Historias asombrosas de la vida real: La seductora reina de la isla de Anatahan EN 18 MAYO, 2017 POR GABRIEL ROMERO DE ÁVILAEN HISTORIAS ASOMBROSAS DE LA VIDA REAL

in #history6 years ago

El cuento de esta noche es enteramente real, y hasta hicieron una película para explicárselo al mundo. Los hechos concretos nunca han podido conocerse en detalle, y eso hace que una nube de misticismo y desconcierto rodee a toda la historia. Hay muchos elementos interesantes: una guerra del pasado, soldados llevados a la barbarie, una mujer (supuestamente) capaz de hacer con ellos lo que le place y una batalla entre los hombres para desposarse con esta poderosa reina de un paraje olvidado de la mano de Dios.

Sin duda hay material para pasar a la Historia.

Pero vayamos a los datos reales:

Anatahan es una pequeña isla volcánica de unos treinta kilómetros cuadrados, perteneciente al archipiélago de las Islas Marianas del Norte, en el Atlántico. Colonizadas por Fernando de Magallanes en el siglo XVI, estas islas fueron bautizadas en honor a la reina consorte Mariana de Austria, esposa de Felipe IV (Magallanes las había llamado inicialmente «Islas de los ladrones», pero esta opción fue sin duda mucho más afortunada, y quedó para la posteridad), y pertenecieron a la Corona de España hasta 1898-99, época en la que fueron cedidas a Estados Unidos (Guam, la mayor de las islas) o Alemania (el resto). El Imperio alemán mantuvo estas lejanas tierras hasta el final de la Primera Guerra Mundial, momento en que pasaron a Japón, que instaló allí unas vastas plantaciones de coco. La Segunda Guerra Mundial también se dejó sentir en las Marianas, concretamente durante la terrible batalla de Saipán, cuyo desenlace sentó las bases para la invasión de Filipinas y la definitiva derrota de Japón.

Pero de eso no es de lo que vamos a hablar hoy, sino que nos seguiremos centrando en la plantación de coco de Anatahan, gobernada para el Imperio de Japón por Kikuichiro Higa, y cuyo capataz recibía el nombre de Shoichi Higa. Éste último sí es nuestro protagonista, o más bien su esposa, la joven Kazuko. Los informes al respecto no se ponen de acuerdo: unos afirman que fue la víctima de una batalla inhumana, mientras que otros dicen que era un demonio capaz de dominar la voluntad de los hombres y hacer que, literalmente, se mataran por ella.

Aterrado por las noticias que recibía acerca de la sangrienta batalla de Saipán (que causó casi 30.000 bajas en el bando japonés, muchas de ellas por suicidio), el capataz decidió abandonar Anatahan en busca de una hermana de la que no tenía noticias, y desapareció. Kazuko procuró sobrevivir en aquel paraje inhóspito y pronto se convirtió en la pareja de su jefe.

La historia podría haber acabado ahí si no fuera porque treinta marineros japoneses alcanzaron la isla después de ser bombardeados por aviones americanos, y decidieron establecerse en Anatahan. Se aislaron de la guerra que arrasaba el mundo, salieron de la existencia y, como modernos Robinsones, empezaron a cultivar la tierra y vivir del trabajo de sus propias manos. Les daba igual que el planeta se estuviera desgajando por el fuego de los bombardeos: ellos habían conseguido ser felices. Tanto, que ni siquiera se enteraron de que la guerra había terminado. Cuando la aviación americana lanzó panfletos sobre la isla, haciéndoles saber que su gobierno había sido derrotado, ellos se negaron a creerlo, se atrincheraron en su feudo y prepararon la resistencia.

En 1946 murió Kikuichiro Higa, gobernador de Anatahan, y entonces comenzó el enfrentamiento entre los Robinsones. Su esposa, la joven Kazuko, quedó al mando de la plantación, y el resto de hombres se la disputaron, en una mezcla de codicia y lujuria que los volvió locos. Como si fuera un trofeo de caza, todos pelearon, y fue el capitán Ishida, el oficial de mayor rango de entre los marineros, quien se casó con ella.

Pero murió poco después, asesinado por sus antiguos compañeros.

Kazuko tomó un nuevo esposo, que también fue eliminado; y luego otro, y otro, y otro… Todos enloquecían y se mataban de forma sistemática. El horror se extendía por una isla que había sido pacífica. La lujuria y el ansia de poder los dominaba. Acuchillados, disparados en plena noche o víctimas de duelos. La mitad de la reducida comunidad de supervivientes de Anatahan falleció en este combate por la supremacía. Incluso su propia reina fue atacada, cuando los hombres consideraron que no merecía tanto esfuerzo. Sin duda la locura de Anatahan había llegado a sus últimas consecuencias.

Kazuko logró escapar. En 1950, e ignorante de que la guerra mundial había acabado, la joven hizo señales a un barco americano, que la rescató y la devolvió a Japón, donde pudo localizar a su primer marido, Shoichi, y reunirse con él. El bastión de Anatahan duró un año más, hasta que los marineros finalmente se rindieron a la armada estadounidense.

Después vino el mito.

Acerca de esta historia se han escrito muchos libros y se han rodado varias películas, que muestran a Kazuko como una despiadada reina que gobernaba con mano de hierro al reducido grupo de marineros. Afirman que se divertía jugando con ellos, enfrentando a unos con otros y provocando su lujuria, al estilo de los reinos perdidos de las novelas de Rider Haggard. Otros dicen que fue utilizada como premio, y que únicamente era la víctima de las competiciones de aquellos hombres. Éste es el cartel de «Anatahan», película de 1953 dirigida por Josef von Sternberg:
Nunca sabremos la verdad. Kazuko vivió feliz con su esposo Shoichi hasta el fin de sus días, en los años 70. La isla fue habitada por indígenas hasta este siglo, cuando el volcán entró en erupción y todos sus pobladores tuvieron que ser evacuados. Actualmente la isla se encuentra inhabitable, por lo que nunca sabremos qué fue lo que ocurrió allí, ni en qué consistía exactamente aquella horrible «Locura de Anatahan», que llevaba a que los hombres se matasen entre ellos, bien por el poder, bien por los favores de la mujer que reinaba suprema en la isla.

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