El quehacer de la Filosofía, debe generar una sinergia, hacia las personas para alcanzar la plenitud.

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En este artículo, quiero reflexionar un poco sobre la mirada y la percepción como elementos claves para comprender un poco las cosas que nos rodean. Esto es, dialogar un poco con algunas ideas desde el punto de vista filosófico. No quiero, para ello, redimirme a una teoría hermenéutica, epistemológica, cognoscitiva o un enfoque similar.

Hacerlo de esa manera me limitará en las ideas que deseo plasmar en estas líneas. Lo haré, desde la parte intuitiva que tiene el propio acto de la mirada y las percepciones. En los últimos años, y ante la paradoja dela virtualización de nuestra vida cotidiana; hemos estado enfocados en directrices de percepción, es decir, sobre configuraciones mentales a las que somos sometidos para formar pensamientos.

Vemos las cosas como nos han educado. Tenemos un ideal, por ejemplo, de belleza, basado en cuestiones discursivas y no por el desarrollo del espíritu creativo que debe dejarnos; la contemplación de una obra de arte. El sentido del goce estético, en ese sentido, se ha mecanizado. Hemos perdido peligrosamente la capacidad de mirar con los ojos de la iluminación de la propia belleza de las cosas.

Si bien, el ejemplo lo apliqué en el campo de las artes, la misma lógica se anticipa a otras cuestiones de nuestra vida. Pareciera que todo se ha plastificado y hemos olvidado el potencial de energía y luz que tenemos para precisamente, brillar en esta vida. Vivimos en un mundo de contradicciones en las líneas de pensamiento, de hecho, somos arrogantes con el lenguaje de la naturaleza.

Olvidamos que podemos ser capaces de transformarnos de una piedra en una belleza artística, como suelen hacerlo los escultores. Lo que hacemos es estropear nuestra propia dignidad de luz creadora como seres humanos a través de nuestros propios pensamientos. Considero que estamos urgidos en cambiar ciertos paradigmas, es decir, percepciones; enfocándolo hacia nuevas miradas.

Un claro ejemplo de esto es la idea que se tiene del quehacer de la Filosofía. Pongamos el ejemplo, cuando alguien se entera que estudié Filosofía en la facultad, inmediatamente viene a la mente la figura de un hombre sin oficio ni beneficio. Esa es una percepción. La mirada, la realidad; es que me preparé (y preparo), por mucho tiempo para ejercitar el acto de filosofar.

En ese sentido, ha despertado en mí la necesidad de al menos, usando mis artículos, desarrollar algunas primeras ideas respecto a lo que debe ser, en la actualidad, el papel de la filosofía. Debe permitirnos como seres humanos, darnos cuenta de cuál es la verdadera esencia del ser humano y evitar contradicciones que dañen nuestra propia dignidad existencial, sin afectar nuestra humildad intelectual.

La filosofía en cuanto que actividad integradora del propio ser debe despertar la consciencia en el ser humano de lo que realmente somos. Ya lo desarrolló magistralmente Platón en El mito de la caverna (República, VII). Debemos liberarnos de percepciones y mirar lo que verdaderamente somos. Intuyo que la Filosofía puede en la actualidad aportar mucho a la psicología, por ejemplo.

Pongamos en este final del artículo un pequeño y potencial ejemplo: supongamos que estamos frente a un pavorreal, su mirada es lo que representa; sin embargo, pongamos el caso de que ella se percibe como una gallina. Su autoestima e integridad emocional se verá afectada y mermado su talento para fungir como lo que es en esencia: un pavorreal.

Que alguien sea capaz de despertar la consciencia del pavorreal, será invaluable.