Cuento corto: El Bol roto

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Fui creado con tanta delicadeza, que todo el que quisiese que formara parte de su vida debía asegurarse de tratarme con cuidado: el material con que me idearon, el estilo, el color, el brillo y mi delgadez ameritan ser tratado con delicadeza.

Llegaste tú y me aceptaste para que formara parte de tus más bellos proyectos, aun no sabía cómo serían pero algo me decía que serían fabulosos, sin embargo, los seres humanos tienen una particularidad: temprano se cansan de percibir lo que es hermoso y prontamente nos volvemos invisibles.

Fue así como fui saliendo de tu mirada, sabías que estaba allí pero no me mirabas como antes, no con esos ojos cargados de emoción por todo lo que podías hacer conmigo.

El tiempo pasó y yo aun seguía allí, pero fue un fatídico día donde tu tropezaste y sin querer pusiste a tambalear no sólo lo que me servía de base sino a mi también y recibí un golpe que pudo haberme partido en mil pedazos, de hecho así lo sentí porque hasta el sol de hoy ya no soy el mismo.

De ese tropiezo quedé sin un pedazo de mi, no porque se perdió sino porque ya no encajaba igual, tú insistías en que todo estaría bien, que no todo se había perdido, sin embargo yo sentí que una parte de mi nunca volvería y debía aprender a vivir sin ello.

Imagen propia

Esa pequeña parte que faltaba me permitió ver la realidad de una manera más cruda y me sentí muy vulnerable, ya no podía llenarme como me gustaba, aunque quisiera, había una parte de mi que ya no estaba y que me lo impedía.

Por tu expresión supe que te dio mucha lástima lastimarme de aquella manera, porque no fue un acto mal intencionado, pero aun así no podíamos evitar lo evidente: me volví un bol roto.

Y estando roto llegué a estar en un lugar del que pensé nunca estaría, aquel lugar donde se suelen juntar las cosas rotas y conocí a muchos otros que como yo, se veían rotos por distintos sucesos de la vida.

Quisiste atenuar esa parte que ya no estaba, hacer de eso un acto que no me condenara a mirar justamente la parte que faltaba y que más nunca estaría porque la había perdido aquel día.

Agradecí en silencio que mi destino no haya sido más triste al ser eliminado por completo de tu vida y lo que es peor ser sustituido por un bol más nuevo y entero.

Aquí me quiero detener un momento, sobre todo porque me sirvió para seguir entendiendo mi valía.

¿Qué vale más?, un bol entero, nuevo pero vacío o un bol que aun roto sigue siendo funcional?

Cómo me costó entender esto...

Y es que, no es lo mismo ser admirado por nuevo y bonito que ser apreciado porque se tiene un propósito, fuimos creados pero no podemos permanecer sólo de exhibición.

Entendido esto e incorporado a mi nueva forma de vivir, tuve que aceptar mi destino, que aunque nunca fue pensado para estar roto como cuesta aceptarlo.

Seres vivos han convivido dentro mi y hoy frecuentan otros espacios porque se hicieron más grandes, he sido el lugar perfecto para dar nuevas formas de vida y hasta crear alimentos de los seres que me habitaron, muchas aguas se han contenido en mi, algunas muy claras, otras más turbias y otra pequeña porción se ha evaporado.

Imagen propia

La evaporación da pie para que suceda algo maravilloso y es que gracias a esto surge la necesidad de seguir llenándome siempre, aun cuando estoy roto, esto también me ha permitido conocer mis límites y a ti te ha enseñado a valorarme más, a tratarme con más delicadeza y a cuidar de no cometer otro tropiezo.

Ya debo irme, hoy recibiré algo hermoso dentro de mi y estaré un buen rato disfrutando de ella, es algo que siempre me ha gustado porque siento que puedo contribuir para que otros florezcan, los dejo por ahora, no sin antes recordarles, que más vale un bol roto pero con propósito que un bol vacío (por más nuevo que se vea).

Imagen propia

Nota: Este cuento ha sido escrito por mi y me pertenece, está basada en hechos ficticios y bien puede ser usado como momento reflexivo y de auto-conocimiento.