabía cuanto rato llevaban fuera, unos veinte minutos, cuando se escucho un imoresionante ruido y una avalancha de tierra, piedras y arboles se cernia sobre el pantano. La lengua tendria unos trescientos metros de largo y surgió de la nada, sin previo aviso.

Se lanzo rapido a por el móvil y este daba apagado. Era un problema, porque la cobertura entre los árboles era mala, así que penso que seria eso y no en que habían sifo arrastrados. Rapidamente llamaron a los equipos de rescate y estos llegaron pronto. Tenia ganas de correr para buscarles, pero con el pie dañado ers imposible. Espero hasta la llegada de la ayuda y les indicó su problema, asi que rápidamente se pusieron a buscar a su familia. No la encontaron de primeras.

Al ver que no aparecian, se empezo a temer lo peor. El problema eran todos los escombros y el hecho de llegar hasta el agua. Tras tres dias encontraron a su mujer en el pantano y a su hijo al borde del mismo. Habian sido engullidos, no hubieran podido hacer nada por ellos, aunque lod hubieran detectado enseguida, habían quedado muy machacados, pero las huellas, el ADN y la ropa certificaron que eran ellos.

Tres mese atado a la botella, en un viejo apartamento que estaban ultimando para alquilar, durmiendo en aque sofa, uno de los pocos muebles de la casa. Su vivienda, mucho más amplia, gracias a la epoca de bonanza de la construccion, albergaba excesivos recuerdos de tiempos mejores, que no volverían.

Lo vio claro, debía marcharse, lejos, empezar de nuevo y olvidar.