Como madre siempre tengo presente que mi hijo es un brote que brindará los frutos de aquello con que se nutra, por eso tengo mucho cuidado de los sentimientos, conductas y comentarios que le proyecto.

Pues mi niño desde los cuatro años práctica natación en un afán propio de brindarle seguridad, y porque lo recomendaron de primera mano dos de los tres neurólogos que visitamos con más frecuencia de la que creo yo, necesitamos. Me toca sufrir siempre para poder llevarlo a sus clases, cuadrar los horarios y no importa cuanto sea mi esfuerzo en darle disciplina y estructura, siempre fracaso. Pero no por factores internos manejados por mí, a esos siempre les consigo la caída, si no por los externos, aquellos en los que yo no tengo dominio, en los últimos dos años si no es la luz que no permite que trabajen las bombas, es que no hay agua para los baños, o lo más común, no se puede hacer el mantenimiento por no conseguir los químicos o el alto costo de los mismo.

Por eso he tenido que valerme de mucha ayuda para tener asertividad al momento de presentar estás situaciones frente a mi hijo y manejar las cosas en función de que él no se desanime, que no sienta frustración, o lo que es peor que normalice los daños de la "situación país" y se acostumbre a que nada funcione como debe, generando en él cualidades conformistas y sumisas.

Ser madre es complejo y les confieso que mi deseo más latente por quitarme el "NO" y finalmente salir de territorio venezolano va de la mano de mi necesidad constante de "brindarle algo de seguridad a mi hijo".